lunes, 25 de junio de 2018


LOGOS
Sísifo, y su humillante roca
TRAMPA PARA ENGAÑAR VOTANTES
        Gracias al gobierno (legislador de normas jurídicas que calendarizan tantas elecciones en el país) llegamos al final del mediocre y costoso proceso electoral 2018. Así, les decimos ¡adiós! a las urnas.
        Pero le damos la bienvenida al amenazador proceso post electoral, agradecidos con ese mismo gobierno que parece ser malo, aunque algunos aseguran que es peor.
        AMLO, Meade, Anaya y el Bronco, se portaron en campaña como el Hamlet de William Shakespeare (1564-1616) cuando aseguró: "El mundo está fuera de juicio; suerte maldita. ¡Que haya tenido que nacer yo para enderezarlo!"
        Es decir, todos se sobrevaloraron, "el ya sabes quien", "el más chingón", "el mejor", y "el único". Y como siempre, de lo que uno presume, es de lo que más carece.
        Y cada uno de los cuatro, para subrayar el elogio de sí mismo, se convirtió en fabrica inagotable de promesas, y más promesas, olvidando que "la promesa de la política", según la aguda inteligencia de Hannah Arendt (1906-1975), es no prometer algo que tenga un fin, sino sólo "el empeño nunca acabado por parte de la pluralidad de seres humanos por vivir juntos y compartir la tierra bajo una libertad mutuamente garantizada".
        Cuando eso no se entiende, las promesas del candidato se convierten siempre en los incumplimientos del funcionario electo; y, así, la tradicional e ignorante acción política nos degrada a todos.
        El elegido, aunque sea el presidente de México, se trueca en vil mentiroso, mientras los electores nos trasmutamos en sus cómplices. Y en esta deshonra nos retroalimentamos en cada elección y proseguimos en esa actitud durante el ejercicio del mandato.
        De esa forma, todos caemos en nuestra propia trampa, manejada por el candidato, después funcionario, o aceptada por el ciudadano y la población en proceso electivo o en la vida cotidiana.
        Condenándonos eternamente a que la roca de Sísifo nos mantenga en la humillación continua.
        Recordemos a Sísifo, personaje de la mitología griega, fundador y rey de Éfira, a quien por impiedad, Zeus le impuso el perpetuo castigo de empujar, desde abajo hasta arriba de una montaña, una enorme piedra. Y con gran esfuerzo, ya muy cerca de la cima, la piedra caía hasta abajo, para que Sísifo reiniciara la tarea.
        Ese frustrante proceso le ha sido impuesto al mexicano, quien con enorme esfuerzo electoral, y alentado por promesas, cada seis años lleva hasta la cima a su nuevo presidente, quien en lugar de permanecer en esa responsable cúspide de poder cumpliendo cabalmente lo prometido, en pleno servicio a la población, retorna hacia abajo, al desencantar con sus mentiras y su mala labor, a quienes lo eligieron.
        Y todo por esa trampa que constituye el eje de nuestro sistema electoral, tan costoso, inútil, y carente de ética.
        Cinco largos meses nos esperan, turbulentos de una u otra forma, antes que nuestro presidente llegue a la cresta, para reiniciar el eterno cuesta abajo.

Cancha dispareja; balón cuadrado
Y CUATRO CANDIDATOS CORRUPTOS
        A días del inicio de la veda electoral, obsérvese que el problema más tratado por los cuatro candidatos a la presidencia de México fue la corrupción, y no lo hicieron honestamente.
        Meade asegura que AMLO y Anaya son corruptos. Andrés Manuel afirma que Anaya y Meade son corruptos. Anaya asevera que Meade y AMLO son corruptos. El Bronco manifestó que Meade, AMLO y Anaya, son corruptos; y estos tres minimizaron al Bronco, ya que, en su insignificancia, cargó con deshonestidad de origen, calificada por el INE.
        Y la promesa más importante de los cuatro prospectos es que van a acabar con la corrupción, sin decir claramente a cuál se refieren: la suya o la ajena.
        De ser ciertos las acusaciones lanzadas mutuamente, ¿será posible que un corrupto acabe con la corrupción?, ¿lo haría con sistema homeopático?, ¿será posible su reconversión? o, incluso, ¿es posible acabar totalmente con la corrupción y los corruptos?
        Partamos de algo esencial: ¿qué es la corrupción, y desde qué punto referencial la enfocaremos?
        Recordemos: no hay nada absoluto; ni la corrupción ni la honestidad lo son. Ambos conceptos son relativos, concretos, y son conductas humanas de la vida cotidiana que, en la diaria existencia de todos, se presentan inicial y constantemente como opciones.
        Hay seres humanos con amplios márgenes de honestidad; y otros con manchas de corrupción inmensas. Y esto está sujeto a la dialéctica, lo mismo para individuos como para naciones.
        Noruega actualmente genera mayor honestidad que Sudán, sin que esta situación sea para la eternidad, y los motivos que existen para ello son muy explicables.
        Empero, nuestro tema electoral, con todo y sus corruptelas, palidece una vez que ha aparecido el atractivo asunto mundial del fut bol, más aún con el satisfactorio triunfo del equipo mexicano sobre el de Alemania, campeón del mundial próximo anterior.
        Este logro futbolístico de México cobra mayor importancia que todas las promesas de campaña juntas de los cuatro candidatos a la presidencia.
        Guardada toda proporción, y el debido respeto, de circo a circo, el voto mayoritario se lo lleva, de calle, ese triunfo deportivo comercializado de nuestro país en Rusia 2018.
        Los rusos han encontrado infinidad de formas eficaces para intervenir en los más altos asuntos políticos sucesorios del resto de los países.
        Donald Trump es testigo y beneficiario personal de esas travesuras con las que juega ese gobierno excluido del actual G7, y para quien, en pago de sus malévolos servicios, el actual presidente de EU propone su reingreso, para que vuelva a ser (ese club de gobiernos ricos) el G8.
        Mientras eso acontece o no, (pues podría convertirse en el G6 por la grosera tozudez de Trump) los rusos indirectamente inciden, con ese mundial futbolístico, en las grandotas elecciones mexicanas.
        Así, iremos a votar con cancha dispareja y balón cuadrado, por alguno de los cuatro corruptos.

lunes, 18 de junio de 2018


LOGOS
México 1; Alemania 0
NO EXISTEN LOS IMPOSIBLES
       El fut bol soccer ha llegado a ser, desde el siglo XX, el juego deportivo de mayor importancia en el mundo; no sólo por el número de aficionados y espectadores que tiene, sino por su cobertura mundial, su influencia en la vida humana, y los recursos económicos que en él se mueven.
       Y aunque no es original de América, en nuestro continente y especialmente en México, ha tomado carta de naturalización plena.
       Torneos en este deporte hay muchos, pero sobresale, entre todos ellos, el Mundial de Fut Bol, el cual se está realizando actualmente en Rusia del 14 de junio al 15 de julio de este 2018.
       Dados los anteriores antecedentes, y sumado a ellos que México sólo ha participado en quince ediciones, desde 1930 en Montevideo, Uruguay, la selección de nuestro país ha obtenido como máximo logro (en 1986 siendo por segunda vez sede de ese evento mundialista) llegar a cuartos de finales.
       Ayer domingo se enfrentaron en Rusia los equipos de México y Alemania, siendo indiscutibles favoritos los germanos; ayer domingo el equipo mexicano nos dio dos gratas sorpresas: la primera, jugó muy bien y, la segunda, se alzó con el triunfo con marcador de 1 a 0.
       Esto muestra, prácticamente, que en el fut bol y en todo deporte no hay nada imposible; como no hay nada imposible en la realidad de hombre.
       Es prueba, además, de que los mexicanos bien organizados, decididos, preparados, sumando todos su mejor esfuerzo, pueden lograr muchas cosas, incluyendo las que parecen imposibles, y no únicamente en el fut bol, sino en todo deporte.
       Y no exclusivamente en el deporte, sino en la educación, en  economía, política, en ciencia, cultura, y en toda nuestra vida cotidiana.
       Pero regresando al fut bol, y a los mexicanos que integran este equipo, su segundo paso es no llenarse de soberbia por este triunfo que, aunque meritorio, sólo es logro inicial.
       Nadie debe echar las campanas a vuelo, sino se debe tener la sensatez de seguir apoyando al equipo mexicano, sean cuales sean los resultados. Esperando que ellos sigan rindiendo el mejor goce de sus esfuerzos deportivos.
       Y el equipo y sus directivos deben dedicarse a cuidar su equilibrio emocional, a conocer muy bien, a través de medios audio visuales recientes, al próximo equipo adversario: Corea del Sur, ejercitando tácticas pertinentes al estilo del rival, pero siempre decididos al ataque, y veloces y eficaces para el repliegue defensivo.
       Todo deporte es juego sistemático para que el ser humano ejercite sus habilidades físicas y mentales; empero, con el tiempo, se ha pretendido, para bien, que el deporte sustituya a la guerra.
       A esto se opone la poderosa industria de las armas; pero la mayoría de los humanos preferimos el deporte y no la guerra.
       Mientras, bien por todos y cada uno de los integrantes del equipo mexicano de fut bol; ojalá, por su destreza, coraje y talento, sean campeones mundiales. No hay nada imposible para los mexicanos.
       Y si por alguna razón no lo fueran, sigue nuestro apoyo, y gracias por su muestra ejemplar de inicio.

lunes, 11 de junio de 2018


LOGOS
Ansia por el poder
¡SERVIR A MÉXICO!, DOMESTICANDO TIGRES
       Reciclador de viejas frases, y puntero en la contienda electoral, Andrés Manuel López Obrador soltó hace algunos meses: “Si hay fraude, yo me voy; a ver quién amarra al tigre”.
       Lo del fraude electoral es una antañona y mala costumbre mexicana que suele aparecer, ayer sí, y hoy también.
       Respecto al “tigre”, es una metáfora amenazante. Este animal de instinto asesino ni siquiera corresponde a nuestra fauna.
       En fin, como alegoría es aplicable, pues con ello se anuncia la posibilidad de que masas enfurecidas incendien a México, si no gana “ya sabes quién”.
       Pero esa advertencia bravucona es nimia, y queda corta, frente a la peligrosa realidad que vive nuestro país.
       Reutilizando la metáfora, México está rodeado de tigres.
       Tigres gringos encabezados por Trump (tan ajenos y enemigos del mismo pueblo estadunidense) están haciendo daño atroz a nuestra economía, en sus primeros embates. Y su intervencionismo puede pasar de la economía a la política, y de éstas a lo militar.
       La satrapía de Trump no tiene freno, ni con el Grupo G7 ni con sus vecinos inmediatos: México y Canadá.
       Los rápidos y furiosos nos pueden encender las praderas del norte, y las selvas petroleras del sur. Frente a esto, y ante todo mal, 120 millones de mexicanos debemos estar sólidamente unidos, en torno a quien resulte presidente.
       Por otro lado, nuestros hermanos de Centroamérica y Sudamérica también tienen a sus tigres rabiosos, y sus irascibles impulsos pueden alcanzar a nuestra frontera sur.
       Las garras y colmillos del norte y del sur aprisionan a México.
       A esos tigres externos se suma nuestra propia fauna asesina; y ésta proviene de los ambiciosos de poder, sea poder político o económico, o del orden o desorden que sea. Y nos advierten y amenazan.
       Curioso resulta que no pocos dueños de tigres, mexicanos de nacimiento, desde hace años huyeron de nuestro país, lugar donde amasaron sus fortunas. Sus residencias, con sus familias, se domicilian en poblaciones lujosas de EU.
       A pesar de todo ello, lo primero que los mexicanos debemos hacer es estar unidos en torno a valores que nos son comunes: estamos en contra de la corrupción; el derecho debe de aplicarse a favor y en contra de quien corresponda, sea quien sea; tendamos al empleo pleno y a una mejor distribución de la riqueza, en base a la  productividad y al trabajo eficaz; educación y salud eficientes para todos; fortalecer nuestro sentido humanista de patria, con respeto para todos los pueblos del mundo, mientras no haya condiciones de un serio humanismo sin fronteras ni países.
       Y nuestra unidad, bien puede iniciar este nuevo sexenio, si el triunfador invita a trabajar en su gabinete a sus contendientes; suponiendo que, los tres restantes, algún trabajo honrado y digno sabrán hacer por México.
       Así, en esta rifa de los tigres 2018, al ganador le tocaran todos, y al resto, al menos uno. ¡Servir a México, domesticando tigres!

lunes, 4 de junio de 2018


LOGOS
Presidenciables desconocidos
MEADE: EL MEJOR COMO PERSONA
       José Antonio Meade Kuribreña, quien se encuentra según encuestas en tercer lugar, es (muy lejano de los dos primeros sitios, de los cuatro contendientes a la Presidencia de México) el mejor como persona.
       Posiblemente no gane, pero concurre como el único contendiente a quien Andrés Manuel López Obrador podría confiarle su tan jactanciosa y "honrada cartera".
       Nunca lo he visto personalmente ni pretendo hacerlo; tampoco busco tratar personalmente a López Obrador ni a Anaya ni a Rodríguez.
       Si el padrón electoral para 2018 registra cerca de 90 millones de mexicanos, seguro estoy que más de 89 millones nunca hemos visto personalmente a ninguno de los 4 candidatos a la presidencia, menos hemos convivido con ellos.
       Sólo los conocemos a través de la publicidad, deformada por su comercialismo y su destreza falaz para la añagaza; pero aún así, todos nos dejan una impresión.
       Desde esa ceñida perspectiva, mi percepción sobre Meade es que resulta, en principio, una equívoca pieza humana urdida por Luis Videgaray y Peña Nieto, y mal orientada por sus consejeros.
       A Meade se le sigue notando la carencia de esa malicia que únicamente da la aptitud experimentada de la praxis política. Sus adversarios le aventajan en esas malas artes.
       Incluso las palabras malsonantes que ha utilizado José Antonio, ni le van ni le quedan. No le son naturales ni propias.
       Sus ataques a dos de sus contendientes, debiendo ser filosos, los hace romos en su tono meloso.
       Mucha gente buena votará por él, pensando que en comparación a los otros tres, resulta un buen hombre, sin que sea perfecto.
       No ha podido, o no ha querido, tener desplante y estampa de líder; y, según se ve, siempre ha sido un aceptable segundo o tercero en la maquinaria del poder.
       Quien gane la presidencia, incluyendo a Andrés Manuel, bien podría invitarlo a formar parte de su gabinete. Se vería bien ese gesto en el triunfador.
       Pero, llegado el caso, se observaría mejor que él no aceptara.
       Como en este mundo y en este tiempo nada es imposible, no descartemos que Meade pueda ganar, siempre y cuando pasen circunstancias extraordinarias, o hagan su aparición contextos ordinarios, para sorpresa de todos.
       La ley da mayor valor al voto ciudadano que a todas las sabias encuestas de los oráculos mexicanos.
       Meade sería mejor presidente, ya que como candidato nos queda  a deber.
       Como presidente tendría que sacudirse tanto lastre, y escoger un equipo de sobresalientes en trabajo, honradez y talento; poniendo el ejemplo con su capacidad y esfuerzo.
       Inmediatamente curar y cicatrizar heridas de todos los contendientes. Unificar al pueblo para servirlo, y no para explotarlo.
       Convocándonos a todos a resolver esos problemas que nos siguen lacerando, pero con apego a la ley.
       Desde esa faceta de gente buena, el segundo lugar lo ocupa López Obrador, tercero Jaime Rodríguez, y el último resulta Anaya, el maloso de la cuarteta.