lunes, 25 de mayo de 2020


LOGOS
¡Eureka!
UN KILO DE FELICIDAD Y UNOS ZAPATOS
                Llama la atención que el presidente Andrés Manuel López Obrador asevere, aunque con indecisiones: “voy a proponer un nuevo modelo que sustituya al PIB, para que se mida la felicidad del pueblo”.
                Semanas después afirma: “Está bien el PIB para medir el crecimiento, pero también debe medirse el desarrollo, considerando sobre todo la felicidad del pueblo”.
                AMLO no sabe qué pretende, o no sabe decir lo que desea.
                Una cosa es sustituir al PIB (lo que no le compete), y otra cosa diferente es que al PIB se agregue (como nuevo parámetro o inédita perspectiva) el considerar la “felicidad del pueblo”.
                Empero, para cualquiera de esos dos propósitos, debe previamente entender que el “PIB” (siglas del producto interno bruto de un país) es un instrumento indicador de carácter macroeconómico, que se emplea para medir el comportamiento general y las dimensiones de la economía en niveles nacionales, en un lapso determinado.
                Así, miden con valor monetario todos los bienes y servicios producidos por la población de un estado soberano, en un espacio y en un tiempo.
                Eso fue lo que estructuró y desarrolló el economista ruso estadunidense Simón Kuznets (1901-1985), y lo que motivó que en 1971 le otorgarán el Premio Nobel en economía.
                La estructura inicial para esa medición ha venido cambiando ante un fenómeno económico que (de aquellas fechas al 2020) tiene, y sufrió, transformaciones inusitadas.
                Empero, por más cambios que experimente, siempre medirá el valor de los bienes y servicios producidos: automóviles, pantalones, libros, casas, aguacates; o servicios médicos, turísticos, educativos, jurídicos, o domésticos.
                Bienes y servicios que se pueden medir por metros, por kilos, por litros, por tiempos, espacios, cantidades, calidades, materias, o personas.
                Y… ¿la “felicidad” existe?
                Sí, como palabra gramatical, y como concepto lógico; palabra y concepto que nombra y conceptualiza un cierto estado anímico concreto y específico de cada persona, motivado, sobre todo, por la conjunción armónica del individuo humano y su circunstancia social.
                Pero la “felicidad”, como tal, no puede ser parámetro para el PIB, el que sólo mide monetaria y macroeconómicamente los bienes y servicios que un país produce en un cierto lapso.
                La “felicidad” no se mide en dinero, aunque sea en dólares, la “felicidad” no es elemento macroeconómico, la “felicidad” no es ni bien ni servicio producido por el trabajador y el capitalista y sujeta a oferta y demanda en libre concurrencia, la “felicidad” no se produce como mercancía para que se reparta por kilos, por metros, por litros.
                El “pueblo” es una ficción y, como tal, no puede ser feliz ni infeliz, pues eso corresponde exclusivamente a cada ser humano.
                Es tan personalísima “la felicidad”, que recuerdo a ese personaje del escritor griego Nikos Kazantzakis (1883-1959), llamado Alexis Zorba, quien logró con su astucia embrollar a un joven con dinero, de ideas socialistas, en el encantador proyecto de reabrir una vieja mina de lignito en Creta.
                Y cuando todo el andamiaje se cae, derrumbándose la mina, Zorba grita y baila: “Qué hermosísimo caos, patrón, que destrucción tan grandiosa. Estoy lleno de felicidad”.
                Quiera el destino que nuestro AMLO, no vaya a dejar a México en el desastre, y vaya a ser el Zorba mexicano que grite ¡eureka!: “Como anillo al dedo”, qué “felicidad”, qué caos tan hermoso; y con un viejo eudemonismo afecte a la economía de México.
                ¿Será feliz cada mexicano?, cuando sabe por el INEGI que la corrupción ha crecido en el ejercicio de AMLO; ¿será feliz cada mexicano?, al percibir que la inseguridad y los asesinatos han crecido en la administración de AMLO; ¿será feliz cada mexicano?, cuando comprende que nuestra economía está bajo cero con AMLO; ¿será feliz cada mexicano?, al observar que nuestra educación, en tiempos de AMLO, va en acelerado descenso.
                A esas interrogantes es necesaria una respuesta honesta.

lunes, 18 de mayo de 2020


LOGOS
Muros de Trump y AMLO
EVITADOS POR TÚNELES EFICACES
        Escribir sobre “muros” implica reconocer que estamos ante una palabra multívoca, por sus variadas aplicaciones: muros convertidos en murales por el genio pictórico del jalisciense José Clemente Orozco (1883-1949), muros construidos para ser cortinas hidráulicas y contener la fuerza del río Balsas en la presa del Infiernillo, muros para delimitar una casa habitación erigida bajo deseo de un hogar bien avenido.
        En este artículo, sin embargo, trato sobre dos muros largos y elevados, tan inútiles como grotescos, así como costosos.
        El primero, el muro que pretende proseguir el presidente Donald Trump; y, el segundo, el que construye con odio avinagrado el presidente Andrés Manuel López Obrador.
        El muro que Trump ha hecho suyo comenzó a construirse en 1994 en la frontera de México con los EU, a iniciativa del presidente Bill Clinton, con el ánimo de frenar la migración ilegal y el trasiego de drogas, pero al ver su ineficacia lo dejaron en olvido.
        Pero el candidato Donald Trump convirtió a ese muro en la principal oferta de su campaña, asegurando algo obvio, que México lo pagaría totalmente.
        Trump sabe que nuestro país ha venido pagando con su territorio, sus recursos materiales y su mano de obra, gran parte de la calidad de vida estadunidense.
        Cierto, no ha habido mucho avance en esa malhadada construcción del muro de marras, ya que la mayor parte de lo autorizado se enfoca a reconstruir los largos tramos destruidos. Y es muy caro su mantenimiento.
        Y, ahora, el presidente Trump se da cuenta de lo infructífero de ese muro largo y elevado, pues los ingeniosos topos humanos tienen perforado subterráneamente ese valladar, y pronto los dinámicos tornados lo abatirán.
        La naturaleza no perdona.
        Ante la realidad, Trump recibe en su cara la tosida de Jim Carrey, embarrándole en pleno rostro su pañuelo mocoso, según el video armado por el cómico, como también obtiene la información alarmante de un túnel con iluminación, ventilación, rieles y vehículo, para trasladar cosas ilegales de Tijuana a San Diego.
        El presidente estadunidense registra, además, que en diversas partes de ese muro existen innumerables corredores subterráneos.      
        La primera reacción de Trump, como siempre, fue utilizar su cuenta oficial de Twitter: “México debe tomar el control de ese gran problema… con esos túneles los narcotraficantes mexicanos se están poniendo realmente audaces”.
Pronto sabremos qué órdenes, al respecto, le dará Trump al presidente López Obrador, y éste tendrá que decidir su hacer, frente al conflicto de sus dos querencias.
El segundo muro que advierto, largo y alto, es el edificado por AMLO, en su torpe confusión, entre él y millones de mexicanos.
Ocurrente, pero irresponsable, Andrés Manuel motivó muchos entusiasmos, los que ahora, frente a la dura realidad y por decisiones presidenciales ineficaces, se han convertido en desilusiones profundas.
En su falsa e inconsistente visión divide (lo indivisible) la historia de México, en cuatro transformaciones, hechas y derechas; aunque las tres primeras nunca fueron simples y bobas transformaciones, sino revoluciones dadas en un proceso vivencial dialéctico.
Y la chistosamente llamada “cuarta transformación” ni está hecha ni está derecha, ni transforma nada ni es la cuarta; sólo es un gobernar chueco, caótico, contradictorio, y sin sentido a la vista.
Sumado a lo anterior, ese muro largo y elevado que AMLO está levantando entre él y los gobernados que observamos sus tercas y gravosas ineptitudes, empieza a tener variados y pertinentes túneles construidos por mexicanos, unidos, al margen de ese errático gobierno federal.

lunes, 11 de mayo de 2020


LOGOS
¿Buenos vs malos?
UNA VIEJA TRAMPA
                Al escribir este artículo, la cifra oficial de muertos por covid19 en México (dada por el que aplana las curvas que siguen siendo curvas, es decir, por el subsecretario Hugo López Gatell) es de 3 mil 465 muertos, cantidad que califican de falsa fuera y dentro del país, denunciando que el gobierno federal no dice el monto real y superior de fallecidos, aplicando unos endebles y mañosos modelos matemáticos, a modo.
                Ojalá no hubiera mexicanos muertos por ese motivo viral, ni por causa violenta ni ilicitudes; pero mentir, no es lo honesto.
                Obvio que la vida y la muerte forman parte de un proceso natural; pero está claro, también, que es lógico que el progreso científico tenga el propósito de prolongar y mejorar la vida de nuestra especie.
                Por ello, debemos preguntarnos, ¿quién desea que el covid19 mate a más mexicanos?
                ¿Habrá alguien que todos los días esté al pendiente del número de muertos por ese virus, para atacar con mayor reciedumbre a los neoliberales y a los conservadores?
                ¿Existirán los que quieren aumentar la mortandad de mexicanos provocada por ese coronavirus, para atacar con mayor virulencia al presidente AMLO?
                Tengo, para mí, que sólo un enfermo mental, o una gente mala, desea la muerte de otros.
                Toda persona conciliada consigo mismo y con su medio desea y hace el bien a los demás.
                Aunque en el mundo no existe lo bueno y lo malo en términos absolutos, ya que el bien y el mal no son conductas ni resultados ni percepciones estáticos o inamovibles.
                La bondad puede convertirse en maldad en un abrir y cerrar de ojos, y a la inversa.
                Los mundos recreados por la literatura del francés Honorato de Balzac (1799-1850, en su Comedia Humana), del británico Charles Dickens (1812-1870, en su Oliver Twist), y del ruso Fiódor Dostoyevski (1821-1881, en Los hermanos Karamázov), nos prueban de forma vivencial precisa, como existe en el alma de todos los humanos lo bueno y lo malo, jugando dialécticamente a la armonía, y al desequilibrio.
                Así, las personas llevamos clavados en la entraña cerebral el bien y el mal, y al fin de nuestra vida, ante la visión de nuestros contemporáneos y sucedáneos, se juzga (consciente o inconscientemente) el balance de nuestras obras respecto de esos dos valores, únicos lados de una misma moneda.
                En cantidad, pero más en calidad, se verá si pesan más nuestros actos buenos que los malos; o, al contrario. Tal será, cuando bien nos vaya, el resultado de nuestra vida.
                Con ese fondo conceptual, observo que el presidente Andrés Manuel López Obrador y sus simpatizantes, y la oposición a ellos, en crecimiento por el desencanto que AMLO sigue provocando, han caído en una vieja trampa: la opción errónea de luchar buenos contra malos.
                Y en estos casos el mayor responsable es quien tiene el poder, más si es él, quien falsamente piensa que sólo él es bueno, y los que no piensan ni dicen ni hacen lo que ordena el presidente son los malos, conservadores, fifís, neoliberales y enemigos de México.
                Qué grotesco es que el presidente de la república, sea quien sea, se sienta que él es México.
                Qué garrafal yerro es que el presidente de México no quiera ni pueda unir a todos los mexicanos, mostrando con saña lo peor de sus entrañas.
                Invito a la reflexión, para que generemos eficaces, buenas e inteligentes, acciones para superar nuestros problemas y maldades; para poner todas las supuestas o reales conductas públicas y privadas a la luz de una discusión responsable y abierta, a favor del sano desarrollo de todos los mexicanos.
                Ya que las remesas están a la baja, el petróleo a la baja, el empleo a la baja, la educación a la baja, el ahorro y las reservas a la baja, la seguridad pública a la baja, la economía a la baja y, para colmo, la confianza en el presidente AMLO está a la baja.

martes, 5 de mayo de 2020

LOGOS
Sin domar a la pandemia
AMLO QUEBRÓ LAS FINANZAS
        “El pueblo de México (frente al covid19) ha dado un ejemplo al mundo por su grado de responsabilidad”; esto es cierto en términos generales, y lo afirmó el presidente Andrés Manuel López Obrador.
        Pero AMLO, respecto al coronavirus, exhibió su pésimo comportamiento; primero lo calificó como complot de los conservadores, y continuó sus reuniones masivas como repartidor de abrazos y besos, dando mal ejemplo.
        Claro, al ver AMLO que la mayoría de las familias mexicanas seguía los protocolos internacionales al respecto, y que algunos gobernadores se le adelantaban, aceptando medidas de otros países, no tuvo empacho el presidente de calificarse como “domador de pandemias”.
        Y ahora, López Obrador anuncia lo que su amo Trump le ordena: “Ya se está viendo la luz a la salida del túnel, ya falta poco… el 6 de mayo será el momento cumbre de la pandemia, y de inmediato iniciará su descenso”.
        A todos nos urge reparar nuestra económica, pero en forma sana y bien orientada, asegurando la salud de los mexicanos, primordialmente.
        Porque a Trump le apura (a costa de la salud de los estadunidenses y a favor de su reelección presidencial) reanudar la imperial maquinaria económica del EU), y AMLO está agachonamente dispuesto a obedecer a su patrón, a costa de la salud de los mexicanos.
        Favor con favor se paga. Trump, supuestamente, hizo un favor a AMLO ante la OPEP. Con esa fingida ayuda, México salió perdiendo; ahora, AMLO vuelve a doblegarse ante Trump, y México prosigue su caída.
        ¡Hasta cuándo el presidente Andrés Manuel dejará de tontear!, a costa de la salud, la economía y la seguridad pública.
        No es posible que la cúspide de la pandemia en México sea el 6 de mayo próximo, y que de inmediato se disponga un regreso a la vida relajada de antes del coronavirus.
        Sin la salud no habrá reactivación económica, y sin ésta, la seguridad pública se agravará.
        Y esa reactivación, si fuese bien proyectada, se llevará muchos años, en el mejor de los casos.
        Ya que, con los proyectos electoreros de AMLO, las limosnas oficiales son para consumo, y no para producción. Y México debe producir mucho y de calidad, para distribuir mejor y con justicia.
        AMLO con su 4T ha podido, y puede, destruir instituciones en un día, pero la reconstrucción, a los mexicanos, nos llevará años.
        Esa luz a la salida del túnel (que ve AMLO), cuidémonos que no sea la prematura consecuencia malhadada del tren maya, proyecto acaso seductor, pero pésimamente premeditado por una lerda tropa electorera hecha gobierno.
        Mientras, la cifra de homicidios en lo que va de esta administración obradoriata es más de 80 mil seres humanos, según datos periodísticos.
        Y AMLO, al querer romper la economía neoliberal y conservadora, ha terminado quebrando a la economía mexicana. Tal es su ineptitud marrullera; dándole en la madr…
        ¡Ah!, perdón y, por cierto, pronto será Día de la Madre, nuestra Coatlicue, nuestra Eva, en nuestro mestizaje mexicano, al que el abogado liberal Alfredo Chavero (1841-1906), autor de la primera parte de la gran obra: México a través de los siglos, citara como “el árbol de leche de los niños vivos”, y “el árbol de leche de los niños muertos”.
        Honor y reconocimiento, siempre, para todas las madres mexicanas.