LOGOS
El pueblo y la
nación estadunidense
MERECEN UN BUEN
PRESIDENTE
Nunca me imaginé que un generoso pueblo
y una gran Nación, como los Estados Unidos de América, llegaran a tener como
Presidente a una persona como Donald Trump, tan rebosante de características
negativas.
En EU lo han señalado como gente
grosera, humilladora, cínica, soberbia, audaz amasador de fortuna a como dé
lugar, misógino, racista, obsequioso con los poderosos y majadero con los
humildes. Alguien así, no merece llevar las riendas de la política de un Estado
que es líder de países.
Los adjetivos calificadores empleados
para describir la conducta del Presidente Trump parecen tener sustento real por
sus actitudes personales en el corto ejercicio de su enorme poder. No son
producto de opiniones subjetivas, sino resultado de la fama pública mundial que
se encuentra a la vista de todos como hecho notorio; y algo más, la que exige,
per se, de inmediato, un diagnóstico y un tratamiento psiquiátrico o psíquico
promovido ante tribunales competentes en EU, o en tribunales internacionales,
por el latente peligro de un mandatario de conductas erráticas de tal magnitud.
No puede un enfermo, engallado y
enloquecido, ejercer tamaña responsabilidad, menos tan cargado de odios en
contra del mundo.
Según sus términos perversos, con voz
maléfica y mirada torva, a la fuerza nos quiere hacer felices a los mexicanos:
construyendo un muro entre los dos territorios, e imponiéndonos, como delicado
favor de su parte, la obligación de pagarlo totalmente.
Y si no aceptamos, él, sin más, hace
justicia por su propia mano, faltándole al respeto a México y a su Presidente
y, con ello, avergüenza y hiere al pueblo estadunidense y a la Humanidad, cosa
que no podemos tolerar y, mínimo, debemos recordarle que, como trate a los
demás, será irremisiblemente tratado.
Ante tamañas ofensas, todos los
mexicanos estamos unidos; empero, nuestra unidad será activa en el exterior y en
el interior, y orientada eficazmente para neutralizar las ilegalidades
agresivas del Presidente Trump, como dirigidas para la pronta y eficiente
solución de nuestras dificultades económicas, educativas y políticas.
A grandes problemas, grandes remedios,
pero con responsabilidad y firme garantía. Frente a quien le anda buscando
tetas a las serpientes, como dicen en el rancho, con diplomática actitud y
aguda inteligencia lo convenceremos con la razón, en su propio territorio, ante
organismos internacionales, y con el auxilio de miles de millones de seres
humanos honestos y buenos que luchan por un mejor planeta Tierra.
Porque el problema no es México, ni Cuba
ni China ni la OTAN, ni la ONU ni Canadá ni la Comunidad Europea, ni siquiera
EU ni sus partidos políticos ni Centro América ni Sud América ni África ni
menos Oceanía, el problema es Donald Trump, agravado por la locura de ejercer
un ciclópeo poder, y la inquietud de ir al abismo para ver qué pasa.
Mínimo, hará que EU pierda el liderazgo.