Uno de
los primeros pasos del proceso educativo es la imitación. Todo bebé, desde el
primer escaneo con sus ojos sobre el mundo que lo rodea, comienza a copiar los
gestos, las voces, el actuar de los otros, ya que son materia prima para su transformador,
dúctil, y personalísimo temperamento.
No debe,
por ende, sorprendernos, sino preocuparnos, el hecho de que en las escuelas se
siga dando la imitación a nuestro entorno social, ahora tan lleno de
corrupción, drogas, crimen organizado, extorsión, pago de cuotas ilícitas, y violencia.
En una
secundaria, hace unos días, un estudiante menor de edad llamado José se
dedicaba a cobrar cuotas a sus compañeros para darles seguridad; y como uno de
sus compañeros no aceptara ese exacción, se provocó una violenta pelea. José
confesó ante el ministerio público que no estaba solo, sino que tenía toda una
pandilla.
Esos
jóvenes recaudadores de ilegal tributo serán mañana profesionistas, trabajadores,
funcionarios, empresarios, o algún otra cosa, pero siempre podrán tender a la
delincuencia en cualquier actividad que realicen, pues eso han aprendido de los
adultos, comenzando por su seno familiar.
Y es
que educan más los actos que las palabras. El ejemplo de la conducta se
sobrepone a todo. Los funcionarios rateros que amasan escandalosas fortunas
indebidas mal educan con su hacer pernicioso; igual van dando pésimo modelo los
maestros que no cumplen con su misión, los sacerdotes desvergonzados, los
profesionistas pícaros, los periodistas chayoteros, los patrones explotadores,
los fraccionadores bandoleros, los comerciantes que veden dando litros o kilos
de menos, los dueños de medios masivos de comunicación irresponsables y
corruptos, y toda laya de delincuentes que produce nuestra pésima organización
social.
La
gente que se porta bien, la que tiene márgenes de honorabilidad aceptables,
siendo mayoría, está desdibujada por nuestro deplorable sistema económico
social, ya que se privilegia a los gana dineros, a los triunfadores a como dé
lugar, a los que viven con lujos ostentosos, a los exhibidores de sus vicios
millonarios.
El
mundo de los valores funciona a favor de la descomposición. Se sobrevive en una
axiología absurda y de practicidad. Por encima de la honestidad se encuentra el
éxito; la flojera domina al trabajo; la incapacidad se encumbra, y a la
capacidad se le ve con desconfianza; la excesiva riqueza se admira,
despreciando a la honrada medianía; la belleza hueca destrona al sólido talento;
y, seguimos construyendo un mundo en donde lo mediocre y podrido va en veloz
desarrollo.
Llegó
el momento de hacer, todos, un severo examen de conciencia. En el entendido de
que nada ni nadie es enteramente puro ni existe eternidad para nadie ni para nada.
Trato
mucho de cuidar lo que escribo, pues tengo en mi recuerdo que Platón hizo decir
a Sócrates, en el Fedón, que "hablar sin exactitud no es cometer tan sólo
un error en el lenguaje, sino hacer, además, un grave daño a las almas".