lunes, 30 de noviembre de 2020

 

LOGOS

Dos años, AMLO, ¡y tantos daños!

SON AGUAS DE LOS MISMOS CAÑOS        

        A la distancia de un día, se encuentra un informe más del presidente Andrés Manuel López Obrador.

        La diarrea informativa presidencial ya constituye un océano explicativo que nos ahoga. Su cantidad es abrumadora. Su calidad es francamente pésima y repetitiva.

        Andrés Manuel dice tanto, como tantas son sus contradicciones, mentiras, corruptelas, imprecisiones, perversidades y odios, entrelazados con buenos y aceptables propósitos, ahora ya diluidos por él mismo.

        Dice, dice, y dice, pero no puede presentarnos un logro trascendente.

        Esas magníficas intenciones de las que sigue hablando, hablando y hablando, las ha pretendido cristalizar sin método ni sistema ni plan ni programas eficientes. Todo lo hace a ciegas, y con naturaleza de ocurrencia.

        Su militarismo lo ha hecho populachero; y su populismo lo quiere militarizar.

        Los feminicidios para nada le importan. De las mujeres, sólo su voto le interesa, a pesar de las explicaciones que públicamente su secretaria de gobernación le ha formulado.

        La seguridad pública, salvo la suya, la desdeña; y así rinde malas cuentas, a pesar de que todas las mañanas se reúne con los secretarios dedicados a dicha objetivo.

        Más de 80 mil asesinados se registran en los dos años de ejercicio del presidente AMLO.

        Esos homicidios y las masacres, los asaltos y las lesiones, los secuestros y las extorsiones, todo va a la alza; cuando su promesa era erradicarlos, en llegando al poder.

        La llamada “estafa maestra”, tan colectivo delito, la han convertido en algo tan individual: en una maestra que estafa, llamada Rosario.

        Hasta los supuestos grandes robos, cometidos probablemente por sus antecesores (caso Odebrecht, y la estafa citada) los han convertido en un espectáculo circense; y por la incapacidad del ejecutivo federal en la investigación delincuencial, y en la procuración de la justicia, se han trocado en fábrica de delatores.

        Y tan putrefacto es el delator, como los sujetos que lo generan y lo concitan.

        En materia de salud, AMLO nos ha conducido a la catástrofe. No tiene una verdadera política de salud pública. Sólo existen dos ineptos mentirosos que han formado una sociedad de mutuos elogios.

        El presidente López Obrador, quien por su torpeza es el causante de tantos muertos; y el subsecretario López Gatell, quien ni siquiera ha sabido contarlos correctamente

        En cifras oficiales mexicanas son más de 106 mil fallecidos. Mientras que en cifras de organismos internacionales son más de 250 mil mexicanos extinguidos.

        Andrés Manuel, ante el covit-19, aseguró que esa pandemia era cosa de conservadores y neoliberales, que era enfermedad de ricos, porque el pueblo mexicano era aguantador y fuerte; que contra ese virus él traía su estampita, un billete de dos dólares, y su frase de detente maligno; que él nunca usaría el cubrebocas, sino hasta que los conservadores fueran vencidos; y que la llegada de la pandemia del corona virus nos caía como anillo al dedo.

        Esas frases y actitudes (chuscas e irreflexivas) constituyeron su política de salud pública, ante tamaño mal, es claro que el presidente Andrés Manuel López Obrador es el responsable de esa mortandad.

        Dos años de AMLO, ¡y tantos daños!, son aguas de los mismos caños.



 

lunes, 23 de noviembre de 2020

 LOGOS

Trump y AMLO vs 100 fuegos

ALTO; MEDIA VUELTA, YA

        Observo a Donald Trump como mala persona. Lo considero un producto, y un generador, de lo peor que Estados Unidos de América tiene como población en la actualidad.

        Una de sus recientes infamias fue disponer (a la chita callando) la aprehensión del ex secretario de la Defensa Nacional de México, Salvador Cienfuegos Zepeda, en oculta táctica, entre otras, para elevar sus posibilidades de reelección.

        La captura del general fue el 15 de octubre del 2020 en Disneylandia de EU; la elección presidencial en aquel país fue el 3 de noviembre del 2020. El propósito de ese acto de autoridad fue cimbrar en favor de Trump a los electores, en ese lapso de 18 días.

        Supongo, por simple lógica, que Trump le avisó de ello (con la secrecía diplomática personalísima correspondiente) a su gran amigo y colaboracionista, al presidente Andrés Manuel López Obrador, haciéndole ver una conveniencia mutua.

        Acaso, AMLO valoró, en principio, que a él le vendría “como anillo al dedo” ese prendimiento; frase que Andrés Manuel usa, siempre, desatinadamente.

        Su inclinación al escándalo exhibiendo la corrupción de sus inmediatos antecesores requería de más descubrimientos y/o invenciones, de casos de mayor podredumbre de ex funcionarios del más alto nivel cuando ejercieron poder.

        La detención del general, y su destinado proceso, auxiliaba a los dos autócratas electoralmente, al de aquí, y al de allende nuestra frontera norte.

        No se nos olvide que se rumoraba, cierto o no, que la influencia en el ejército de Cienfuegos se acrecentaba, y que el sentimiento externado por el general retirado Carlos Demetrio Gaytán Ochoa se agudizaba: “Nos preocupa el México de hoy. Nos sentimos agraviados como mexicanos, y ofendidos como soldados”.

        Pero en ese perverso juego, a los dos presidentes se les hizo bolas el engrudo.

        Donald (el que nunca pierde y odia a los perdedores) quedó vencido por Biden; y su reelección, asegura el arrollado en tono de amenaza, la reprogramará para el 2024.

        Así que sabedor de su derrota, con todo y sus sucias argucias electoreras, decidió regresar al general Cienfuegos a México, puesto que ya no le era útil; claro, previo aviso a su coparticipe.

        La ineptitud y la perfidia no logran disfrazarse de buena diplomacia.

        De esa forma, todo autócrata retoza irresponsablemente con la vida de las personas.

        Mientras en nuestro país, a nuestro autócrata, casi simultáneamente el tiro le salió por la culata.

        La primera reacción de AMLO frente al caso Cienfuegos fue ponerlo como ejemplo de la monstruosa corrupción que le habían entregado las administraciones conservadoras y neoliberales anteriores, prometiendo de inmediato una investigación exhaustiva en contra de los mandos superiores de las fuerzas armadas implicadas en el caso del exsecretario.

        Dejando de lado el que las fuerzas armadas, a las que quería desaparecer hace dos años el presidente López Obrador, las empezó a registrar como las mejores instituciones que podían ayudar en sus proyectos. Y ellas le respondieron pertinentemente.

        Sin embargo, con esa aprehensión del general Cienfuegos se sintieron agredidas nuestras fuerzas armadas, y volvieron a manifestar su sentir, logrando la recapacitación del presidente.

        En la disciplina militar se sintetiza: “alto; media vuelta, ya”. Y el civil, jefe nato, acató la orden.

        Algún día se sabrán los detalles de esa verdad.

        Por ahora, lo único que debemos solicitarle, con todo respeto y de nueva cuenta, al presidente AMLO, es responsabilidad, sensatez, rodearse de gente inteligente como lo hizo el presidente Juárez.

        ¡Ah!, otra cosa, le sugiero atentamente al presidente que, por las mañanas, cuando despierte, todos los días de su vida, piense en que no debe hacerle mal a nadie, ni siquiera a sus supuestos enemigos, los conservadores y neoliberales, con quienes tampoco comulga, quien esto escribe.

        Pues para ser eficaz, y mejorar la existencia de todo mexicano, la vía es otra.




lunes, 16 de noviembre de 2020

 LOGOS

Traición a la patria

 “SOMOS DEL PARTIDO DE MÉXICO”

        Como criollo ladino, el presidente Andrés Manuel López Obrador, conforme a su “triunfo electoral absoluto”, ejerce un poder autoritario.

        El Congreso de la Unión (que debería actuar responsable y armónicamente como un poder de equilibrio) sólo ha servido para aprobar, a ciegas, las iniciativas caprichosas y desatinadas de Andrés Manuel, claro, además de cantarle las mañanitas en sesión y recinto parlamentario por su cumpleaños, lo que ni en la peor dictadura mexicana se había visto.

        López Obrador, aunque no ha cumplido sus grandes promesas electorales (acabar en llegando al poder, con la corrupción, el desempleo, la inseguridad, los problemas educativos y la pobreza), sí cumple… 67 años, y sí cumple promesas irrelevantes, pero con truco: no usar el avión presidencial, sino rifarlo sin entregarlo; no vivir en el lujo de Los Pinos, sino en el ultra lujo de Palacio Nacional; licenciar a todo el Estado Mayor Presidencial, pero usando a sus integrantes para el servicio personal y familiar.

        Con ese poder absoluto, AMLO en una de sus mañaneras recientes aseguró, con relación a la actual política electoral de los EU: “No tengo nada contra el partido demócrata, tampoco contra el partido republicano. Nosotros somos del partido de México”, sin darse cuenta de que rebajó, a México, a nivel de simple partido político.

        Y agregó Andrés Manuel: “Nosotros no podemos hacer un reconocimiento de ningún tipo, a un gobierno que todavía no está legal y debidamente constituido… tenemos que aplicar la Doctrina Estrada”; cuando nadie le está pidiendo que reconozca al gobierno de Biden, quien solamente es un candidato presidencial, a quien, hasta este momento, la contabilidad de los votos le favorecen.

        AMLO, así, es quien ha, y está, atropellando la Doctrina Estrada, al aplicarla a su antojo y de manera inexacta en los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, más cuando el presidente mexicano permitió al presidente Trump usar su imagen y voz en su campaña de reelección; y no la aplicó ni en Bolivia ni en Venezuela.

        Además, López Obrador, la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Embajada de México en EU hicieron el señalamiento de que Joe Biden es “un presunto presidente”, usando el término penal de presunción en tono peyorativo.

        Biden ha recibido mensajes diplomáticos amistosos de la mayor parte de los gobiernos y naciones del mundo, menos de cuatro países que han guardado prudente silencio.

        Sólo el presidente AMLO, como excepción, ha sido omiso en establecer comunicación con Biden, e incluso se negó públicamente a recibir la sensata y afable llamada telefónica del candidato triunfante a la presidencia de los EU.

        Siendo Andrés Manuel el único presidente locuaz, que razona mal al pensar que al recibir una llamada telefónica de Biden (candidato ganador a la presidencia de EU, por haber logrado oficialmente 39 votos electorales más, de los que se requieren para ser presidente), afecta la Doctrina Estrada.

        Recordemos que los principios de esa doctrina establecen que ningún país tiene derecho a decidir y/o calificar la legitimidad o ilegitimidad del gobierno de otro país, ya que sólo pueden disponer, si establecen o no relaciones diplomáticas con él. Y éste no es el caso de Biden y México.

        La fracción X del artículo 89 de nuestra Carta Magna establece que “Las facultades y obligaciones del presidente, son las siguientes: … X. Dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales… sometiéndolos a la aprobación del Senado. En la conducción de tal política… observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención…” Este artículo lo ha violado AMLO al intervenir en las elecciones para presidente de los EU, y no lo transgrede si simplemente recibe y contesta una educada llamada telefónica del candidato Biden, a quien el voto de los estadunidenses le ha sido favorable.

        Ignaros y aventureros, Trump y López Obrador son almas gemelas. Cuidémonos mucho de estos dos autoritarios que aspiran a ser eternos.



 

lunes, 9 de noviembre de 2020

 LOGOS

Trump perdió la presidencia

AMLO DESTRUYE A LA CLASE MEDIA

        La Revolución Mexicana de 1910 en sus etapas creativas (posteriores a su violento belicismo) creó y desarrolló a su clase media.

        En la historia universal encontramos los gérmenes de la clase media, en el inicio del Renacimiento, en el siglo XVI.

        No fue fácil configurar a esa clase, para todos los fenómenos de la vida humana.

        Resultó difícil instituir familias con acceso al poder económico, político, social, cultural, religioso, educativo, en cantidad y calidad suficiente para conformar un práctico y útil colchón entre la clase multimillonaria y la clase pobre, para que éstas no chocaran demoledoramente entre ellas, pero, también, para que sirviera de conducto y enlace para la movilidad socioeconómica constante en el espacio de estos tres niveles.

        El estado y el gobierno de nuestro país (del año 1917 al año 2018, con sus defectos y virtudes) lograron que la clase media mexicana tuviera, a su vez, tres grados: media baja, media, y media alta.

        Y muchas cosas más se lograron con la revolución institucionalizada del siglo XX; por ejemplo, se obtuvo gran movilidad socioeconómica.

        En lo que hoy es México (de los siglos del XVI al XIX y en las dos primeras décadas del siglo XX), por lo general, quien nacía pobre moría pobre; quien nacía ignorante moría ignorante; quien nacía de baja casta moría en la baja casta; quien nacía sin poder político moría sin poder político.

        Pero después de la Constitución de 1917, y su desarrollo legal e institucional, se forjó esa sana movilidad que hoy gozamos, por la cual los que ahora tienen el poder político, antes no lo habían tenido como ahora; y quienes tuvieron antes el poder político, ahora ya no lo tienen; quienes fueron ricos, ahora pueden ser pobres; y, quienes fueron pobres, ahora pueden ser ricos, y esta dialéctica tiene en movimiento a todos los estratos sociales del país.

        A su vez, la educación opera como un extraordinario factor que promueve esa movilidad, tan necesaria y productiva.

        Por eso, todo mexicano necesita tener acceso a la educación y a su desarrollo cultural; éste es un extraordinario derecho humano garantido por nuestra Carta Magna.

        La clase media mexicana mayoritariamente se configuró a través de la educación y la cultura: contadores, médicos, ingenieros, veterinarios, abogados, comerciantes, banqueros, empresarios, historiadores, físicos, químicos, matemáticos, escritores, arquitectos, odontólogos, enfermeras, artistas, profesores, industriales, agricultores, periodistas, e individuos de muchas otras ramas profesionales, o personas con actividades diversas que logran ingresos suficientes para agrandar, junto con su familia, a esta clase media.

        Hoy, para mal, desde el año 2019 y lo que va del año 2020 han venido adelgazando a la clase medida de México de manera acelerada y temeraria.

        Las causas de esa agresión a la clase media mexicana han sido las equívocas políticas de salud, economía, seguridad pública y educación del presidente Andrés Manuel López Obrador.

        “Primero los pobres” ha dicho; y como frase retórica no se oye mal, pero en la realidad, ha producido más pobres y más pobreza.

        Y en materia de salud, seguridad pública y educación ha sido la política de AMLO un trágico desastre.

        Observemos nuestra economía.

        Estamos produciendo menos, a grado de que el propio AMLO (para que el gobierno subsista) se ha dedicado a vender todo lo que puede, sobre todo los bienes que para bien o para mal generaron anteriores administraciones: aviones, automóviles, joyas, ropa interior, inmuebles, y hasta la patria intentó venderla al presidente Trump, quien, por cierto, acaba de perder el voto para reelegirse.

        Obvio, nuestro presidente AMLO se resiste a reconocer el triunfo de Biden, so pretexto de no intervenir en las elecciones estadunidenses, pero no protestó ni dijo nada, cuando Trump en su campaña usaba las fotos y videos de AMLO como parte de su propaganda; y, para colmo, Andrés Manuel se suelta lanzando elogios a Trump, ya concluida la campaña, mientras senadores, diputados, partidos políticos, y más de 10 gobernadores mexicanos felicitan a Biden.

        Pero lo más atroz para la equívoca actitud del presidente López Obrador, es que casi los 130 millones de mexicanos descalificamos a Trump por habernos agraviado de palabra y de acto. Nos ha dicho “asesinos, violadores, drogadictos, estúpidos”; y ante tamaño patán soberbio, la mayoría de los mexicanos hemos sido dignos, sólo nuestro presidente sigue siendo su siervo.

        En fin, AMLO ha provocado graves problemas económicos; incluso a los estados y a sus gobernadores, víctimas de un viejo pacto fiscal leonino, aplicado con odio por el presidente López Obrador, quien sólo les responde con la frase de un cómico: “No hay, no hay, no hay”.

        Y en efecto, no hay, ni trabajo inteligente, ni honradez ni vergüenza.

        Trump dividió a sus gobernados, y la mayoría de los estadunidenses lo echan de la presidencia, con su voto a favor de Biden.

        En México, la atacada clase media mexicana, o lo que quede de ella, votará en contra de su victimario Andrés Manuel López Obrador.



 

lunes, 2 de noviembre de 2020

 

LOGOS

Trump y AMLO       

COHABITAN EN CAMA ELECTORAL

        El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y el presidente estadunidense Donald Trump tienen ciertas semejanzas de carácter político.

        Ambos aplican la visión autocrática, siendo ellos los que dicen, piensan y hacen, añoran el poder absoluto.

        Trump y AMLO son naturales concentradores del poder; la fuerza centrípeta impera en todo lo que manejan. Cada uno es el eje de su mundo, y tienen asido a todo lo que circula en derredor de ellos.

        Los dos buscan llamar la atención a cualquier precio, con actitudes, refranes, burlas o gansadas.

        Andrés Manuel y Donald suelen utilizar a sus lacayos íntimos para hacer trabajo sucio, y cuando éstos son sorprendidos en flagrancia, se deslindan traicioneramente de ellos para evitar responsabilidades, sin decir ni pío.

        Los dos presidentes carecen de autocrítica. Ante un error o un mal en su gobierno, nunca lo reconocen como suyo y, de inmediato, señalan a sus antecesores como los responsables de lo peor.

        Tienden a que todos dependan de ellos. Si hay que dar dinero, recursos, cargos, apoyos, pensiones, becas, sólo López Obrador, sólo Trump, son los únicos autorizados para ser, y hacerla de generosos.

        Esos ejecutivos federales gustan de sorprender a sus gobernados con ocurrencias impredecibles. Expertos en caricaturizar, a sus rivales, son ofensivos. Trump dice de Nancy Pelosi: “es una pata negra, más bruja y hosca que Hillary”, mientras AMLO barbotó: “Felipe Calderón es el comandante Borolas”.

        En cambio, ambos presidentes, son cariñosísimos con sus siervos. Donald exalta a AMLO: “maravilloso presidente, inteligentísimo, ha puesto a 27 mil soldados a cuidar nuestra frontera”; en tanto Andrés Manuel enaltece a otro López… Gatell: “capaz, talentoso, uno de los tres mejores epidemiólogos del mundo”, aunque más 200 mil muertos mexicanos por covid (cifra según datos internacionales) reclamen, desde su tumba, ser víctimas de la pésima política de salud del presidente mexicano López Obrador. Los muertos que vos matasteis gozaron de mala salud.

        AMLO y Trump sólo a los débiles les dan poder, para remarcar que son de su hechura, y les sean fieles ciegamente.

        Ambos presidentes ansían en sus manos todos los recursos económicos, sean los billones del presupuesto, o los millones montados en fideicomisos; y donde hallan dinero usan su aspiradora desesperadamente, para que no quede ni un dólar y ningún peso sin el destino que ellos le impongan.

        TRUMP y AMLO juegan con las necesidades de los pobres para convertirlos en gente incondicional; buscan, sobre todo, obtener su voto.

        Donald y Andrés Manuel no planifican, jamás, para resolver los graves problemas que enfrenta su respectivo país. Manejan todo por corazonadas, sin lograr eficacia en las soluciones.

        López Obrador y Trump saborean presumir sus reales y/o supuestos logros, auto elogiándose sin ningún recato.

        Sus propósitos están hechos con las fantasías de la gente humilde, y ambos presidentes no han sido diestros para crearles sólidos y reales sustentos.

        Donald y Andrés Manuel son astutos en el montaje de espectáculos imponentes, para hacer y exhibir su popularidad.

        Ambos son soberbios, y su ocasional disfraz de humildad los muestra grotescos.

        Esos dos presidentes, cuando encuentran defectos en las instituciones, las destruyen, en lugar de sanarlas; todo bajo el tosco dicho de que “muerto el perro se acabó la rabia”.

        Aseveran decir la verdad, para encubrir sus engaños; aseguran ser honrados, pero su deshonestidad la tapan con formas novedosas; traicionan cuando les es benéfico; han dividido a la población de sus respectivos países; son sembradores de desorden; en el fondo no creen más que en sí mismos; son politiqueros a morir; gozan, en su interior, desintegrando a su nación; y, Trump y AMLO se están auxiliando para sobrevivir como presidentes.

        Al cohabitar AMLO y Trump, en la misma cama electoral, tendrán similar destino.