LOGOS
Frenemos
al presidente
VOTAR
CONTRA LO PEOR DE HOY
Desde la presa La Angostura, en Chiapas,
el presidente Andrés Manuel López Obrador mensajeó con espíritu angosto, cercano
a la elección: “Contra viento y marea y aunque no le guste a The Economist, a
los conservadores ni al sabiondo de Gabriel Zaid, la transformación pacífica,
democrática y con dimensión social es imparable”.
Como nadie puede parar lo que no existe,
el presidente acierta. Lástima que escupa contra el viento desatado y la brava
marea.
Explicaré.
Observen honrada y cuidadosamente a su
derredor, ¿notan alguna transformación pacífica y democrática?
En la salud popular, educación,
política, economía, seguridad pública, en las calles, mercados, en el hogar, el
gobierno, ¿notan alguna transformación pacífica y democrática?
Por lo que a mí respecta, veo que todo
sigue empeorando, con creciente violencia, con agravada pobreza, y sin
transformación positiva a la vista.
Por ello, nadie puede parar o detener una
transformación que no existe.
Los presidentes de México próximo
anteriores fueron, a veces, buenos, mediocres, y malos; en ocasiones, con
márgenes aceptables de honradez, raterillos, o escandalosos sinvergüenzas.
¡Pero ya pasaron!; ellos ya no están en
el poder, ni siquiera están en la cárcel, como algunos lo merecían.
El presidente actual, Andrés Manuel, no
los ha denunciado ante la fiscalía, y no ha aportado pruebas contra ninguno de
ellos, por lo que es cómplice de esos supuestos procesables.
El
próximo domingo 6 de junio, día de elección, sería bobo si votamos en contra de
lo malo del pasado, más cuando el presente está peor.
Mi voto será en contra de lo pésimo de
ahora.
Es el sentido del votar: calificar o
descalificar a quien ejerce el poder el día de la elección.
Nuestro deber es calificar al presidente
Amlo, quien escogió a todos los actuales candidatos de morena, a capricho y a
su antojo, tomados del cascajo, de la basura (al menos la mayoría), por ser el
material humano del que dispone en su horizonte limitado.
Dice Ifigenia Martínez, según versión de
Porfirio Muñoz Ledo, que “el presidente sigue siendo de pueblo chico”.
Los foros internacionales lo ofuscan, lo
incomodan; en ellos teme hacer el ridículo y, en efecto, lo hace.
Su único viaje al exterior fue a
Washington, D.C., por disposición del presidente estadunidense Donald Trump; y,
de inmediato, el presidente mexicano se puso al servicio del presidente gringo,
dejándose usar como un ridículo objeto en la frustrada reelección de Donald.
A López Obrador le aterra la crítica
extranjera, sobre todo la de los medios de comunicación masiva.
Recientemente The Economist le dedicó su
portada, con una opinión severa de su ejercicio presidencial, y bajo el título:
“El falso mesías mexicano”.
De inmediato Amlo contestó a esa
revista: “Majadera, grosera, mentirosa”.
Tres calificativos que constantemente recibe,
también, el presidente Andrés Manuel, por conductas no dignas del cargo que
ostenta: “majadero, grosero, mentiroso”.
Pero, de las cuatro palabras: “El falso
mesías mexicano”, la única que le punzó fue la de “falso”, ya que las otras
tres las hubiera agradecido: “El mesiánico mexicano”.
Recuerda, estimado lector, cuando sus
agachones y zalameros aplaudidores le calificaron: “Amlo es como dios”, “observen
como resplandece su aureola de santo”, “todo en él es divino”.
Y López Obrador, ante tan falsos
guayabazos de sus lamebotas, calla y otorga.
Así que para él la única ofensa fue:
“falso”.
Frenemos con nuestro voto al presidente
Andrés Manuel López Obrador, sin destituirlo.
Urge
crearle contrapesos, para que no siga dividiendo a los mexicanos ni destruyendo
al país.