LOGOS
México
TIERRA DE LOS BUENOS
Desde hace muchos años gozo de la prosa
periodística de un destacado reportero y cronista mexicano, Miguel Reyes Razo,
quien desde Davos, Suiza, nos narra: "¿Ardid? ¿Trampa? ¿Zancadilla? A todo
esto olió la agresiva pregunta: ¿Cómo hablar de un México democrático,
progresista y moderno cuando hay muertos y crímenes del narcotráfico?"
Con el tufillo que percibió el olfato de
Reyes Razo, el cuestionamiento fue dirigido al Presidente Enrique Peña Nieto en
el World Forum Economic, emitiéndolo el columnista venezolano Moisés Naim,
radicado en Europa y frecuente colaborador de El País.
Según la nota publicitada, el Presidente
Peña Nieto contestó: "Pues fíjate que no, Moisés. México es un país bueno.
México es la tierra de los buenos... pero también tiene problemas... como los
tienen todos los países del mundo..."
Y con esa respuesta formuló interesantes
reflexiones sobre el Chapo y su extradición, nuestros problemas de corrupción,
la reforma energética, la baja en el precio del petróleo, las demás reformas
estructurales, los reacomodos en cambios monetarios, pero lo más destacado, y
destacable, fue cómo nos ven desde el extranjero al México 2016, y a los
mexicanos de este siglo XXI.
De manera muy variada los extranjeros,
de diversos tiempos, distintos lugares, diferentes niveles sociales, nos han
observado, descrito y juzgado. A este respecto los textos históricos,
antropológicos y literarios, son vastos.
Empero, todo cambia, y en esta época
todo resulta más rápido, hasta el cambio, y como nunca antes.
Dentro de esa dialéctica, los seres
humanos no nacen buenos ni nacen malos, los hace el medio ambiente en su más
amplio sentido: físico, químico, biológico, familiar, económico, político,
religioso, cultural, social, educativo, vecindario, calle, televisión,
internet, radio, periódicos, revistas, redes sociales, fuerzas modeladoras de
los sistemas nerviosos de esos cuerpos individuo sociales que se autodenominan humanos.
Y los países están constituidos por
seres humanos que, en su colectivo cultural histórico, tienen conciencia de lo
bueno y de lo malo; conceptos, ambos, también sujetos al cambio, ya que no
existen absolutos.
Así que conforme a los valores imperantes,
del ahora y el aquí, ningún país del planeta es "tierra de los
buenos" y, por ende, ni tierra de los malos. Todos los pueblos tienen
buenos y malos, como todos los humanos suelen oscilar, en las innumerables
conductas de toda su vida, entre lo que en ese lapso se entiende como bueno y
como malo.
La correcta labor de todos, individual y
colectivamente, es reducir al máximo los márgenes de lo que consideramos
culturalmente malo, y ampliar lo más posible los efectos benéficos, en cantidad
y calidad, de todo lo juzgado en conciencia como bueno.
Logremos que ningún país tenga sistemas
de organización ni autoridades malignas y perversas; y, así, humanos y pueblos
generarán habitualmente virtudes.