Dicen
que murió viejo y enfermo, quien quiso ser siempre joven y sano; aunque en eso
de “viejo”, a sus 88 años, prefería la palabra “anciano”. Y es que fue, a no
dudarlo, entre muchas otras cosas, un filólogo del siglo XX muerto en la
primavera del 2009.
Su
nombre completo parece de escándalo: Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno
Benedetti Farugia; empero, nada pudo hacer él para impedir que sus padres
italianos, venidos a América en busca de la exuberancia, le endilgaran esa
retahíla de motes denominativos.
Nació
en el año 1920, en Paso de los Toros, Tacurembó, Uruguay, y murió en
Montevideo, dejando una rica producción de obras literarias que enriquecen a la
Humanidad. Siempre creí que iba a obtener el Premio Nobel de Literatura, y la
muerte lo alcanzó primero que ese preciado galardón; sin embargo, hay algo
mejor que ese premio, y es tener la capacidad de escribir como lo hizo este
Señor de las Letras.
Nunca
tuvo una formación teórico literaria de doctorados escolarizados. Sí, fue
Doctor Honoris Causa de muchas universidades del mundo, pero sus conocimientos
los obtuvo del Colegio Alemán en su formación básica, y posteriormente en su
autodidactismo tenaz y en el ejercicio diario de obrero de las palabras, los
conceptos, el lenguaje, obteniendo con ello verdaderas obras de arte, y
sirviéndole de herramientas los idiomas aprendidos, a parte del Español propio,
el francés, el inglés, el italiano y el alemán.
Él
decidió llamarse, simplemente, Mario Benedetti, y escribió sencillo, profundo,
pero sobre todo con calidad estética: “Te quiero en mi paraíso; es decir, que
en mi país, la gente viva feliz, aunque no tenga permiso…” Lo entrecomillo,
porque el texto es de él, pero lo estoy citando de memoria, y puedo equivocarme
en alguna puntuación o en alguna palabra.
Y ese
concepto brota de él, porque Benedetti vivió siempre perseguido por las
dictaduras de Uruguay, y sufriendo las consecuencias trágicas de las dictaduras
de algunos países de Sudamérica, por años exiliado, y desexiliado; y de nueva
cuenta exiliado y vuelto a desexiliarse, como si fuera una rosca sin fin en su
destino, y todo por ser muy peligroso su lenguaje. Escribió poesía, cuento,
teatro, ensayo, novela, artículo periodístico, entrando con ello a la radio, a
la televisión, al cine. Se desplantó como literato, en Uruguay, de un grupo
llamado Generación del 45, en la que militaban, entre otros, Idea Vilariño y
Juan Carlos Onetti. Su gran amor: su mujer Luz López Alegre, con quien se casó
en el 1946, y quien se le murió en 2006, año en que Benedetti comienza su
franco declive físico.
Confieso
que me hubiera gustado conocerlo, y platicar con él sobre su obra. Todos en mi
familia lo admiramos, y en 1989 llegamos a Montevideo y a Colonia, en su busca,
pero iniciaba uno de sus exilios en Cuba.