Sun Tzu y El arte de
la guerra
EVOCANDO A MI
HERMANO HUMBERTO
Hace muchos años llegó, al despacho de
abogados encabezado por Humberto Aguilar Cortés, nuestro amigo y también
abogado Roberto Mendoza. Llevaba, a parte de su buen humor con gotas de acidez
crítica, dos ejemplares de la obra de Sun Tzu, El arte de la guerra.
Un ejemplar para Humberto, y otro para
mí. Ese libro me era conocido, y lo llegué a poner, entre otros, como una
lectura obligada en algunos cursos de Ciencia Política en la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo, materia de la que obtuve la titularidad por concurso de oposición,
desde que se incluyó en el programa de estudios.
Ese obsequio sirvió para comentar con
Humberto sobre el contenido de la obra, aplicándolo a los problemas político
sociales que vivíamos y padecimos en esa etapa de nuestra vida.
Algunos de los asiduos asistentes a la
peña de tertulias, que en el despacho jurídico se formó, recordarán nuestras
fraternales confrontas, tan reconfortantes, como ahora añoradas.
Esas escaramuzas dialécticas las he
echado de menos. Va a ser un año que se fue, y no he encontrado un interlocutor
de esos niveles en el campo del derecho.
"Tzu" en mandarín significa
"maestro"; por ello, al autor del libro al que he hecho referencia se
le conocía en su tiempo, el siglo V antes de nuestra Era, como el "Maestro
Sun", quien con su obra influenció al mundo occidental en todo tipo de
guerras: económicas, militares, políticas, deportivas, amorosas, y en otras
áreas de menor peligro.
Eficaces estrategas en la historia del
hombre leyeron El arte de la guerra.
Mao-tze-Dong y Hó Chi-Minh, el primero en la Revolución China, y el segundo en
la lucha vietnamita en contra de los invasores gringos; ambos utilizaron
magistralmente ese libro, escrito originalmente en tablillas de bambú, con una
interpretación actualizada y aplicable a las necesidades de sus respectivas
guerras.
"Poder vencer al enemigo sin llegar
a la batalla... porque el supremo arte de la guerra consiste en someter al
enemigo sin lucha cara a cara". Éste es uno de sus mensajes centrales, y
esta conceptualización, con sus variables, sigue vigente.
"Todo arte de la guerra está basado
en el engaño... Si las fuerzas del enemigo son superiores, evítalo; simula ser
débil para que crezca su arrogancia... No hay ningún país que se haya
beneficiado de guerras prolongadas... Usar al adversario para aumentar la
propia fuerza de uno... Ganará el que sepa manejar las fuerzas superiores de
sus enemigos, y las propias cuando son inferiores."
La desigualdad entre el poderoso y el
débil genera asimetrías. Y el frágil puede aprovecharse del fuerte si lo
atrampa en las redes de su propia fortaleza, en donde su capacidad de
destrucción lo autodestruye.
Hoy, recuerdo a mi admirado hermano. ¡Humberto
Aguilar Cortés fue gran un maestro!, en la amplia extensión de este concepto.