Ensayo inédito
RECUERDOS DE CARLOS
FUENTES
Hace cerca de 30 años tuvimos una
plática con mi buen amigo Rafael Corrales Ayala en torno a su compañero de
clase en la Facultad de Derecho, llamado Carlos Fuentes Macías.
En mi caso le expliqué mi admiración por
la obra literaria de Fuentes, y cómo en mi juventud, al buscar buena literatura
de escritores mexicanos con vida, seleccioné para mi consumo los libros de
Fernando Benítez, Octavio Paz, y Carlos Fuentes.
Rafael, en cambio, me describió a su
compañero Carlos como un joven despreocupado, gustador de placeres, y amante de
la vida plena. "¡Ah!, qué tiempos aquellos mi querido Marco!", indicó
Rafael recordando vivencias personales con añoranza muy propia, y en tono
retórico, huella indeleble de un campeón internacional de oratoria.
Y se me alborotaron esos recuerdos, en
virtud de que concluí la lectura de un inédito y magnífico ensayo
autobiográfico de Carlos Fuentes, el cual publica la ameritada revista
"nexos" en su número 449 del mes de mayo que transcurre.
Recomiendo que se lea ese trabajo,
porque aparte de la gran soltura y precisión elegante del lenguaje, contiene
tantas experiencias vitales que, aunque sean sobre cabeza ajena, dan auxilio
para comprender a nuestro país y a su capital, pero sobre todo a una generación
de mexicanos ya muertos, pero que siguen mostrándonos la utilidad de lo que nos
heredaron.
El escritor, en efecto, reconoce y
describe esa etapa de su vida en una Ciudad de México que ya no existe como
tal, y en donde él inconscientemente se abandonó para ser objeto de un
torbellino entre perezoso, displicente y bohemio, y del cual fue extraído por
el impacto que le causaron dos personajes: su padre, y Simonetta Moreno, como
él simplemente la llama para encubrir su verdadero nombre, quien le duplicaba
la edad, le obsequiaba placer, y quien filosóficamente lo echó de su casa.
"Ya tuviste lo que debiste tener.
No cruces la raya. No abuses de tu suerte... Recoge tus canicas y vete a otra
parte."
Coincidente en el tiempo, su padre lo
reprende con palabras severas y asertivas: "Qué lástima. Has terminado en
fracaso"; esto, después de una madrugada en que fue arrojado como un bulto
desde un taxi a las puertas de su casa, sin recordar, de su parte, dónde o con quién había pasado la noche.
Ahí, tocó fondo, para dirigir su propia
vida rumbo a una dirección positiva, llegando a ser lo que fue, uno de los
grandes escritores del siglo XX.
Y todo aquel bagaje que le proporcionó
esa etapa oscura de su vida, lo supo convertir en luz en todas sus obras, entre
las que citaré "La región más transparente", "Aura",
"La muerte de Artemio Cruz", "Terra nostra", "El
espejo enterrado".
Honores, premios, y doctorados, recibió
muchos. La libertad en él fue una constante: "No existe la libertad, sino
la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres".