martes, 29 de enero de 2019


LOGOS
Trump y Maduro
DOS PERVERSOS NOTORIOS
       Donald Trump y Nicolás Maduro, por sus conductas perversas, se han vuelto odiosos para millones de seres humanos.
       Obvio que el actual y terrible problema que vive la hermana República de Venezuela no es personal entre esos dos personajes; pero ambos han agudizado el conflicto.
       Recordemos que las mayores reservas de hidrocarburos, en el planeta, se encuentran en Venezuela; éste es un apetitoso platillo para las empresas transnacionales que giran en torno a EU, las que han perdido toda su confianza en Nicolás Maduro, quien "aiga sido como aiga sido" volvió a ganar unas elecciones presidenciales, tan amañadas, que la dictadura se transluce en el disfraz democrático.
       Pero, eso, para nada actualiza las hipótesis jurídicas de los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; y en todo caso en última instancia, le corresponde al Tribunal Supremo de Justicia aplicar esos preceptos constitucionales al caso concreto, y no a la Asamblea Nacional, la que exclusivamente tiene facultad declarativa para caso de muerte, renuncia, destitución, incapacidad, revocación del presidente.
       Ese azaroso enredo no es jurídico. Es político, y de tipo internacional, al haber dividido a los países de la Tierra, entre los que reconocen al presidente Maduro, y quienes no sólo lo desconocen, sino que reconocen como presidente, por órdenes del Trump, a Juan Guaidó, quien en prematura violación constitucional ejerce como presidente de la Asamblea y presidente de la República.
       Dos presidentes para una sola Venezuela, (la pequeña Venecia) Maduro con el ejercicio de tirano que platica con pajaritos, y Guaidó como ambicioso inexperto, creado para ser títere de EU y de Trump.
       Maduro ha devastado a la clase rica venezolana, a la fifi, como la llama el presidente de México Andrés Manuel López Obrador. Maduro ha arruinado a la clase media de su país, con el esperanzador ánimo de construir una nueva estructura en base a los pobres, y con mal interpretadas ideas bolivarianas.
       Simón Bolívar, como su maestro Simón Rodríguez, promovió la educación y la virtud moral para todos, como dos herramientas para resolver problemas de aquellos tiempos, de esos lares.
       Ahora, lamentablemente, al pueblo de Venezuela lo han convertido en artículo de cambio para negociaciones internacionales entre EU, Rusia, China, y Europa; y esto puede convertir a ese hermano país en territorio de guerra para que prueben sus armas los poderosos, por primera vez en América, en una Tercera Guerra Mundial.
       México no desea que lleguen los rebullones (pájaros negros que anuncian la muerte, según Juan Primito y Doña Bárbara) al pueblo del gran escritor y presidente venezolano Mónico Gallegos. (1884-1969)
       No a la guerra. Sí a la paz. No a un gobierno entreguista a Trump. No a un deschavetado. Sí a un presidente patriota y bueno que respete y auxilie al desarrollo de todos y cada uno de los venezolanos.


lunes, 21 de enero de 2019


LOGOS
AMLO provoca turbas
ESTÁ JUGANDO CON FUEGO
       Desde hace tiempo, Andrés Manuel López Obrador tiene una percepción fija de los problemas de México, y de sus soluciones; tan inquebrantable y precisa, como veraz en parte, y errónea al aplicar soluciones.
       En la porción equívoca, no ha podido comprender, para el complicado fenómeno político que vivimos, la movilidad contradictoria expuesta por Heráclito, ni los principios de Marx y Engels que, a su decir, pusieron de pié a la dialéctica de Hegel, ni los comportamientos de la realidad cuántica observados por Born, Schrödinger y Haroche, menos los ha aplicado a hechos políticos recientes y concretos, dolorosos, impredecibles y aleatorios.
       El concepto utópico de “pueblo sabio y bueno” es genérico y abstracto, y no corresponde a la realidad humana que ha tenido de todo, y de todo seguirá teniendo, según su espacio, tiempo y circunstancias.
       Claro que duele ver el comportamiento de parte del pueblo de Tlahuelilpan, Estado de Hidalgo, el que, en número de 800, según palabras de los informantes oficiales encabezados por López Obrador en sus tempraneras manipulaciones informativas, duró más de 2 horas acarreando gasolina del ducto saboteado, ante las impasibles fuerzas armadas, debido a políticas presidenciales de no tocar, ni con el pétalo de una rosa, a ese pueblo "honesto y sabio", pero también necesitado. Política presidencial dogmáticamente inquebrantable.
       Porque en el ascesis de AMLO, las necesidades del "pueblo" son excluyentes de responsabilidad penal; visión cartuja que va en contra de nuestro sistema jurídico vigente, el que sólo en ciertos casos extremísimos toma a cierta necesidad como atenuante, o  como exculpante.       
       Si las fuerzas armadas en esas más dos horas hubieran sabido intervenir (no para ejercer represión, sino para aplicar eficientes medidas preventivas y, en su caso, la coercitividad del derecho) se hubieran salvado cerca de 100 vidas, como una de las posibles opciones cuánticas, en la especie.
       Y de ese resultado real y lamentable de Tlahuelilpan, tiene más culpa por omisión y negligencia el Presidente López Obrador que sus tres inmediatos antecesores, los malvados de moda (Fox, Calderón y Peña) en la lenta y repetitiva retórica de este sexenio.
       La actual acción gubernativa produce turbas, de diversas tipos, pero turbas al fin. Aglomeraciones que, en busca del combustible desabastecido, terminan calcinadas por ese fenómeno complejo de la masa con radicales activos.
       O las muchedumbres organizadas política y económicamente desde el actual poder gubernativo federal, a efecto de humillar a los gobernadores frente al presidente, y darle oportunidad, a éste, para que, bondadoso, salga en defensa de los maltratados por la masa, luciéndose como eficaz conciliador que perdona, pero no olvida.
       Y así va AMLO generando turbas, consciente o inconscientemente, construyendo el umbral de lo que nos espera, si sigue sobredimensionándose como el único.

lunes, 14 de enero de 2019


LOGOS
Dios metió la lengua
EN LA PRISIÓN DE LOS DIENTES                                                "No hay desabasto de gasolina", fue la primera frase del presidente López Obrador ante los nacientes indicios de falta de ese combustible.
       AMLO pidió ayuda a la población, llamó a la prudencia, a la serenidad. Ni alarmismo ni pánico. "No usen la palabra desabasto", exigió, por no ser correcta al caso. "Hay gasolina… sólo cerramos los ductos".
       Así, Andrés Manuel no entiende el significado de la palabra "desabasto", que es el efecto de dejar de abastecer algo, por la razón que sea: ya por no haber gasolina, o por táctica, al tapar los tubos distribuidores.
       Pero el resultado es el mismo: varias entidades federativas y millones de mexicanos no han tenido gasolina normalmente, desde el 3 de enero próximo anterior.
       La expresa razón de esas medidas es acabar con el robo de gasolina. El propósito es correcto, y la mayoría de la población está  totalmente de acuerdo con ese fin que persigue el presidente.
       Con prudencia se ha padecido molestia personal y familiar, más trastornos severos al fenómeno económico y social de nuestro entorno; observando deficiencias en los medios usados por el presidente AMLO, lo que nos hace desconfiar de los buenos resultados en anhelo.
       Molestia temporal, para beneficio permanente; ¡no es el caso! Padecer para merecer, tampoco; ya que los que deben sufrir son los criminales, no la sociedad.
       El mismísimo presidente AMLO sigue informando de los constantes sabotajes criminales a los ductos, y cerca de 5 mil soldados están alertas en las instalaciones de PEMEX, y hasta el momento de escribir estas líneas no hay ningún detenido.
       El me canso ganso se ve cansado al expresar intranquilo: "a ver quién se cansa primero", convirtiendo en vulgar torneo de vencidas, lo que es un delito grave; como si la coercitividad del derecho mexicano se ablandara en predica moral, en voz de quien desprecia a las instituciones jurídicas.
       No hay duda, al presidente le gusta ser orador rutinario. Le encanta oírse, y goza sintiéndose oído, más frente a una multitud de adeptos.
         Adolfo Hitler afirmó: "Bien sé que la viva voz gana más fácilmente las voluntades que la palabra escrita y que asimismo el progreso de todo movimiento trascendental debióse generalmente en el mundo más a grandes oradores que a grandes escritores."
       Pero los grandes oradores tienen bagaje amplio y calificado, no se repiten mecánicamente, se alejan del yoísmo: "yo no miento, yo no robo, yo no traiciono, yo me bajé el sueldo, yo camino a ras de tierra para ver a mi pueblo"; actualizando el refrán, alabanza en boca propia es vituperio.
       Si no se sabe acabar con un mal, como la corrupción llamada huachicoleo, sólo se logra desparramar a los rateros por doquier, reconvirtiéndolos para otros actos delictivos. A éstos, AMLO les nombra "traviesos".
       Recuerde, presidente, la fábula rabínica, "dios metió a la lengua en la prisión de los dientes, pero no por ello deja de hacer daño".

martes, 8 de enero de 2019


LOGOS
Hitler: Mi lucha
CATECISMO DE LÍDERES PROVIDENCIALES
       Prohibido por mucho tiempo en varios países europeos, el libro de Adolfo Hitler, Mi Lucha, está de vuelta, y las ideas ahí externadas están en las palabras y los actos de no pocos políticos, coetáneos, de varios países.
       Transcribiré, para ejemplificar, sólo algunas expresiones de esa obra.
       Escribió Hitler: "… creció en mí la convicción de que precisamente de un pequeño movimiento… de regeneración nacional, que fuese algo más que un partido, llegaríamos al gobierno, así debía proclamarse una nueva ideología y no un nuevo lema electoral".
       Esa táctica nacionalsocialista fue utilizada con éxito recientemente.
       "El camino del poder nos lo señala la Ley… ya en el poder, el éxito definitivo radica, y radicará, en la acción ofensiva".
       Ese concepto nazi lo usan quienes programan destruir los sistemas socioeconómicos, pero no con una lucha armada, sino primero llegando al poder por voto ciudadano y, desde ahí, devastar a la organización que les permitió ser gobierno.
       "Los partidos políticos se prestan a compromisos; las concepciones ideológicas jamás. Los partidos políticos cuentan con competidores; las concepciones ideológicas suponen y proclaman su infalibilidad. Una concepción ideológica llevará sus principios al triunfo, sólo cuando en las filas de sus adeptos reúna a los elementos de más entereza y con mayor fuerza de acción de su época y de su pueblo, haciendo de ellos la falange de una organización apta para la lucha".
       Esa idea nacionalsocialista está en marcha como receta para ganar próximas elecciones, declarándole la guerra a un estado de cosas existentes: malas algunas, y buenas otras.
       "… el nuevo movimiento debe lograr como objetivo capital, la nacionalización de la masa… Ningún sacrificio resultará demasiado grande cuando se trate de ganar a las masas para la obra de regeneración nacional… Quien se proponga ganar a las masas debe conocer la llave que abra la puerta de su corazón. Esa llave no se llama objetividad, esto es debilidad, sino voluntad y fuerza".
       Hoy, la fuerza y la voluntad del nacionalsocialismo está asomando las orejas.
       "El primer fundamento inherente a la noción de autoridad es siempre la popularidad; en la fuerza está el segundo, y el tercero es el buen manejo de la tradición. Unidos los tres dan una autoridad inconmovible".
       Ese coctel nacionalsocialista está de regreso: popularidad, fuerza, y eficaz manipuleo de la tradición histórica.
       "Personificar al pueblo con jóvenes soldados… hacer de ellos una guardia de cien mil hombres con un sentido nacionalsocialista".
       Ese sistema nazi se aplicó para hacer grupos selectos de fuerzas políticas armadas, se auxilió de la educación, tomando la dirección de todas las universidades germanas.
       Predijo Hitler: "Los jueces… pueden condenarnos… mas la Historia… romperá, en un día sonriente, esta sentencia, para absolvernos… de culpa y de pecado."
       Digamos no al nazismo. ¡No, al paso de ganso!