sábado, 23 de mayo de 2015

Síntomas dramáticos
SANGRIENTOS JUEGOS INFANTILES
        Generalizar casos singulares es absurdo. Negar los casos singulares, y no comprenderlos en su cabalidad, es toda una irresponsabilidad.
        El crimen cometido recientemente en el Estado de Chihuahua por cinco adolescentes, en contra de un niño de 6 años, no lo cometen todos los niños mexicanos, pero es un síntoma dramático de lo que vive México, pero también muchos países del mundo.
        Los niños actuales son los productos de nuestra generación; y por nuestros frutos nos conocerán, según el concepto bíblico.
        Cinco menores de edad asesinan con saña, alevosía, ventaja y traición, al niño Christopher, desfigurándole su rostro, sin respeto para su cadáver, enterrándole para borrar huellas, colocando un perro muerto encima de la tumba. Esto revela como fiel espejo las sucias oscuridades del tiempo violento de sus mayores.
        Nuestra Constitución y sus leyes, en sus hipótesis generales, impersonales y abstractas, ordenan que esos menores son inimputables, y en obediencia a nuestro sistema jurídico, así debemos de tratarlos, ya que para ser sujeto activo de delito deben cumplirse 18 años, y el mayor de esos infractores apenas cuenta con 15 años.
        Sin embargo, ser imputable sólo por llegar a los 18 es un error grave del sistema jurídico mexicano, ya que se es imputable cuando se tiene la capacidad de entender y de querer, con independencia de la edad.
        Y si México decidió indicar los 18 años, como requisito para lograr la imputabilidad, es por ser más fácil y barato aludir a la edad, que andar probando en cada infractor su capacidad personalísima para entender y querer sus actos, y las consecuencias de su conducta.
        Empero, dentro de esos 5 adolescentes debe haber uno, o dos, o tres, o cuatro, o todos, que saben lo que hicieron, entendieron lo que provocaron, desearon la ejecución de su acto u omisión, y quisieron sus consecuencias. Los resultados así lo evidencian.
        Pero tiene tantas facetas este problema, que puede ser que la culpa también la tenga que cargar Fuenteovejuna, o sea la sociedad enferma que produce a este tipo de menores infractores, cometiendo actos que en los mayores serían sanguinarios delitos, crímenes espeluznantes.
        ¿Quién enseña a nuestros niños, a nuestros adolescentes, a nuestros jóvenes, a asesinar, a robar, a secuestrar, a violar, a defraudar, a mentir? Los adultos, a través de sus conductas en los hogares, las calles, sitios públicos, en las películas de videos caseros, en los canales de televisión, en los cines, la radio, en los periódicos y revistas, en el internet, en todos los medios masivos de comunicación. Todo enseña, lo malo y lo bueno. Y esta generación parece privilegiar a lo pésimo.
        Y las políticas públicas al respecto son equívocas, o nulas. ¿Hasta cuándo le pondremos un hasta aquí, social, cultural y educativo, económico y laboral, a tanta maldad.
        Las medidas policiacas y militares se requieren, inteligentemente y dosificadas; pero las medidas económico laborales, culturales educativas, urge aplicarlas, bien fortalecidas y adecuadamente encauzadas.