lunes, 29 de agosto de 2011

Detrás de los Acontecimientos PANDILLA DE INSENSATOS

                Era un perico a quien su dueño sólo le había enseñado la palabra “éxito”; así que para todo la utilizaba. Y un día en que, abierta su jaula, se deslizó por el jardín este lorito, un halcón descendió en cosa de segundos, lo prensó entre sus garras, y se elevó con su presa.
            Todos los habitantes del pueblo se quedaron atónitos ante los ruidosos gritos de la presa, que no paraba de gritar: “éxito, éxito, éxito”, a pesar de su cercano y trágico destino.
            La anterior narración, breve y aleccionadora, es una de tantas utilizadas por un periodista ágil, inteligente, polémico, crítico, fundador en 1812 del periódico liberal El Pensador Mexicano. José Joaquín Fernández de Lizardi fue su nombre, y tomó como pseudónimo el nombre de la publicación que fue clausurada por disposición del gobierno virreinal.
            Hoy, los textos y las novelas de Fernández de Lizardi recobran actualidad. Nuestra realidad, sin ser aquella, se le asemeja en muchas cosas; por ejemplo, quienes ejercen el poder suelen estar educados políticamente sólo para anunciarnos que con ellos vamos bien, y estamos logrando el “éxito”, aunque el perverso halcón nos traiga desangrando a todos entre sus zarpas.
            Todo el territorio patrio se encuentra ensangrentado y sembrado de cadáveres. Día con día sube la cifra de los desaparecidos, mientras el total de muertos producidos por la “guerra” aumenta, a tal grado, que nadie sabe ya la cantidad exacta.
            De 40 mil asesinados se pasó a 50 mil; y en un cerrar de ojos, como los días del calendario, se pasa a 60 mil. Y no se ve que nadie detenga a “los rápidos y furiosos” de allende nuestra frontera norte, ni al Huitzilopochtli nacional que no termina de saciarse.
            Hace unos días, la masacre en el Casino Royale en Monterrey, Nuevo León, parecía lo más reciente y espeluznante. 53 homicidios con todas las agravantes de ley, que sacudieron la conciencia de todo el mundo, motivando un duelo nacional, daban la impresión de lo máximo.
            Empero, ya para esta nueva semana esa cantidad de sacrificados ha quedado rebasada. Y sólo perviven malos recuerdos, rescoldos del hecho, y actos de autoridad que denotan su retraso en todo.
            El gobierno y sus autoridades en muchas materias, pero sobre todo en ésta que corresponde a la seguridad pública, vienen detrás de los acontecimientos, o como dice la expresión popular, “tapando el pozo después del niño ahogado”.
            Ahora sí llegan a Monterrey 300 militares y 1500 policías federales; ahora sí clausuran todo los casinos de esa ciudad industrial; ahora sí denuncian e investigan a quienes les habían dado permisos o amparos a estos antros; ahora sí hacen todo lo que antes no había hecho.
            No prever, e ir y actuar siempre con retraso, es estólido, y revela incapacidad, o complicidad. Parece como si nos gobernara una pandilla de insensatos.