lunes, 31 de enero de 2022

LOGOS

Vigencia y vivencia

CONSTITUCIÓN DE MÉXICO

        ¿Por qué no se labora el día 7 de febrero de 2022?

        La respuesta es sencilla: Ese día 7 es descanso obligatorio, por lo que se conmemora el día 5 de febrero.

        Y si algo importante se conmemora el 5 de febrero, ¿por qué no descansamos el 5 de febrero, y no el 7 de ese mismo mes?

        Pues porque el 5 de febrero es sábado, día no laborable; y, además, así lo dispone nuestro sistema jurídico.

        Pero… ¿que se conmemora el 5 de febrero?

        A esa pregunta, a boca jarro, la mayoría de los mexicanos, actualmente, no saben con exactitud que se evoca en esa fecha.

        Pocos (de los 126 millones de compatriotas) dirán: es el día en que se promulgó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

        Desde luego, los pocos que rememoran esa data con nuestra Carta Magna, no todos distinguen qué es iniciar, discutir, aprobar, sancionar, promulgar y publicar, una constitución, ni cuántas constituciones hemos tenido durante la vida independiente de nuestro país.

        Total, mayoritariamente reducimos el 5 de febrero a un simple día de descanso.

        Lo grave del caso es que con ello se transluce la ignorancia sobre nuestros deberes y nuestros derechos y, como una de sus consecuencias, se revela la dejadez de la población, convirtiéndonos en presas fáciles para que los poderosos nos manipulen y nos exploten.

        El derecho mexicano (constituido por nuestra constitución federal con todas sus leyes reglamentarias, juntamente con las constituciones estatales y sus leyes reglamentarias) no es algo que sólo competa a los juristas, licenciado en derecho, o abogados, sino que es un asunto del interés de todos.

        De ahí que nuestro derecho debe ser breve, claro, accesible y de aplicación imparcial para todos.

        Porque actualmente (y éste es uno de los gravísimos problemas) nuestro derecho es excesivo, oscuro, enredado, creado por el pudiente en turno para cubrir sus intereses, pero siempre diciendo la gran mentira, que todo se hace a favor del pueblo.

        A principios del siglo VI antes de nuestra Era, los espartanos le pidieron a Licurgo que hiciera la Constitución de Esparta; él puso como condición que todos los niños de 5 a 10 años se le entregaran seis días de la semana para prepararlos en orden, patriotismo, guerra, lealtad, trabajo, disciplina, resistencia, audacia y productividad.

        Las familias espartanas aceptaron la condición y, pasados tres años, salió de esos cursos la primer generación. Fue entonces cuando le preguntaron al sabio: ¿Y dónde está la constitución?; contestando éste: “Está gravada en el cerebro y en el alma de sus hijos”.

        Décadas después, los atenienses le encargaron a Solón la tarea de hacer la constitución de Atenas; y éste la hizo escrita para que todos la leyeran y la cumplieran.

        El actual derecho no escrito de la Europa del norte tiene como vieja raíz a Licurgo.

        El actual derecho escrito de la Europa del sur tiene como vieja raíz a Solón.

        España impuso su derecho escrito en sus colonias. La Nueva España es actualmente Estados Unidos Mexicanos (México), con un derecho escrito en papel, pero no está escrito en el cerebro y el alma de cada mexicano.

        Para honrar a nuestra constitución, y honrarnos a nosotros mismos, respetemos en principio la esencia de nuestra Carta Magna, pero hagámosla breve, clara, accesible y de aplicación imparcial para todos; igual que a las leyes que de ella emanen.

        Así, acabaríamos con el actual autoritarismo, sin permitir ningún otro.

 


lunes, 24 de enero de 2022

LOGOS

El nuevo testamento

MÉXICO, INMUEBLE DE AMLO

        Quienes tienen o han tenido poder, en la política, viven o han vivido lo que son las sensaciones del inicio y del final de ese ejercicio de potestad.

        Obvio, ese sentimiento de poder tiene denominadores comunes, pero también tiene diferencias específicas.

        Cada uno vive el poder a su manera.

        Javier Coello Trejo (el llamado por el presidente José López Portillo “el fiscal de hierro”) en sus ‘Memorias’ describe con cierto atractivo el pasaje en que por órdenes del presidente Carlos Salinas de Gortari detiene en Tampico a Joaquín Hernández Galicia, poderosísimo líder petrolero, mejor conocido como La Quina.

        Cuando logra la captura, y neutraliza a todos los líderes afectos ciegamente al máximo dirigente de PEMEX, rinde informe con amplios detalles al presidente Salinas; y éste, satisfecho del logro, pronunció las siguientes palabras: “Ahora soy presidente de México”.

        Es decir, Salinas de Gortari duró cerca de un mes y diez días como presidente formal, pero sin sentirse presidente real, puesto que vivió la sensación de que el poder estaba en otras manos, en las de ese dirigente cetemista, quien podía más que el presidente.

        Citaré casos relativos a esa inicial sensación de tener el poder.

        El presidente Plutarco Elías Calles gozó del inicio de ese regusto, hasta que asesinaron a Álvaro Obregón, el 17 de julio del 1928.

        Los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, nunca probaron esa sensación de poder. Quien mandaba era Calles.

        El presidente Lázaro Cárdenas del Río fue durante cerca de año y medio títere de don Plutarco, del diciembre de 1934 hasta el 10 de abril de 1936; fecha, esta última, en la que por órdenes de presidente Cárdenas 20 soldados y 8 policías fuertemente armados detuvieron a Calles, por sorpresa y en la madrugada, en su hacienda de Santa Barbara, para horas más tarde subirlo a un avión que lo llevó a EU, al exilio.

        El 10 de abril del 1936 Lázaro Cárdenas del Río tuvo esa sensación inicial de ejercicio del poder, y en su fuero interno pensó: “Ahora soy presidente de México”.

        La vida no perdona. Sensación similar vivió el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León cuando observó la foto de su antecesor, Carlos Salinas, sentado al borde de una cama, humillado y en huelga de hambre. En ese instante el presidente Zedillo se dijo a sí mismo: “Ahora soy presidente de México”.

        El caso del presidente Andrés Manuel López Obrador tiene diferencias específicas muy sui generis.

        Desde su triunfo electoral contundente (el 1 de julio del 2018, “aiga sido como aiga sido”, como dicen que dijo su colega, el presidente Felipe Calderón), la sensación de poder la tuvo de inmediato, y la ha ejercido sin mesura, bajo la complicidad del presidente Enrique Peña Nieto.

        Empero, su ambición de poder ha sido desmedida; ¡vamos!, no tiene llenadera.

        Y el poder corrompe, en la medida del apetito; y en abundancia puede acabar con la salud (física o mental), o con vida del poderoso.

        El ardor y la apetencia de poder suelen conducir a la sobre dosificación; y esta conducta inmoderada se convierte en vicio, y provoca embolias cerebrales, ataques cardiacos o locuras.

        Esas enfermedades suelen disfrazarse de patriotismo, y provocan frases como: “Voy a dejar mi testamento político; es por la cuarta transformación de México... hay presidente para un tiempo...”

        Así, la vieja frase, “ahora soy presidente de México”, queda transformada en: Seré presidente de México hasta muerto, el país es mío.

        A Amlo le urge seguir gobernando, y ejerciendo poder, más allá del final de su vida.       Su apetencia inmoderada de poder lo conduce a no tener confianza en ninguno de los 126 millones de mexicanos que puedan sobrevivirle.

        Sólo él sabe y puede gobernar, y en su nuevo testamento tiene como haber hereditario un inmueble más: México.

  


lunes, 17 de enero de 2022

LOGOS

Vicios persistentes

CORRUPTOS EN LA VACUNACIÓN

        José Joaquín Vicente de Iturrigaray y Aróstegui de Gainza y Larrea (1742-1820), de oficio militar, fue uno de los más corruptos virreyes que tuvo la Nueva España.

        Su virreinato (el quincuagésimo sexto en esa colonia) casi duró un sexenio, de principios de enero del 1803 a mediados de septiembre del 1808.

        Dos graves problemas con que se encontró a su llegada a la Villa Rica de la Veracruz, y durante su traslado a la Ciudad de México, fue el de la viruela, y el de la corrupción.

        La administración virreinal robaba a lo descarado; y, tres de cada cinco indios morían de esa terrible epidemia.

        Niños, mujeres y hombres, eran devorados por abundantes granos en sus cuerpos, con sangrados purulentos.

        Los moribundos y los cadáveres se encontraban tirados por doquier, rodeados de inmundicia y suciedad. Esa muerte pestilente y degradante era desoladora.

        Ante ese infernal desastre, los indígenas sentían ser víctimas de la ira de sus antiguos dioses; y los españoles, mal orientados por los misioneros católicos, juzgaban que si dios, así lo quería, sus razones divinas debían ser respetadas.

        Mientras, la Inglaterra de principios del siglo XIX liberada del dogmatismo religioso, y en desarrollo de un esfuerzo científico, apoyó al doctor Edward Jenner (1749-1823) inventor de la vacuna, al tomar de las vacas de la Europa del norte dosis débiles del fluido de sus viruelas, para insertarlas en los organismos humanos y salvarles la vida.

        Con esa vacuna los doctores españoles Francisco Xavier Balmis (1753-1819), José Salvany Lleopart (1778-1810), junto con la extraordinaria mujer, Isabel Zendal, cuidadora de los niños que portaron la vacuna a América, y con algunos otros auxiliares, llevaron a cabo la ‘Real Expedición Filantrópica de la Vacuna’, para erradicar la viruela de las colonias españolas, por órdenes y con el apoyo del Rey Carlos IV.

        Al llegar a la Ciudad de México en 1804 se encontraron con el virrey Iturrigaray, quien por corrupto puso trabas para la vacunación, pues él no había venido a gobernar, sino a robar.

        Cuando en España le instaron juicio de residencia, el fiscal lo acorraló en su confesional, en varias ocasiones: “¿Admitís haber aceptado regalos por empleos de gracia, y el manejo de servicios de salud?” A lo que contestó: “No señoría, no lo admito”. El fiscal replicó: “Su esposa confesó haber recibido alhajas, dinero, oro, bienes”. Y a esto respondió Iturrigaray: “Yo no recibí nada. Mi mujer era la encargada de recibir todas esas cosas”.

        Justo es reconocerlo, otras autoridades en las colonias españolas si auxiliaron a la vacunación en contra de la viruela, y no la usaron para hacerse más ricos. En aquellos tiempos, también, hubo gente honrada.

        De todo esto da cuenta el escritor español Javier Moro, en su extraordinario libro ‘A flor de piel’. Y un sinnúmero de libros y documentos dan razón de los corruptos, y de los malos gobernantes con relación a la vacuna y a la viruela, como, a su vez, se da noticia de los buenos funcionarios que salvaron vidas ante ese padecimiento.

        Ahora, en este 2022, México y el mundo siguen sufriendo el embate de una epidemia: el coronavirus en sus diferentes variantes.

        Los registros históricos, actualmente, se han venido anotando y valorando sobre la conducta de los gobernantes frente a este mal.

        Ha habido jefes de estado muy responsables; empero, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sigue pensando que el covid le llegó “como anillo al dedo”, negando la vacunación a los menores, teniendo las compras de vacunas y su aplicación en la mayor de las opacidades, como secretos de estado, y falseando el verdadero número de muertos por esta epidemia.

        Andrés Manuel no es culpable de que haya llegado el covid.

        Es culpable de su política de salud pública, errónea y delictiva, frente a este terrible mal.

        Toda proporción guardada, Amlo me recuerda respecto a la corrupción, y a esos azotes pandémicos, al virrey José Iturrigaray.

        Recordemos las propias palabras del presidente López Obrador: “El remedio contra el covid es no robar, no traicionar y no mentir”; y a Andrés Manuel ya le ha dado covid dos veces.

        A confesión de parte, relevo de prueba.

 


lunes, 10 de enero de 2022

 LOGOS

Morelos Canseco González

HONOR A SU MEMORIA

        Mucha gente buena que he tenido la honra de conocer, y tratar, se ha muerto. Siento la certidumbre de que mi mundo se va despoblando.

        Y por más que lo reconstruyo, para renovarlo, (tarea por demás satisfactoria) el efecto de esos vacíos me provoca añoranza.

        Terminábamos la comida el día de los santos reyes, con mi familia, cuando entró una llamada telefónica dándome noticia de la muerte de mi amigo Morelos Canseco González.

        Tenía noticia de sus padecimientos, pero hay defunciones que no por esperadas dejan de ser menos dolorosas.

        Mi primer impulso, compartido con mi esposa, fue comunicarme con nuestros amigos: María Antonieta Canseco de Garrido y José Antonio Garrido Mejía y, a ambos, les hicimos saber nuestro sentimiento de solidaridad.

        Ellos, con grata y periódica frecuencia nos convocan a su hogar; y, ahí, en franco abuso de los anfitriones, convertimos las horas en intensas tertulias sobre política, economía, estética, historia y literatura, salpicando con anécdotas de chismorreo político, temas que para algunos parecerán aburridos y técnicos.

        En ese informal, pero afable, círculo de estudio y aprendizaje hemos ejercido el arte de convivir, y asimilamos las reglas de escuchar, para sostener conversaciones productivas.

        Dentro de ese vínculo de armonía humana, tomamos del filósofo de Éfeso su teoría. Heráclito aseguró, en uno de sus fragmentos: “No hay ejes centrales, pues todo se pivotea a través de todo”.

        Lo que siempre hubo, en nuestros encuentros, fue la admiración y el respeto para Morelos Canseco González, no sólo por su edad, sino sobre todo por su lúcida inteligencia.

        Curiosamente, partes de las raíces familiares del tamaulipeco Morelos Canseco, y segmentos de su descendencia, vivieron y/o viven en Morelia.

        Por lo que a mí respecta, me cruce con él en la LI Legislatura Federal; Morelos como senador, yo como diputado. Nunca había conocido una persona que llevara como nombre el apellido del prócer que se llamó a sí mismo “Siervo de la Nación”.

        Con sentido de orgullo me explicó la razón familiar de su primer apelativo.

        Desde aquellos ayeres ambos fomentamos nuestra amistad. Llegamos a ser conductos políticos y legislativos eficaces entre las dos cámaras del Congreso de la Unión, y en las reuniones interparlamentarias con los legisladores de los EU hicimos frente común con un nacionalismo respetuoso para todos los pueblos de la Tierra.

        Sus convicciones fueron firmes y congruentes, y mucho aprecié su generosa atención (inmerecida) de ponerme a leer los primerizos textos de sus libros, los que goce antes de que fuesen editados.

        ‘De la Epopeya un Gajo’, ‘La Revolución Mex-Americana’ y ‘De Política Mexicana, Recuerdos (1948-2004).

        Aseveró Morelos Canseco que “la amistad es el más noble de los sentimientos; sin embargo, en el ámbito político la amistad es casi imposible, pues la ambición y el poder, en muchas ocasiones, lastiman y rompen lazos que se suponían permanentes”.

        Gustaba de hacer viajes al pasado, con el fresco ánimo de vislumbrar mejor al porvenir.

        Morelos despidió, con análisis políticos, a su dos mejores amigos: José López Portillo y Javier García Paniagua.

        Ahora, ante su muerte, nos toca presentar nuestra solidaridad a toda la apreciable familia de Morelos Canseco González.

        De él recordaremos, como ejemplo, lo mejor de su vida; deseando paz para sus restos, y honor para su memoria.

 


miércoles, 5 de enero de 2022

 LOGOS

De ogros a ogros

DERRIBADA ESTATUA DE AMLO 2022

        Una falsa ilusión esperanzadora nos hace desear que cada año que adviene (conforme al calendario gregoriano que nos rige) nos aporte cosas buenas y nuevas.

        Pero la realidad no corresponde siempre al deseo.

        Lo cierto es que lo plantado y sembrado en el 2021, y en los lapsos anuales anteriores, es lo que cosecharemos en este año de pares que, según pesimistas versificadores: nos traerá pesares, y según los optimistas: hará bien en los hogares.

        Rimadores al margen, nuestro Premio Nobel de Literatura 1990, Octavio Paz, en su obra ‘El ogro filantrópico’, nos describió a ese ogro como concentrador de poder: “En México la realidad de realidades se llama Itzcóatl, o poder central, y contra esa realidad nos estrellamos todos”.

        Ese ogro es filantrópico con quien le convine, y entonces actúa humanista y tolerante; empero, también es sátrapa y tiránico en contra de quienes se le oponen. Ésta es, por decir lo menos, su falla congénita.

        Hay ogros que se organizan para compartir el poder, incluso para generarse pesos y contrapesos, con visiones distintas que se complementan, a base de confrontas creativas, enriquecidas por el análisis preciso, y por críticas y autocríticas constructivas.

        En cambio, existen ogros personalistas y soberbios que concentran todo el poder en sus manos, y sus decisiones se convierten en actos de fe, que deben ser aceptados por todos.

        A sus dogmas, nadie pude quitarles ni un acento ni una coma. En derredor, de ese ogro, exclusivamente están los que aceptan y obedecen, a ciegas, a pie juntillas.

        Y no hay ogro que no sea conservador; el filantrópico es conservador a su estilo, y el egocentrista es conservador a su modo. Ambos tienen como fin prioritario conservar sus conquistas, para poder conservar su poder.

        Para no perder el poder, cambian las normas jurídicas a su interés y beneficio, so pretexto de que legislan a favor del pueblo; usan de la política perversamente; utilizan la economía con propósitos malévolos; y si todo eso no funciona, aplican la fuerza policiaca y judicial, primero, para al final ejercer la fuerza militar.

        Al saludar, con un simple: ¡hola!, al año 2022, observo cómo nuestro actual ogro, concentrador del poder, se enorgulleció de recibir en desayuno privado y en Palacio Nacional (convertido en la casita de Andrés Manuel López Obrador) a  uno de los hombres más ricos del mundo, Carlos Slim, quien al decir del presidente “es un buen empresario que contribuye al desarrollo del país, pues ha pagado 28 mil millones de pesos en impuestos ocasionados por la venta de una filial de América Móvil en los Estados Unidos”, y quien ha gozado y goza de los más cuantiosos contratos del gobierno mexicano, por adjudicación directa, a veces, y en ocasiones con incidencias embarazosas.

        En ese caso el ogro cumple con sus funciones filantrópicas en cadena nacional, y frente a la nación, junto al multimillonario poderoso.

        Pero millones de mexicanos que pagan sus impuestos con el casi 37% de sus escuálidos ingresos, ni son invitados a desayunar “a la casita” del presidente ni recibirán su agradecimiento personalizado.

        Otro asunto sensible, que es digno de análisis, es el de la estatua de Amlo, inaugurada con bombo y platillo el 29 de diciembre del 2021 en Atlacomulco, Estado de México, por el Ayuntamiento morenista que recién terminó su ejercicio.

        Esa escultura fue derribada y destruida tres días después.

        Las causas de la instalación de esa efigie son tan oscuras y absurdas, como los motivos de su demolición.

        El sembrador de la división y el odio entre los mexicanos, nuestro actual ogro autoritario, ante ese hecho, debe guardar silencio frente a estas dos conductas encontradas e incoherentes, y cambiar su proceder, pues bien puede convertirse en ogro filantrópico para todos.