El
inquieto y talentoso dominico Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra
(1763-1827) se opuso a la burda imitación que hacían de las estructuras político-jurídicas
de los Estados Unidos de América los fundadores de nuestra república.
Allende
al norte existieron 13 colonias independizadas de Inglaterra, decía fray
Servando, en cambio aquí hay una colonia: la Nueva España. Allá el federalismo
de Hamilton se justifica, debía unirse lo disperso, pues cada colonia era un
estado, por eso el nombre: Estados Unidos de América, nominación natural,
aunque amenazante y ambiciosa.
Aquí
era craso error establecer el federalismo. Sería artificioso dividir lo unido, para
falsamente volverlo a unir por el prurito de ser federalistas, cuando el
coloniaje tenía la unicidad geográfica que exclusiva y naturalmente daba para
un solo estado.
En
aquel tiempo fray Servando tuvo cierta razón. Ahora hay errores históricos que
se naturalizan y legalizan por el paso de los años y las circunstancias, a
grado tal que sería, hoy, un equívoco enorme tratar de corregirlos.
Más
nos vale dejarle a nuestra Nación el nombre oficial de "Estados Unidos
Mexicanos", aunque le sigamos diciendo familiarmente "México" en
el ejercicio de la vida cotidiana.
Cambiar
de nombre al país en estos momentos es tan irrelevante como inoportuno, tan
costoso como absurdo. Los Estados Unidos de América siguen insaciables. Ellos
sueñan ser propietarios de toda América, incluyendo a México, y les sería más
difícil, gramatical y lógicamente, tener a otra estrella en su bandera que se
llamara Estados Unidos Mexicanos. Aunque su poderío atómico no respeta ni a los
seres humanos, menos a la gramática ni a la lógica.
¿Cuánto
costaría ese cambio de nombre? En lo ético y en político será todo un desgaste;
en lo económico sería un derroche de cientos de miles de millones de pesos,
pues habría que cambiar a las constituciones, (federal y estatales) a las leyes,
a todos los textos, documentos, monedas, billetes, pasaportes, etcétera,
etcétera.
En
todo lo anterior se gastaría lo que no tenemos, y que convendría invertir en
algo productivo, si lo tuviésemos.
Afortunadamente
no hay mal que dure 6 años ni pueblo que lo resista. Al publicarse este
artículo, Felipe Calderón Hinojosa estará a punto de entregar el poder
presidencial a Enrique Peña Nieto. Para esta etapa "la noche quedó
atrás..., pero me envuelve", en el sentido que lo expresó el poeta inglés
William Ernest Henley, (1849-1903) y de donde el doble espía comunista nazi Jan
Valtin (1905-1951) tomó el título para su reconocida novela.
A cada "capitán
triunfante" le llega su noche. Felipe ya se va, pero su noche, aún
quedando atrás, nos seguirá envolviendo. Del nuevo capitán triunfante esperamos
un amanecer mejor, con producción compartida, y más humano.