LOGOS
Día de
Amlo y del AIFA
RECORDEMOS
SIEMPRE A JUÁREZ
Si viviésemos tiempos normales, este día
21 de marzo del 2022 estaríamos conmemorando el CCXVI aniversario del natalicio
de Benito Juárez, uno de los más honorables y preclaros presidentes que México
ha tenido.
Lamentablemente sobrevivimos en la
anormalidad, lapso patológico que ha trastocado a nuestro calendario cívico.
Hoy (para el gobierno federal al menos)
es el Día de Andrés Manuel López Obrador y del Aeropuerto Internacional Felipe
Ángeles, conocido por sus siglas: AIFA.
La propaganda oficial, pagada con
nuestros impuestos, desde hace meses se ha dedicado a engrandecer la obra
pública de ese nuevo aeropuerto aún no concluido satisfactoriamente.
Lo recién edificado está sobre el viejo campo
de aviación militar de Santa Lucía, y en ello se ha erogado, hasta el momento, más
de 133 mil millones de pesos, según informe publicado.
Esa difusión en todos los medios a su
alcance, planeada de menos a más, prosigue golpeteando nuestro cerebro con
publicidad personalizada, y ordenada por nuestro presidente autócrata: “la gran
obra de Amlo”, “es mejor y más barato el aeropuerto internacional en Santa
Lucía que el proyectado en Texcoco”, “aeropuerto construido por los soldados
del pueblo”, “aeropuerto excelentemente comunicado”, ”¿cómo pueden llegar al
AIFA?”, “autobuses, autos, tren, helicópteros, te llevan al AIFA”, “todos están
invitados el 21 de marzo del 2022 a la inauguración del AIFA”, “en tiempo
récord el ejército construyó el AIFA”, “horarios y precios de los vuelos desde
el AIFA”, “desde la mañanera se efectuará la inauguración del AIFA”, “este es
el programa del acto inaugural del AIFA”, “todas las líneas nacionales y
extranjeras quieren aterrizar y despegar del AIFA”, “el AIFA es el mejor
aeropuerto del mundo”, “¿cuánto cuesta abrir un comercio en el AIFA?”; y, como
éstos, muchos otros mensajes con fines electorales.
Esos
anuncios machacones son una trenza urdida con mentiras y verdades.
El nuevo aeropuerto es una obra pública
medio terminada que debe concluirse y usarse, la que en un futuro próximo
exhibirá sus fallas, por sus premuras, y por las corruptelas a que se expone lo
que no fue licitado conforme a derecho.
Pero a esa podredura económica, se va a
sumar la carcoma inmoral de la soberbia ególatra de nuestro presidente.
Andrés Manuel sigue generando una
atmósfera malsana para que prosperen los deshonestos; y para que sus lacayos,
bajo dádivas, puedan pronto gritar: es un honor, el aeropuerto López Obrador,
borrando el nombre del gran artillero villista.
Que ese aeropuerto tenga el nombre de
Andrés Manuel no es ningún problema; el ahogo para México es lo que sigue.
Viene, para el próximo abril, una
revocación de mandato que Amlo diseñó ilegalmente para sí, a través de su
rebaño legislativo, y que él, mismo, se equivocó al ordenar que se aprobara
como se aprobó, y al sancionar y publicar el presidente esas normas jurídicas,
se volvió a equivocar.
Esa revocación errónea que el INE legal
y debidamente está aplicando.
Pero al observar Andrés Manuel que sus
preceptos le perjudican, le echa la culpa al INE con el perverso ánimo de
destruirlo, y así agrandar su poder dictatorial, el que ejercerá, con mayor
dureza, llegada la elección del 2024.
Recordemos a López Obrador antes de que
se postulara como candidato a la presidencia de México, por primera vez.
Corría el año 2005, y venía veloz el
2006, y públicamente se le preguntó, muchas veces, a Andrés Manuel López
Obrador si se iba a postular como candidato a la presidencia; y él respondió:
“A mí denme por muerto, no aceptaré jamás ser candidato.”
Y sobre esa mentira, armó su primer candidatura.
Hoy dice Andrés Manuel: “No me voy a
reelegir”, en todos los tonos y bajo todos los juramentos.
Y… ¿Quién le cree al mentiroso?
El 21 de marzo del 2018 aseguró: “…
juarismo sí, por encima de todo. Primero Juárez…” Ahora, cuatro años más tarde, minimiza a Juárez y a su aniversario,
porque primero es Amlo y su AIFA.