LOGOS
¿Presidente
o dictador?
FISIOLOGÍA
DE LA CORRUPCIÓN
Nuestro polifacético y cambiante
presidente, Andrés Manuel López Obrador, antes tan agresivo con los banqueros
en sus embates improvisados, populacheros y ocurrentes, ahora, en la reciente
LXXXV Convención Bancaria en Acapulco, con modosito discurso, leído, presentó
un miniinforme salpicado de mentiras sobre sus tres años de administración,
para después complacer a los convencionistas.
Aseguró: “Me comprometo ante ustedes, a
respetar la autonomía del Banco de México… a no cambiar las reglas de la
política bancaria… no enviar al Congreso ninguna iniciativa que afecte los
ingresos de las instituciones financieras… no voy a imponer ninguna nueva
regulación o control a ningún banco”.
Horas antes, el imprudente Andrés Manuel
se había adelantado al autónomo Banco de México, ilícitamente, dando la noticia
de un aumento al interés bancario, provocando tantas críticas, que tuvo que
pedir públicas disculpas.
En ese mismo evento bancario, el titular
de Hacienda Rogelio Ramírez de la O indicó, bajo la orden y aceptación del
presidente: “Hay dinero en el erario público… hay dinero para megaobras, y… ¡hay
bolsas que explorar!”
Y las bolsas más llenas, y cercanas, que
tenía a la vista el secretario de hacienda eran, sin lugar a duda, las bolsas
de los banqueros.
López Obrador, en discurso leído, se
permitió recordar: “Mucho más de cuatro billones de pesos de la hacienda
pública corre por instancias bancarias”.
Faltó otra vez a la verdad, ya que de manera
“directa”, e “indirecta”, por las instituciones bancarias pasan los 7 billones
89 mil millones de pesos.
Y todo ese dinero es propiedad de los
mexicanos. Ese dineral es de 130 millones de connacionales. Esa inmensa
fortuna, inimaginable a nivel personal, la maneja actualmente en nuestro país
un solo hombre: Andrés Manuel López Obrador, presidente autócrata de México.
Esa estructura concentradora, ese
sistema de aglutinación, es la principal causa de la mala distribución
económica que tenemos, es el gran motor que todos los días pone triunfante y en
marcha a la enorme corrupción nacional que padecemos.
Ya el romano Quinto Horacio Flaco (65-8
a/e), hijo de un liberto y poeta lírico de sátira filosa, cultivando políticamente
al emperador Octavio (César Augusto) revelaba: “El poder hace dioses”.
Por ello, con todo y los contrapesos
legales instituidos, a los presidentes de México que me ha tocado conocer, (en
su respectivo sexenio) la gente hecha masa, masificada en pueblo, los buscó,
les aplaudió, les echó porras, los saludo con matracas, cargó pancartas con su
efigie, les besó la mano lacayunamente, los elogió, los barbeó, quería
tocarlos, hablarles, pedirles ayuda, solicitarles gracias y cargos, ante ellos esa
masa humana se portó de manera indigna.
Con el presidente Amlo pasa lo mismo,
pero peor.
Ha habido presidentes que se dejan
querer más que otros; algunos han sido prudentes, muchos se han convertido en
soberbios, cada uno se ha portado a su manera.
El presidente López Obrador promovió,
desde sus primeros días de gobierno, que muchos de sus cercanos colaboradores
públicamente lo señalaran “como un dios”; y en base a esa realidad miserable,
muchos no eligieron “presidente”, eligieron a su “amo”.
¡He aquí la anatomía de nuestra
corrupción!
Ese amo finge estar con el pueblo, les
regala (con supuesta mano generosa) dinero que es del pueblo, y con la otra
mano se los quita a través de contribuciones, inflaciones, devaluaciones y
francos latrocinios.
No les da trabajo que los convierta en
personas útiles y productivas, sino que con desparpajo les impuso la cultura
del pordioserismo; y los usa como pobres, no permitiéndoles que salgan de su
pobreza, agregándoles a su pobreza económica una pobreza moral.
Todos queremos acabar con la corrupción.
Entonces, ¿por qué no cambiamos las estructuras
del poder, económica, educativa, jurídica, política, religiosa, ética y
socialmente?, y desaparecer al amo autócrata, llámese como se llame.
Nadie debe aceptar vivir en esos hedores
de mentiras que agranda día a día el presidente Andrés Manuel.