Tiranos, dictadores, autócratas…
¿HACEDORES DE LA JUSTICIA?
El
coronavirus ha provocado una polvareda mundial, aterradora y espesa, que ha
servido (entre otras cosas) para cubrir totalmente las estupideces de los
gobernantes.
Un
ejemplo: el “accidente” del helicóptero donde perdieron la vida la gobernadora
de Puebla Martha Erika Alonso y su esposo el senador Rafael Moreno Valle; caso
no resuelto a fondo desde hace un año tres meses.
Tras el biombo del coronavirus dan información tardía e
incompleta. El secretario Javier Jiménez Espriú, que gusta de juegos de
palabras, explicó ese hecho como “alabeo repentino hacia la izquierda… por dos
tornillos sueltos”.
O sea,
el helicóptero se desplomó por eso; ya no fue “dios” el responsable justiciero,
como lo denunció el actual gobernador Barbosa.
Y… ¿no habrá responsabilidad en la tardanza explicativa, y
en la maña de revelarlo cuando covid19 cubre todo?
La
gente pregunta, ¿quién quitó esos tornillos?, ¿quién ordenó que se quitaran? En
ese helicóptero iban seres humanos.
Otro
ejemplo. La foto del presidente venezolano Nicolás Maduro, circulando por el
mundo bajo texto y usanza del medio oeste americano del siglo XIX: “SE BUSCA, vivo
o muerto, recompensa de 15 millones de dólares”.
Y carteles con foto de sus cercanos colaboradores, en donde por
cada cabeza pagan “10 millones de dólares”.
Quien
firma tan gansteriles avisos es la administración de justicia de Donald Trump,
presidente de los Estados Unidos de América.
Los
amos, con sus cazadores de recompensas, devastan la justicia y el derecho; instituciones
y valores, éstos, que quedan a merced del poderoso, usando balas, bombas, daga,
veneno, o quitando dos tornillos de un helicóptero.
Al no cumplir las normas jurídicas, por falta de escrúpulos
y ética, un presidente y su gobierno se tornan en una pandilla de asesinos.
Permitir
eso, ahora, nos conducirá, acaso, a la imbecilidad de que el presidente ruso
Vladimir Putin oferte millones de dólares por la cabeza del presidente chino Xi
Jinpink; o que éste haga similar ofrecimiento por la güera testa del presidente
Donald Trump; o la presidente Ángela Merkel de Alemania entregue muchos euros
por la vida del primer ministro británico Boris Johnson; o el presidente
brasileño aporte tentadora cantidad en dólares a quien entregue vivo o muerto
al presidente mexicano AMLO; y éste a otro, como una moda alocada y magnicida.
¿Está
el mundo tan desatornillado como el helicóptero poblano?, ¿la paranoia y la
esquizofrenia invadieron el cerebro de algunos jefes de estado?, ¿dónde quedó
la sensatez?
No permitamos las estulticias de jefes de estado, aunque las
cubran con la pandemia de moda.
Ojalá la
reclusión voluntaria, por la pandemia, nos sirva para reflexionar, valorar,
reacomodar y/o reconstruir, eso que llamamos derecho y justicia, instituciones
que jamás pueden quedar en manos de un individuo, llámese López Obrador, Donald
Trump, Nicolás Maduro, o Valdimir Putin.
Del
caso debe conocer la ONU. ¿Le está permitido al presidente de un país poner precio
a la cabeza del presidente de otra nación?
Exigimos que las reglas
(nacionales o internacionales) del juego de la vida se acaten; y sólo cuando ya
no respondan a la realidad ni den satisfacción a las necesidades actuales, o ya
no satisfagan a una mayoría libre y debidamente informada, puedan cambiarse
conforme los procedimientos y organismos que previamente se hayan establecido
en esas mismas reglas de vida.
Si alguien las incumple, debe
responder ante los tribunales competentes, y éstos deben juzgar cada caso.
Ni tiranos ni dictadores ni
autócratas pueden ser hacedores de justicia. Que no le falten al respeto a la población
integrada por seres humanos, al escudarse en una masa que eufemísticamente
llaman “pueblo”, a la que intentan usar como títere.