lunes, 25 de febrero de 2019


LOGOS
Yalitza, Cuarón y Roma
UN ÉXITO DEL GENOMA  
       La ceremonia de los Oscar, de 1929 hasta al 2019, ha logrado un buen desarrollo, pero ha devenido como una intrigante mezcla de política, mercadotecnia y arte cinematográfico.
       Alfonso Cuarón, mexicano internacionalizado, es un profesional que, aparte de manejar técnica fílmica, opera con maestría el mercadeo publicitario y económico.
       La película Roma invoca con su título a la Santa Sede, a la capital de Italia, y al enclave urbano infantil de Cuarón en el DF: "viva México cuarones".
       A ello se suma una personalidad central del film, protagonizada no por una artista profesional, sino por Yalitza Aparicio Martínez, mujer dedicada a la docencia, de marcados rasgos zapotecos, sin antecedentes en la actuación.
       Y sin más, queda nominada para el Oscar 2019 a la mejor actuación, generando confusiones y envidias entre no pocos elementos de ese gremio.
       La publicitada mezquindad de los inconformes dio origen a que, nacional e internacionalmente, calificaran a México como país racista, sin serlo. Claro que existen mexicanos racistas, pero la mayoría de nuestros compatriotas no lo son.
       Nuestras discriminaciones no son étnicas ni de castas, son económico sociales y de conductas educativas y culturales.
       La belleza es un concepto refinado y estético, producto de la abstracción del sistema nervioso de los humanos. Supongo que nadie puede ver la belleza, en sí.
       Sólo vemos, en el mundo de lo concreto, paisajes bellos, mujeres bellas y cosas bellas. Toda mujer es bella, en cuanto que es, en sí misma, única e irrepetible. Esto en principio.
       Además, la belleza en el ser humano no sólo se obtiene por su cuerpo y su rostro, sino también por su conducta, inteligencia, trabajo, conversación, humanismo, ética, y otras virtudes del mismo jaez.
       Tengamos presente que los países hegemónicos lo son, en cuanto que nos dominan económica, política, educativa, religiosa, social y estéticamente. Con sus películas, sus canales de televisión, su internet y redes cibernéticas nos imponen su concepto de belleza humana.
       Nos adiestran desde pequeños para que pensemos que la belleza femenina es rubia, de ojos azules, tez blanca, espigada y con moldura de Hollywood, pero no nuestras mujeres redonditas, bajitas de estatura, color de piel de azteca, tipo Yalitza Aparicio Martínez.
       De esa forma nos dominan y nos explotan. Nos hacen creer que nuestro grupo étnico es feo, tonto, flojo y malo; mientras ellos son buenos, trabajadores, talentosos, y bellos.
       Y eso no es cierto. Rechacemos esa arma estética de dominio y explotación. Los mexicanos debemos elaborar nuestros propios valores estéticos, y estar orgullosos de todas las yalitzas, de hoy y de siempre, del arte y de la ciencia, del deporte y del hogar, del campo y de la ciudad.
       Cuarón, Yalitza, y todos los actores de la película Roma, merecen nuestro reconocimiento, y son nuestro orgullo.
       El mestizaje mexicano es nuestra patria y destino.

lunes, 18 de febrero de 2019


LOGOS
Ying y Yang
AMLO, Y LOS EXPRESIDENTES
       El presidente Andrés Manuel López Obrador trae cargados, y en la punta de su lengua, a los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y a Enrique Peña Nieto.
       En su realidad, le pesan más esos referentes inmediatos que los símbolos históricos que el propio AMLO escogió como modelos, y personalizados en los ex presidentes Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas.
       El sistema nervioso de AMLO trabaja más con los elementos que él califica de negativos (que son los ex presidentes inmediatos anteriormente citados); y a los ex presidentes que él juzga positivos los usa menos.
       Si AMLO habla de que se bajó el monto de su salario, que no usa ni aviones ni helicópteros, que no vive en la residencia de Los Pinos, que todos los días habla frente a medios masivos de comunicación en vivo, que se publicita comiendo tacos en sitios populares, que publica su patrimonio y obliga a sus colaboradores a divulgar sus propios ahorros, de inmediato, después de afirmar lo anterior, presume con su decir trabado y lento el comparativo mezquino: Peña, Calderón, Fox, Zedillo, Salinas, se portaban mal, y como parte de una mafia cometieron ilícitos, inmoralidades. “En cambio yo”, razona públicamente AMLO, “soy diferente a ellos… y estoy haciendo la cuarta transformación”.
        Y machaconamente remata con esa idea central, dando ligeras variantes a sus palabras, pero queriendo mostrar que sus antecesores próximos fueron una mala tesis, y él es la buena antítesis; sin darse cuenta que todos, incluido él, son el todo de la política mexicana, como los dos conceptos de taoísmo: el ying y el yang.
       Dos fuerzas fundamentales de la existencia, opuestas y complementarias al mismo tiempo; en nuestro fenómeno político lo que fue, y ejecutó el poder a su estilo, y lo que es, ejerciendo el mismo poder, pero a su manera.
       Opuestas entre sí superficialmente estas dos formas de gobernar, pero en el fondo y al final complementarias, e indisolublemente unidas: el ying y el yang mexicano.
       El ying la oscuridad, la pasividad; el yang la luz, la actividad. Los que ya pasaron vivieron las vibraciones y las llamas propias de su ejercicio del poder, pero hoy, aun con ansias de defenderse, la oscuridad y la pasividad tiende a envolverlos. Quien ejerce la luz y la actividad del poder, actualmente, no sabe que como los ve se verá, en esa lucha de contrarios e, indiscreto, ignora que él es parte de ellos y los complementa, en la misma medida en que los ataca e intenta destruirlos.
       La inteligencia china de Lao-tse (siglo VI antes de nuestra era) nos legó el concepto del ying y yang;  ojalá AMLO, ante esas ideas, no diga: “zafo”, agregando que ese Lao es parte de la mafia, un charlatán de sueldo elevadísimo y no tan inteligente, ejecutor de una estafa maestra mayor que la de Sedesol, Pemex, y Conacyt.
       ¡Reflexionar no duele!, y sirve mucho, señor presidente.

lunes, 11 de febrero de 2019


LOGOS
Acabar la corrupción
SEDUCIENDO CON DÁDIVAS
       El presidente Andrés Manuel López Obrador asegura con alterada pasión (ante públicos afectos, y frente a medios masivos de comunicación) que ya distribuyó, o está derramando, o va a repartir, dinero a niños, jóvenes, campesinos, obreros, mujeres, o a adultos mayores.
       Enardecido y obsequioso, AMLO prorratea centenas de miles de millones de pesos del erario, no para la producción, sino para sostener simpatías a su persona.
       Dice AMLO que todo ese dineral, en derrama popular, lo obtiene de su lucha contra la corrupción, provocada por administraciones próximo anteriores a su mandato; y él garantiza la permanencia de esas dádivas en su ejercicio.
       A la intención presidencial contra la corrupción debemos apoyarla todos; para acabar, o al menos reducir drásticamente, ese grave mal de México.
       Cuando todos obtengamos significadas resultas en ese empeño a favor de la honestidad, le reconoceremos su esfuerzo al presidente; por mientras, en esas afirmaciones públicas de AMLO observo un error de fondo: los grandes pensadores que se han preguntado ¿de dónde brota la riqueza económica?, ninguno asegura que surja de la lucha contra la corrupción.
       Adam Smith, David Ricardo, Carlos Marx, George Stigler, Edmund Phelps, o Paul Romer, cada uno en su tiempo y estilo ideológico, reconoce que es el trabajo humano organizado socialmente el origen de la riqueza económica.  
       Es bueno el empeño para reducir al máximo los enormes márgenes de corrupción existentes, pero con ello no se resuelven los problemas económicos del país, pues es el trabajo sistematizado de los mexicanos el único que produce capital económico.
       Los que sólo reciben dádivas, los que únicamente consumen, las bocas devoradoras sin cerebros ni brazos productivos, presentes o futuros, no generan la riqueza económica requerida.
       Si forjáramos una gran productividad de bienes y servicios, de calidad competitiva internacional, después necesitaríamos distribuir justamente esa riqueza, estudiando responsablemente los mejores sistemas distributivos económicos de los países actuales (entre otros, Noruega, Suecia y Finlandia), no para copiarles, sino para considerar su experiencia, y no permitir en México pobreza, ni riquezas extremas sin responsabilidad social.
       La lucha contra la corrupción, siendo meritoria, no tiene los efectos que afirma el presidente AMLO, y los miembros de su gabinete que algo sepan de economía deben explicárselo, hasta que lo entienda.
       En ese gabinete debe haber democracia. El gran demócrata por su gabinete empieza. Ese equipo no debe ser integrado por un autócrata rodeado de tontos, agachones, timoratos, simples aplaudidores del limitado amo que aceptaron.
       Enséñenle al presidente que, desde Aristóteles, existe la economía política y la política económica; y que México requiere y exige tener una eficiente economía que privilegie el trabajo, y no las dádivas retorcidas del poderoso.

lunes, 4 de febrero de 2019


LOGOS
¡Despierte!, presidente
AL GANSO LO HACEN PATO
       El presidente AMLO está educando. Su conducta en el ejercicio del poder enseña a todos, para bien, o para mal.
       A sus palabras y a su imagen tenemos que gozarlas o padecerlas, desde muy temprano hasta muy noche; es decir, todo el día.
       No se sabe cuánto pagamos a todos los medios de comunicación que AMLO emplea. Porque, seguro, se paga con nuestros impuestos.
       Su retórica tarda, repetitiva y monótona, es abrumadora; llena de errores y contradicciones.
       Por otra parte, los maestros mexicanos son trabajadores capaces y honestos que sufren a dos fuerzas nocivas: a las autoridades educativas y a los líderes sindicales.
       Esa alimaña bicéfala explota al magisterio de nuestro país, y ha carcomido a la educación.
       Autoridades y líderes sindicales han acabado con aquellas magníficas escuelas públicas a las que asistimos muchas generaciones; hoy esos funcionarios y dirigentes obreros llevan a sus hijos y a sus nietos a escuelas privadas. Sus protervos actos los han enriquecido, y han empobrecido al pueblo al debilitar a la educación pública, generando una educación privada, por lo general, más mercantilista que académica.
       Esa maldad está a la vista. Los funcionarios no pagan a los maestros, y la CNTE empieza su arguende: abandona a los educandos, toma oficinas, calles, comercios, bancos, vías de tren, aeropuertos. Algunos buenos maestros son obligados a prestarse a ese engranaje delictivo.
       Esas tácticas siniestras se llevan a extremo, hasta que los dirigentes obtienen, como en este reciente caso en Michoacán, más de mil millones de pesos del erario, autorizados unipersonalmente por el presidente López Obrador.
       ¿Por qué este pago no lo puso a consulta popular?, a efecto de que la ciudadanía decida si se entregan o no esas multimillonarias cantidades, y a quiénes se otorgan.
       Pero no lo hizo AMLO, porque la CNTE es parte de sus adeptos. Y mucho de ese dinero no llega a los hogares de los maestros, sino a los bolsillos de los líderes chantajistas.
       Esas conductas ilícitas, del que da y del que recibe, actualizan hipótesis jurídicas penales. Pero no habrá sanciones, pues al ganso lo hacen pato, o él mismo gusta hacerse soso.
       AMLO resolvió con mucho dinero la toma de las vías del tren. Pagó el soborno, y dejaron libre partes de la vía. A las 48 horas las volvieron a obstruir.
       Ya le tomaron la medida a AMLO; él así enseña y educa a todos.
       Quienes deseen algo, ya saben cómo obtenerlo: tomando las vías del tren; acto que no es delito, según AMLO, y quien por esa “travesura” pagar con dinero de los mexicanos.
       El desubicado presidente Felipe declaró la guerra a organizaciones criminales; el confundido presidente AMLO da por terminada la guerra. Dos maneras de hacerse patos ante la inseguridad de un México peor que Afganistán, según Trump.
       Al triunfo de su elección, AMLO se sintió en un sueño; acaso siga en él. Por eso, ¡ya despierte!, presidente. Y no mal eduque.