sábado, 20 de febrero de 2016

LOGOS
A México revuelto
GANANCIA DE PECADORES
        El Papa Francisco fue bienvenido a México, y su discurso coincide con lo que piensan los mexicanos, agregando él la forma expresiva y su relevancia espiritual.
        La costosa y errónea publicidad, que saturó al país, empapó grotescamente al pueblo, generando expectativas que no se lograron.
        Concluida la ostentosa fiesta e ido el vicario, se quedan, además de recuerdos de toda índole, resacas, cansancios, malestares, deudas, tiraderos, dudas y desencantos, entre otras cosillas.
        Queda también el México excomulgado; ya que desde las anatemas a Miguel Hidalgo, a José María Morelos, pasando por las impuestas a hombre de la Reforma, y de la Revolución, dichos decretos suscritos por el alto clero, comúnmente agregaron con ánimos de disuasión: "Declaro excomulgados también a sus secuaces, y a todos los que voluntariamente se alisten en sus banderas, o que de cualquier modo le dieren favor o auxilio..."
        Y muchos mexicanos de esas tres etapas de la vida de México se alistaron, como innumerables compatriotas existentes en este 2016 se alistan, en las banderas de esos hombres buenos de nuestra historia, y les dan favor y auxilio a sus ideas, palabras y acciones.
        Mientras el Papa Francisco dejó pasar la oportunidad de levantar, aunque con efectos simbólicos, la excomunión a millones de mexicanos, a México.
        Una de las reformas que puede realizar el Papa Francisco es la de abolir para todo ministro de culto la obligación del celibato, institución creada e impuesta por la Roma del Oriente, sin ninguna base en la Biblia y, sí, una causa de la pedofilia y las desviaciones sexuales que, como sistema, produce el clero católico, con sus honrosas excepciones.
        Preferible que los sacerdotes se casen, y lleguen a ser cabeza de una familia, como verdaderos y ejemplares padres, con su compañera y sus hijos.
        Por otra parte, el pueblo de México debería de saber cuánto de su dinero se va anualmente para las arcas de El Vaticano, y cuánto dinero llega de allá en ese mismo lapso, para cuidar que no nos genere déficit, al igual que lo hagamos con todas las demás organizaciones transnacionales que capitalizan inmensas fortunas, sorbiendo dinero por doquier.
        En esta resaca que se inicia, real pero no confesada, que nos genera el fin de esa fiesta, debemos analizar los decires valiosos del Papa, a efecto de hacerlos instrumentos de labor social e individual, para que sus conceptos no se queden como dolorosos ejemplos de las misas para millonarios sordos cerebrales, u homilías dirigidas a masas que buscan espectáculo y turismo religioso, depauperadas, sin sensibilidad ni futuro.
        Se fue el visitante, y el polvo levantado a su paso ahora está recayendo para sepultar el entusiasmo público hastiado de los medios de comunicación que explotaron, sin sentido, al Papa Francisco.
        Después de ese embriague populista, la vida real nos seguirá presionando, y a México revuelto, ganancia de pecadores.