LOGOS
“Me
dejo de llamar Andrés Manuel…”
PUNTADAS
SIN HILO
Comúnmente, en los códigos de
procedimientos civiles de todos los países se dispone: “La confesión judicial
produce efectos en lo que perjudique al que la hace, no en lo que le aproveche”.
Hace días, el presidente Andrés Manuel
López Obrador confesó frente al pueblo, máximo tribunal reconocido por él: “Si
yo no fuera presidente, México sería un caos, estaría destrozado, hundido, y
habría más muertos por covid”.
El pueblo (o sea, todos los individuos
que tenemos la nacionalidad mexicana, en conjunto) debe tomar como ciertas las
cosas que con esa confesión perjudican al presidente, y no las que le favorecen,
si científica y jurídicamente las juzga.
Y para evaluar esas palabras del confeso
necesitamos confrontarlas con la realidad que vivimos.
En lo que va del siglo XXI, no todo
México ha sido un desorden, pero en cada uno, de estos 21 años, se ha venido
acrecentando el caos, incrementándose con mayor acelere en la administración de
Andrés Manuel.
Desde que corre el siglo XXI, no todo en
nuestro país ha estado destrozado y hundido, pero los estragos y los siniestros
se han multiplicado con vigor peligroso en estos primeros 21 años de la
centuria que vuela, más con las medidas gubernativas autoritarias de López
Obrador.
Respecto a la pandemia del covid, no hay
lugar a los comparativos, ya que ésta advino hasta el sexenio de Amlo, y como
problema mundial, afectándonos nacionalmente.
Por ello, tenemos que hacer otro tipo de
comparativos; por ejemplo, entre naciones afectadas, valorando las intenciones
y los efectos de los actos de cada gobierno en política de salud y, de manera
específica, en lo que concierne a ese virus.
Quienes aportamos más muertos por esa
epidemia somos: EUA, Brasil, India y México.
De los cuatro, el gobierno más mentiroso
ha sido el de nuestro país, el que oficialmente, y de manera presionada,
reconoce cerca de medio millón de mexicanos muertos por covid; mientras que
organismos internacionales han calculado, aproximadamente para México, un
millón de pérdida de vidas humanas por ese virus.
Nadie olvida que los cimientos de la
política gubernativa mexicana sobre esa pandemia, a través de las palabras del
presidente, consistieron en: “eso del covid-19 es invento de los neoliberales y
conservadores”; “basta con un detente maligno portando una estampita
religiosa”; “obtengan un billete de dos dólares y no les dará covid”; “lo mejor
contra la pandemia son los baños de pueblo”; “con no mentir, no robar y no
traicionar, esa enfermedad desaparece”. “el covid es enfermedad de ricos, no
pega a los pobres”, “el covid nos vino como anillo al dedo”.
Y, ahora, después de asesinar a cientos
de miles de mexicanos el gobierno federal, por su pésima política en salud,
Amlo invitó a todos a ser rebaño en el Zócalo de la CDMX el próximo 1 de
diciembre, para echarles un discursillo cuajado de mentiras.
Con todos los defectos de Peña Nieto,
Calderón Hinojosa y Fox Quesada, ninguno de ellos se hubiese atrevido a
expresar tamañas sandeces ante un infortunio semejante.
Igual puedo afirmar de José Antonio
Meade, Ricardo Anaya y Jaime Rodríguez, quienes compitieron (junto a Amlo) por
la presidencia en 2018; también éstos, por más limitados, deformados y broncos,
no los siento capaces de soltar tales barrabasadas en vínculo con ese mal.
El narcisismo de Andrés Manuel es arrasante;
y nos falta al respeto a todos los mexicanos: “Si yo no fuera presidente…”,
pobres de los mexicanos, tratándonos como incapaces o idiotas.
Recuérdese otra reciente afirmación de López
Obrador: “Es sólo un problema de distribución… pero el lunes (próximo) voy a
tener una reunión para resolver el desabasto de medicamentos… y les vamos a
ganar a las papitas y a los refrescos… o me dejo de llamar Andrés Manuel”.
Supongo que se comprometió a resolver
ese problema en todo México; supongo que se refirió a este lunes 29 de
noviembre; supongo que no debió mezclar papitas y refrescos con medicamentos.
Y nos dijo a todos que si el problema
sigue (después de esa reunión del día de hoy) se dejará de llamar Andrés
Manuel.
Lo que no aclaró, es qué nombre se
pondrá.
Tampoco señaló si radicará un juicio
para la variación de su patronímico.
Podría ser, con sus eufemismos y
ocurrencias, que encargue al INE (sin darle dinero) organizar una votación
popular que decida el sustituto de su actual apelativo.
Llegado el caso, el pueblo sabio saldrá
a votar, y cada voto será certero al imponer el mote a ese pícaro tabasqueño, quien,
incansable, sigue dando puntadas sin hilo, sembrando deforestación,
corrompiendo altos mandos de fuerzas armadas, y fortaleciendo el chocolate
familiar.