martes, 30 de noviembre de 2021

LOGOS

“Me dejo de llamar Andrés Manuel…”

PUNTADAS SIN HILO

        Comúnmente, en los códigos de procedimientos civiles de todos los países se dispone: “La confesión judicial produce efectos en lo que perjudique al que la hace, no en lo que le aproveche”.

        Hace días, el presidente Andrés Manuel López Obrador confesó frente al pueblo, máximo tribunal reconocido por él: “Si yo no fuera presidente, México sería un caos, estaría destrozado, hundido, y habría más muertos por covid”.

        El pueblo (o sea, todos los individuos que tenemos la nacionalidad mexicana, en conjunto) debe tomar como ciertas las cosas que con esa confesión perjudican al presidente, y no las que le favorecen, si científica y jurídicamente las juzga.

        Y para evaluar esas palabras del confeso necesitamos confrontarlas con la realidad que vivimos.

        En lo que va del siglo XXI, no todo México ha sido un desorden, pero en cada uno, de estos 21 años, se ha venido acrecentando el caos, incrementándose con mayor acelere en la administración de Andrés Manuel.

        Desde que corre el siglo XXI, no todo en nuestro país ha estado destrozado y hundido, pero los estragos y los siniestros se han multiplicado con vigor peligroso en estos primeros 21 años de la centuria que vuela, más con las medidas gubernativas autoritarias de López Obrador.

        Respecto a la pandemia del covid, no hay lugar a los comparativos, ya que ésta advino hasta el sexenio de Amlo, y como problema mundial, afectándonos nacionalmente.

        Por ello, tenemos que hacer otro tipo de comparativos; por ejemplo, entre naciones afectadas, valorando las intenciones y los efectos de los actos de cada gobierno en política de salud y, de manera específica, en lo que concierne a ese virus.

        Quienes aportamos más muertos por esa epidemia somos: EUA, Brasil, India y México.

        De los cuatro, el gobierno más mentiroso ha sido el de nuestro país, el que oficialmente, y de manera presionada, reconoce cerca de medio millón de mexicanos muertos por covid; mientras que organismos internacionales han calculado, aproximadamente para México, un millón de pérdida de vidas humanas por ese virus.

        Nadie olvida que los cimientos de la política gubernativa mexicana sobre esa pandemia, a través de las palabras del presidente, consistieron en: “eso del covid-19 es invento de los neoliberales y conservadores”; “basta con un detente maligno portando una estampita religiosa”; “obtengan un billete de dos dólares y no les dará covid”; “lo mejor contra la pandemia son los baños de pueblo”; “con no mentir, no robar y no traicionar, esa enfermedad desaparece”. “el covid es enfermedad de ricos, no pega a los pobres”, “el covid nos vino como anillo al dedo”.

        Y, ahora, después de asesinar a cientos de miles de mexicanos el gobierno federal, por su pésima política en salud, Amlo invitó a todos a ser rebaño en el Zócalo de la CDMX el próximo 1 de diciembre, para echarles un discursillo cuajado de mentiras.

        Con todos los defectos de Peña Nieto, Calderón Hinojosa y Fox Quesada, ninguno de ellos se hubiese atrevido a expresar tamañas sandeces ante un infortunio semejante.

        Igual puedo afirmar de José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Jaime Rodríguez, quienes compitieron (junto a Amlo) por la presidencia en 2018; también éstos, por más limitados, deformados y broncos, no los siento capaces de soltar tales barrabasadas en vínculo con ese mal.

        El narcisismo de Andrés Manuel es arrasante; y nos falta al respeto a todos los mexicanos: “Si yo no fuera presidente…”, pobres de los mexicanos, tratándonos como incapaces o idiotas.

        Recuérdese otra reciente afirmación de López Obrador: “Es sólo un problema de distribución… pero el lunes (próximo) voy a tener una reunión para resolver el desabasto de medicamentos… y les vamos a ganar a las papitas y a los refrescos… o me dejo de llamar Andrés Manuel”.

        Supongo que se comprometió a resolver ese problema en todo México; supongo que se refirió a este lunes 29 de noviembre; supongo que no debió mezclar papitas y refrescos con medicamentos.

        Y nos dijo a todos que si el problema sigue (después de esa reunión del día de hoy) se dejará de llamar Andrés Manuel.

        Lo que no aclaró, es qué nombre se pondrá.        

        Tampoco señaló si radicará un juicio para la variación de su patronímico.

        Podría ser, con sus eufemismos y ocurrencias, que encargue al INE (sin darle dinero) organizar una votación popular que decida el sustituto de su actual apelativo.

        Llegado el caso, el pueblo sabio saldrá a votar, y cada voto será certero al imponer el mote a ese pícaro tabasqueño, quien, incansable, sigue dando puntadas sin hilo, sembrando deforestación, corrompiendo altos mandos de fuerzas armadas, y fortaleciendo el chocolate familiar.

 


lunes, 22 de noviembre de 2021

 LOGOS

¡Eureka!

INVENTOR DEL CAMBIO

        Antes, se escarbaba en nuestro territorio en busca de tesoros y piezas antiguas de valor.

        Hoy, se remueve la tierra en busca de cadáveres generados por la abundante y creciente delincuencia, abonada por la ineptitud y los abrazos gubernativos.

        Así, el suelo nacional lo han convertido en un enorme cementerio los que un día declararon la guerra, pero lo han acrecentado los que, ahora, apapachan con abrazos al crimen organizado.

        La salud como derecho humano, garantido por nuestra Carta Magna y por el gobierno, ha decaído.

        La productividad mexicana está a la baja. El desempleo al alza. Desataron a la inflación, y la pobreza sigue en aumento.

        Mientras, la 4T con nuestros impuestos se fortalece, para exclusivamente ganar elecciones. El presidente Andrés Manuel López Obrador se olvidó de que no sólo de elecciones vive el mexicano.

        Partamos de la certidumbre heracliteana de que todo está en constante cambio.

        Y nuestro país está urgido de evoluciones, pero de cambios que le resuelvan los graves problemas que lo aquejan, y no de transformaciones que empeoren su vida.

        Porque hay de cambios a cambios, y debemos saber distinguirlos: los naturales y los producidos por los humanos, los de fondo y los de forma, los reales y los construidos sólo con palabras engañosas, entre muchos otros tipos de renovaciones.

        Pero también existen los cambios que se forjan para no cambiar; de éstos, nos habla la única novela del noble italiano Giuseppe Tomasi de Lampedusa (1896-1957), ‘El gatopardo’, publicada un año después de su muerte.

        El jesuita Pirroni le dice al príncipe Fabrizio de Salina: “Qué hermoso país sería éste, excelencia… (y pensó el príncipe, ‘si no hubiese tantos jesuitas’) nos han prometido tiempos nuevos, pero luego todo seguirá lo mismo, y todo estará cambiado” Así recordaba las ambiguas palabras de Tancredi, y las comprendía a fondo; “… era el tranquilizador secreto, sucederían muchas cosas, pero todo habría sido una comedia. Este es el país de las componendas, y cambia, para que todo quede tal cual.”

        De esa forma Lampedusa describía a la región siciliana de Italia, para relatarnos como veía a su mundo y a su tiempo.

        Pero no hay duda, al menos en mí, que el gatopardismo sigue haciendo de las suyas en el México actual.

        “Acabaré con la corrupción” fue promesa de un candidato, ratificada reiteradamente en la retórica del presidente López Obrador.

        Y lo que está acabando es su sexenio, porque la corrupción va en franco crecimiento.

        Cambió el corruptor. Antes era Enrique, Felipe o Vicente, hoy es Andrés Manuel.

        Los corrompidos aumentaron en número; algunos cambiaron, y otros siguen siendo los mismos. Se les corrompe para que ciegamente cumplan y expresen el vergonzoso versito: “Es un honor estar con Obrador”.

        Y, curiosamente, todo lo que López Obrador toca, en el fondo, lo empobrece.

        Si inventó una 4T, es porque supone que hubo una 3T, 2T y 1T, y de esta manera, Amlo rebajó a la Revolución Mexicana a ser una simple 3T, a la Reforma la degradó a 2T, y a la Independencia le puso el mote de la 1T.

        A la antigua, urgente y honrosa, labor de sembrar árboles en gran cantidad, y cuidarlos en su desarrollo, que a mediados del siglo XX se le llamó “sembrando vida”, Andrés Manuel la presenta como idea suya, y en un descuido ya la patentó.

        ¡Eureka! López Obrador es el inventor del cambio, y el primer humano al que se le ocurrió sembrar árboles.

        Su proyecto en México ha fracasado, y quiere exportarlo; pero, todo lo que toca lo empobrece.

 


lunes, 15 de noviembre de 2021

 LOGOS

Desordenar a México

CAUSÓ LA REVOLUCIÓN DE 1910

        Cerca de 35 años gobernó a México Porfirio Díaz Mori bajo el lema de “Orden y Progreso”; así, en esa alineación valorativa.

        La fuerza impuso el orden, y la gente lo aceptó como normal costumbre.

        El progreso, a la vista de todos, y a su costo, concentró riqueza, provocando desigualdades peligrosas.

        México, en 1910, tenía 15 millones de habitantes. El poder lo ejercía el autócrata, y la masa lo llamó: “caudillo de la democracia”, “benefactor de los pobres”, “castigador de la maldad”, “destructor de los conservadores”, “presidente de honradez sin mancha”, “general humano”, y “dios de la guerra”, según letra del corrido que le cantaban el día de su cumpleaños (15 de septiembre) los diputados y los ministros de la Suprema Corte de aquel tiempo.

        “Las mañanitas del rey David” no existían. A Porfirio Díaz, sus lambiscones, le coreaban ese corrido con las mismas notas musicales, actualizándole, año tras año, la letra del épico mensaje.

        Al parecer, los legisladores y ministros del porfiriato entonaban mejor que los diputados federales de Morena, PT y del Verde de la presente legislatura, en este desvergonzado año 2021.

        Cierto que (para cantarle al presidente) el escenario de la Cámara de Diputados de San Lázaro es superior, con todo y sus medios de comunicación masiva, a los viejos foros lacayunos de los tiempos porfirianos.

        Al inicio de esa revolución, el 82% de los mexicanos era analfabeta, y los propietarios de inmuebles eran el 1% de la población.

        La movilidad socioeconómica era imperceptible. Era casi nula la posibilidad de mejorar la vida de los pobres. El dictador no toleraba ninguna oposición.

        Había oponentes que, fuera de ley, lucharon políticamente con sentido ético: Ricardo, Jesús y Enrique, Flores Magón, Filomeno Mata, Francisco I. Madero.

        Otros oponentes carecían de sentido político, pero eran eficaces delincuentes: secuestradores, abigeos, asesinos, violadores, asaltantes, como Pancho Villa y Pascual Orozco, con gran capacidad para matar.

        Desde la Independencia de México, hasta el día de hoy, el gobierno de los Estados Unidos de América ha estado interviniendo en cosas importantes de nuestro país.

        Sólo en su guerra civil se desentendieron de los mexicanos. El emperador francés Napoleón III aprovechó ese descuido para intervenir en nuestra nación, imponiendo como Emperador de México a Maximiliano de Habsburgo, con el fin de frenar el acelerado expansionismo gringo.

        Una vez resuelto su conflicto de secesión, auxiliaron a Juárez hasta aprehender al emperador, cortando de tajo el sueño francés con el fusilamiento de las tres emes: Maximiliano, Miramón y Mejía.

        Triunfó la Reforma contra la intervención francesa y el estado eclesiástico que sobrevivió a la independencia. Se instituyó a México como estado civil y laico, con nueva constitución y sus leyes de reforma.

        El desarrollo reformista condujo al país a la dictadura de Porfirio Díaz, destacado militar liberal, quien duró tanto en el poder, que aprendió a frenar los avances del capitalismo estadunidense sobre México, a grado tal que allá, en EU, se fraguó la caída de ese autócrata.

        Proyectaron a Francisco I. Madero como cabeza de la revolución, y dieron armas y municiones a los gavilleros Pascual Orozco y Pancho Villa, quienes como jefes de hombres partieron la espina dorsal al ejército porfirista.

        Díaz, reelecto por 6 años en 1910 como presidente, decidió renunciar, dejando camino libre a los revolucionarios, los que en sus ansias de guerra y con el asesinato de Madero y de Pino Suárez, terminaron matándose los unos a los otros.

        A quien el gobierno estadunidense apoyó con armas, municiones y dólares, ganó en 1915: Venustiano Carranza, con la bandera constitucionalista.

        El asesinato de Madero y de Pino Suárez lo ordenó el gobierno yanqui, por así convenirles.

        La hora y el día para levantarse en armas (en contra del dictador) los fijó Madero con gran ingenuidad en el Plan de San Luis: “20 de noviembre del 1910, a las 6 de la tarde”. Este plan se firmó el 5 de octubre de 1910 en San Antonio, Texas, USA.

        Van a cumplirse 111 años del inicio de la Revolución Mexicana, la que no sólo concluyó con un millón de muertos, destrucciones y balaceras tremendas, sino con logros, entre otros: “orden y progreso” para bien, pero generando, dialécticamente, los males que hoy padecemos.

        En este aniversario se proyectan marchas militares en el centro del país, y en la capital de cada entidad federativa.

        Los festejos se harán bajo la atmósfera desordenada que persiste y se agudiza en México: un millón de mexicanos muertos por covid y por la inseguridad de crimen organizado con armas y municiones de los EU, aumento de la pobreza, educación pública y privada a la baja, pésima distribución de la riqueza, descenso en la producción, aumento de desempleo, la desunión de los mexicanos fraguada desde la presidencia de la república, la torpe lucha por el poder, nueva corrupción programada desde el gobierno, con todos sus efectos de hecho y de derecho.

        Entendamos este proceso histórico, redireccionándolo inteligente y eficazmente.

        La revolución que viene, provocada, modificará nuestra geografía, economía, política, y nuestra historia.

        Los de abajo y los de arriba deben cuidar su clase media; sepamos producir riqueza y redistribuirla mejor. Todos debemos estar unidos, a pesar del autócrata que torpemente pretende desunirnos.

        No hay mal que dure 6 años; ni pueblo que lo resista.

 


lunes, 8 de noviembre de 2021

 LOGOS

Repeticiones fatídicas

¿MEXICANOS MALAGRADECIDOS?

        El pecho del actual presidente de México no es bodega, según su confesión reiterada.

        Lo que siente lo dice, aunque dañe al país, y se afecte a sí mismo.

        Suelta juicios presidenciales prejuiciados y ocurrentes, irresponsablemente; por ello, los medios de comunicación masiva (con paga oficial) maquillan y mejoran sus decires, mientras los otros medios, sin esa gracia del erario, los reproducen en forma literal.

        Recientemente externó el presidente: “La gente pobre es muy agradecida… en cambio la gente de la clase media, no generalizo, llega al centro de vacunación molesta… Y a la pregunta, ‘ya la atienden’, responde, ‘¿cuánto tiempo va a durar?’, ‘¿qué vacuna es?’, ‘no quiero que me vayan a meter ese chip comunista’, ‘eh, eh, apúrese’, ‘¿por qué se tardaron tanto?’, ‘tienen la obligación de vacunarnos’, ‘es nuestro dinero’, ‘son nuestros impuestos’. Y ni siquiera nos dan las gracias al retirarse.”

        Ya antes, el presidente había calificado a la clase media como “aspiracionista… ingrata… sin escrúpulos morales… hitleriana y pinochetista”.

        El presidente indica que no generaliza, cuando se trata de la clase media.

        El presidente no debería generalizar en nada, si buscase la mayor certeza.

        El agradecimiento no es exclusivo de la gente pobre, como tampoco es monopolio de la clase media.

        Igualmente, los desagradecidos pueden ser de la clase media o de la pobre; en miembros de ambas clases puede germinar la ingratitud.

        Pero un presidente de la república, que tenga un mínimo de sensatez, debe gobernar para todos los mexicanos, repito, ¡para todos los mexicanos!, pues resulta insensato o locura imprudente, que marque oficialmente dicha división: de ricos, clase media y pobres, en la población bajo su gobierno, y sin tener sentido positivo a la vista.

        De 126 millones de mexicanos, ¿cuántos son de la clase media?

        Según el INEGI la clase media mexicana es el 42.2%; es decir, los miembros de esa clase socioeconómica son cerca de 53 millones y medio de humanos.

        Las clases sociales son una realidad. No hay duda; y, por esto, la Revolución Mexicana instituyó en la Constitución de 1917 las bases para que la clase medida sirviera de colchón entre ricos y pobres, y pudieran, éstos, irse sumando a la clase media del país.

        Al menos nuestra Carta Magna así lo ordena.

        Vale preguntar, ¿por qué a esos preceptos vigentes no los hacemos reales y positivos?, en lugar de que con una 4T aviesa y cínica se ande buscando, aventuradamente, suave piel al nopal espinoso, dientitos de leche al águila y chiches a la serpiente.

        Observemos, a su caída, el emperador Agustín de Iturbide calificó a sus súbditos de “ingratos”      

        Otro López, llamado Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón (alias Antonio López de Santa Anna), de quien Justo Sierra escribe “que las masas populares se empeñaban en verlo como un mesías”, al ser derrotado aseguró mirar “un proceloso mar de ingratitud”.

        Ese López de Santa Anna a quien Enrique Krauze llamó “seductor de la patria”, siendo esta expresión utilizada por Enrique Serna como título de su atrayente novela, ese López (6 u 11 veces presidente, según se cuente) dijo en sus inicios que llegaba al poder “con toda humildad”, y concluyó, el sinvergüenza, como “alteza serenísima”.

        Y Porfirio Díaz Mori, ese destacado militar a quien Benito Juárez calificó como “un hombre que mata llorando”, pero a quien, llegado al poder, la multitud lo aclamó como “caudillo de la democracia”, porque se postuló a la presidencia de la república tres veces, bajo el lema de sufragio efectivo y no reelección; en las dos primeras fracaso, pero él denunció complot, por robarle esas elecciones.

        Mas la tercera fue la vencida.

        Porfirio Díaz llegó a la presidencia en 1877. Concluido el cuatrenio, no se reelige la primera vez. Pone a Manuel González como su títere en la presidencia. Terminada la simulación, se reelige ese “caudillo de la democracia” hasta que, por la fuerza de las armas, lo echaron de la presidencia en 1911.

        Díaz concentró todo el poder, y toda concentración tiene sus límites. Si se rebasan, explota e implota, por causas externas e internas. Por esto quedó desbancado a sus 81 años.

        Al subirse al Ipiranga (cañonero de la armada brasileña que lo llevó al exilio y a Europa) dijo a sus acompañantes: “Madero ha soltado el tigre; veremos si puede controlarlo”.

        Años después de vivir en París, y viajar por diversas partes del mundo, viejo, deprimido y abrumado, le dijo a Federico Gamboa: “Deseé la felicidad de mis compatriotas, y recibí su ingratitud… Me siento herido. Una parte del país se alzó en armas para derribarme, y la otra se cruzó de brazos para verme caer.”

        La historia se refrenda (en su dialéctica forma) una y otra vez. Son repeticiones fatídicas.

        El poderoso quiere que todos le agradezcan todo, ¡Vaya ingenuidad!; y al dejar el poder, o cuando el poder lo deja a él, o lo echan del poder, todos a su derredor son unos ingratos.

        Pocos han aprendido el arte de ejercer el poder; y frente a éstos, espíritus superiores, los mexicanos siempre son agradecidos, y jamás ingratos.

 


lunes, 1 de noviembre de 2021

 LOGOS

No asistió al G20

EL PRESIDENTE “POPULAR” Y COSTOSO                   

        Hace días se llevó a cabo en Roma, Italia, una reunión más del G20, organismo que ha generado el espacio apropiado para intercambiar informes e ideas, y tomar decisiones, por parte de los países más poderosos del mundo, sobre temas de importancia internacional.

        El presidente de los EU Joe Biden, en persona, enriqueció el debate y los acuerdos sobre el cambio climático en el planeta.

        Los jefes de estado de China y de Rusia no asistieron personalmente, empero, participaron ambos, cada quien en su turno, aportando valiosos puntos de vista a través de plataformas cibernéticas.

        Vladimir Putin planteó la urgencia de ser ágiles en el reconocimiento, mutuo, de las vacunas contra el covid-19.

        Xi-Jinping subrayó la necesidad de que el desarrollo global sea más equitativo y, además, inclusivo.

        Los asuntos torales fueron: la lucha contra el covid y las previsiones para futuras pandemias; medidas para afrontar el cambio climático; mejorar la arquitectura fiscal de cada estado para garantizar que las empresas multinacionales contribuyan en forma equitativa en cada nación; suprimir paraísos fiscales; tomar medidas inmediatas para que las compañías digitales aporten contribuciones pertinentes; interconectar más a las economías de los países, haciendo menos turbulentos esos vínculos al fijar con precisión lo que es la justicia en cada caso.

        Y algo básico, tomaron medidas prácticas programadas para los años 2022 y 2023 y, al fin de estos años, evaluar los efectos, cuidando que el multilateralismo no siga agudizando la desigualdad.

        Al parecer, nadie echó de menos, en esa asamblea, la inasistencia del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, “subcampeón de popularidad en el mundo”, según una revista que, acaso, andaba jugando bromas.

        Amlo delegó su representación en el secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard, quien sabe aprovechar estos foros (y otros) en abono de su futuro electoral.

        En cambio, López Obrador tiene fobia a salir del país, a foros internacionales. Él se siente como peje en el agua en su mañanera y en los escenarios huehuenches controlados por su equipo.

        Su inclinación natural es hacía la desconfianza, y en el extranjero se multiplican sus temores.

        Incluso, al interior del país, en el fondo de su alma, sospecha de todos: parientes, amigos, compañeros, colaboradores, y hasta desconfía de su propia sombra.

        Obligado, este 9 de noviembre próximo, el presidente mexicano estará en Nueva York para visitar la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ya que nuestro país asumirá la presidencia de su Consejo de Seguridad.

        Previamente Andrés Manuel anunció su tema: “Voy a hablar de lo que consideró el principal problema del mundo, la corrupción que produce desigualdad. Sobre eso va a ser mi mensaje”.

        Amlo tiene años fijando nuestra agenda nacional.

        Su capacidad para manipular la atención de los mexicanos es reconocida; pero la programación mundial no la maneja. Así que desde esa tribuna planetaria nos seguirá hablando a los mexicanos, a sus paisanos, desaprovechando la oportunidad para hablar ante el concierto de las naciones.

        Desde la ONU ejercerá como mañoso distractor de alcances provincianos.

        En esa tribuna no dirá que la ecología y el cambio climático son un simple invento del “neoliberalismo”, ni menos aseverará que sus grandes obras públicas (refinería Dos Bocas, tren maya, y aeropuerto Santa Lucía) ya contaminan arduamente.

        Tampoco dirá que nos ha mentido a los mexicanos, y que esa es una forma grave de corrupción; como tampoco presentará los casos de saqueo en su administración por sus parientes, amigos colaboradores y compañeros de partido.

        Ni revelará el secreto de cuántos millones de pesos nos está costando el presidente de la república cada mes.

        Silencio respecto a sus corrupciones. ¡Sólo silencio!