LOGOS
Los niños y los
trabajos
EL
JARDÍN DEL PARAISO
Nuestro calendario gregoriano de 365
días, más un cuarto de día, está pletórico de festejos de toda índole; este
domingo 30 de abril es Día del Niño, y de inmediato el lunes 1 de mayo será Día
del Trabajo. Los dos valores: la niñez y el trabajo, bien valen nuestra
reflexión, en un tiempo atormentado por conductas y noticias malas.
Los niños, los cachorros humanos, son
algo así como las primaveras de nuestras vidas, las primas veras, o sea,
nuestras primeras verdades, frescas, nacientes, tiernas, inicios, limpias
promesas, ante los mundos que los adultos fabrican, entre otras cosas, con
algunas mentiras.
Por natura y por cultura nacieron, nacen
y nacerán, como lo externó magistralmente José Martí, "para ser
felices", en aquellas publicaciones inolvidables que siguen llevando por
nombre La edad de oro, esos iniciales tiempos que pertenecen al metal más
limpio y más preciado.
Así que todos tenemos el deber de hacer
felices a todos los niños de la Tierra, infantes dichosos en su ventura y
aventura al ser bienvenidos al banquete de la vida.
Incumplen con esa obligación los que
despiadadamente los masacran a través de gases en esa Siria que otrora fuera el
encanto del oriente, y por igual faltan, los que para vengar a esos infantes
sirios asesinados, lanzan contra ese mismo país bombas de millones de dólares
que matan a otros niños tan inocentes como las víctimas vengadas.
Eso revela la estúpida maldad de los
actuales poderosos, quienes son los herederos de un poderío que ha afectado,
entre otros, a la niñez de todos los países pobres y en subdesarrollo, por
tener el pecado de ser los explotados de los imperios.
Todos los planes de solidaridad y
auxilio, si son serios, deben enfocarse a la niñez, a su salud y educación, a
efecto de crear responsablemente el buen futuro del Hombre.
Cuidando mucho que el niño desde sus
primeros días valore lo que significa el trabajo, uno de los mejores atributos
humanos, el que jamás será castigo impuesto por algún Dios, el que nunca podrá
ser una pena acompañada por la expulsión de un paraíso, ya que al contrario, el
trabajo es la única herramienta con que el Hombre cuenta para construir sus
propios paraísos.
La cultura y la educación deben servir
para que el niño aprenda a trabajar, con sus manos y su cerebro, puesto que eso
le permitirá su propio desarrollo.
Trabajar en su hogar, en su escuela, en
su comunidad, para jugar y para aprender; desde luego no para que sea sujeto de
derecho laboral, ni para que produzca plusvalía que engorde a algún patrón
voraz y perverso. ¡Esto jamás!
Empero, los niños deben aprender
haciendo, y deben de cultivarse, para que nunca se les olvide que lo generado
por ellos cuando infantes y cuando sean adultos, ya sean bienes o sean
servicios, requiere y exige ser distribuido con clara equidad de dimensión
humana.
Que la distancia entre ricos y pobres
sea de pocos centímetros, pero no de kilómetros.