LOGOS
Nos seguimos desgarrando
EL MÉXICO EGOISTA
El
libro se llama Ética demostrada según el orden geométrico. El autor es Baruch
Espinoza, (1632-1677) y nació en Ámsterdam, hoy capital de Holanda.
Una
proposición en esa obra es: “Cuanto más se esfuerza cada cual en buscar su
utilidad, y cuanto más lo consigue, tanto más dotado de virtud está… La razón
humana, así, dictamina qué es lo malo y lo bueno…”
Con
similar sintonía se sigue manifestando el filósofo español Fernando Savater,
(1947) en su libro Ética para Amador: “Hay que seguir siendo egoístas, pero con
un sano egoísmo”.
Recordados
los anteriores conceptos, analicemos lo que el Papa Francisco espetó, con
irritación y rostro desencajado, a un joven mexicano durante su visita a la
ciudad de Morelia: “Deja de ser egoísta”.
El
público masivo, del que formaba parte ese joven, había sido exaltado por la
presencia, espiritualidad, y talento oratorio del pontífice. El ofuscado
impertinente, en su intención de tocar y saludar al Papa lo jaló hasta hacerlo
entrar en desequilibrio y encimarse sobre otro chico en silla de ruedas, lo que
le ganó la expresión lapidaria: “deja de ser egoísta”.
Ese
joven anónimo, sin proponérselo, representó en ese incidente al México egoísta;
empero, al egoísta insano, al egoísta para lo malo, el que no logra algo útil
para sí a efecto de poder ayudar, así, a los demás.
La
ética al estilo Espinoza, o al modelo Savater, tiene su sentido lógico y
práctico. Se observa en las reglas que actualmente se transmiten a los pasajeros
aéreos: en caso de despresurización interior de la nave, primero colóquese su
mascarilla y, después, ayude a los demás.
Igual,
para que alguien quiera a otro, debe quererse primero a sí mismo, sin que el quererse
ofenda o perjudique a los otros.
Claro
que no hay normas éticas o morales absolutas; y todas, como productos humanos de
relatividad concreta, conllevan la intención de mejorar a la especie.
Por
ello, hay egoísmo malo y egoísmo bueno. No podemos dejar de ser egoístas, si lo
somos para hacer el bien a los demás. Dejemos de ser egoístas si con ello les
provocamos daño a los otros.
Lamentablemente
en ese caso, al parecer, el joven fue egoísta para mal y, como él, hubo un
considerable número de egoístas malos con los que el Papa Francisco se topó
durante su viaje a México.
Poderosos
que, buscando sólo la foto, con su soberbia y vanidad desplazaron a personas
humildes que requerían del acercamiento de ese guía y símbolo espiritual.
Personas
que ante los conceptos simples y profundos, y la actitud humilde del vicario,
respondieron con circo de olimpiada o espectáculo de Las Vegas, fuera
totalmente de contexto, y no apto para pueblos de pobreza extrema.
Sujetos
que utilizaron al Papa como atractivo turístico y objeto de movilidad
económica, espantando a los posibles turistas con tácticas descabelladas y
absurdas.
“Les
pido que recen por mí”, frase papal constante. Imploremos que sea un egoísmo
para bien.