LOGOS
Ante dos años
peligrosos
PRESIDENTE
EN DESGASTE
No terminan bien quienes serruchan la
rama que los sostiene; y el gobierno mexicano y sus opositores efectúan,
eficazmente, esta cándida faena.
Igual, resulta un absurdo destruir, y
permitir que destruyan, a las instituciones que, sustentando a nuestro país, le
han sido encomendadas al Presidente de México.
Tratándose de las atribuciones legales del
Ejecutivo Federal, la responsabilidad directa es del Presidente Enrique Peña
Nieto, quien como candidato generó por su publicitada juventud, y grato aspecto
físico, aceptación electoral y esperanzadas expectativas.
Hoy, ante su Cuarto Informe de Gobierno,
se le observa desgastado, impopular, y presionado por todos, incluso, auto
comprimido; perturbadora situación que lo excita a seguir cometiendo
aberraciones que, a la vista de todos, sirven a sus eficientes enemigos para
afectarlo cada vez más.
Si esos ataques exclusivamente afectaran
a Enrique Peña Nieto, la mayoría de los mexicanos estaríamos impasibles; sin
embargo, él es el Presidente de México, y nos preocupa y nos llama a atender
esa situación peligrosa de sus dos últimos años de sexenio.
Por ello, mis iniciales sugerencias están
dirigidas, no a sus opositores, sino al Presidente Peña, quien seguramente
revisó y autorizó la publicidad de su reciente informe.
Ahí, aparece otra vez la imagen personal
de él, antes que cualquier otra gente, reflejando una vanidad soberbia que ya
no se sostiene. Carita ya no mata nada. La publicidad debe ser de conceptos, las
fotos de obras y de gente trabajadora del pueblo de México, a quienes todos
debemos los avances que hemos tenido.
Esa publicidad presidencial, como la de
todos los políticos fatuos en activo, es pagada con las contribuciones de la
población tributaria, quien es la primera ofendida con ese desatinado derroche.
Y en esa deplorable propaganda se lee
aún: "Lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho".
Todos sabemos que lo bueno se cuenta,
cuando hay algo bueno que contar, incluso en las acciones políticas
provenientes de la función pública; pero estas cosas buenas al Presidente de la
República, si es inteligente, le corresponde atribuirlas a la sociedad, y no
presumirlas como propias, por más que sus lambiscones y aplaudidores de oficio
lo impulsen al equívoco.
Lo malo en la acción pública corresponde
al funcionario responsable, y esto cuenta muchísimo, más cuando exista un
vínculo de causalidad personal entre el acto u omisión con el producto dañoso
producido.
El Presidente de la República ni en su
vida personal puede ser amiguero. Al nombrar gabinete no forma pandilla ni
constituye socios ni menos cómplices, ya que el interés nacional está encima de
todos y de todo. Hasta las pláticas con sus íntimos deben ser cuidadosas, y
éticas, pues sus amigos suelen exagerarlas.
Si defendiera a los mexicanos, como
cubre a sus cuates, sería un aceptable Presidente.
El poder desgasta, pero el no poder desgasta
más.