LOGOS
Sísifo, y su
humillante roca
TRAMPA PARA ENGAÑAR
VOTANTES
Gracias al gobierno (legislador de
normas jurídicas que calendarizan tantas elecciones en el país) llegamos al
final del mediocre y costoso proceso electoral 2018. Así, les decimos ¡adiós! a
las urnas.
Pero le damos la bienvenida al
amenazador proceso post electoral, agradecidos con ese mismo gobierno que
parece ser malo, aunque algunos aseguran que es peor.
AMLO, Meade, Anaya y el Bronco, se
portaron en campaña como el Hamlet de William Shakespeare (1564-1616) cuando
aseguró: "El mundo está fuera de juicio; suerte maldita. ¡Que haya tenido
que nacer yo para enderezarlo!"
Es decir, todos se sobrevaloraron,
"el ya sabes quien", "el más chingón", "el
mejor", y "el único". Y como siempre, de lo que uno presume, es
de lo que más carece.
Y cada uno de los cuatro, para subrayar
el elogio de sí mismo, se convirtió en fabrica inagotable de promesas, y más
promesas, olvidando que "la promesa de la política", según la aguda
inteligencia de Hannah Arendt (1906-1975), es no prometer algo que tenga un
fin, sino sólo "el empeño nunca acabado por parte de la pluralidad de
seres humanos por vivir juntos y compartir la tierra bajo una libertad mutuamente
garantizada".
Cuando eso no se entiende, las promesas
del candidato se convierten siempre en los incumplimientos del funcionario
electo; y, así, la tradicional e ignorante acción política nos degrada a todos.
El elegido, aunque sea el presidente de
México, se trueca en vil mentiroso, mientras los electores nos trasmutamos en
sus cómplices. Y en esta deshonra nos retroalimentamos en cada elección y proseguimos
en esa actitud durante el ejercicio del mandato.
De esa forma, todos caemos en nuestra
propia trampa, manejada por el candidato, después funcionario, o aceptada por
el ciudadano y la población en proceso electivo o en la vida cotidiana.
Condenándonos eternamente a que la roca
de Sísifo nos mantenga en la humillación continua.
Recordemos a Sísifo, personaje de la
mitología griega, fundador y rey de Éfira, a quien por impiedad, Zeus le impuso
el perpetuo castigo de empujar, desde abajo hasta arriba de una montaña, una
enorme piedra. Y con gran esfuerzo, ya muy cerca de la cima, la piedra caía
hasta abajo, para que Sísifo reiniciara la tarea.
Ese frustrante proceso le ha sido impuesto
al mexicano, quien con enorme esfuerzo electoral, y alentado por promesas, cada
seis años lleva hasta la cima a su nuevo presidente, quien en lugar de
permanecer en esa responsable cúspide de poder cumpliendo cabalmente lo
prometido, en pleno servicio a la población, retorna hacia abajo, al
desencantar con sus mentiras y su mala labor, a quienes lo eligieron.
Y todo por esa trampa que constituye el
eje de nuestro sistema electoral, tan costoso, inútil, y carente de ética.
Cinco largos meses nos esperan,
turbulentos de una u otra forma, antes que nuestro presidente llegue a la
cresta, para reiniciar el eterno cuesta abajo.