No
pocos han asegurado que un mundo sin miedo resulta una utopía, y tiene razón,
si por miedo se entiende un concepto genérico y desconectado de lo concreto de
la vida humana. Es cierto que el miedo corresponde, irremisiblemente, a la
naturaleza del ser humano. No hay nadie que no haya tenido miedo alguna ocasión
en su vida. Así que ese sentimiento no es suprimible en términos absolutos,
pero sí es controlable y suprimible para términos relativos. Si ayer le tuvimos
miedo a alguna alberca profunda, es posible que ahora ya no se lo tengamos. Hoy
podemos tener miedo a hablar o a escribir, y mañana ya no.
Así
que la llamada utopía, cuando la empezamos a ubicar en la realidad cotidiana,
empieza a mestizarse con lo real, y deja de ser utopía, al imponer a la vida
algo de sus sueños. Por ello, cuando hablo de un mundo sin miedo, me refiero a
que todos los miembros de una sociedad construyamos a nuestra colmena humana de
tal manera, que el policía, el ministerio público, el juez, el legislador, el
gobernador, el presidente municipal, el Presidente de la República, entre
otros, no sean sujetos que infundan miedo.
Desde
este punto de vista el sueño no es inalcanzable, porque es siempre posible
construir un mundo más justo. Los trabajadores mexicanos que ingresan al
territorio de los Estados Unidos de América saben y entienden, porque lo han
vivido en carne propia, de la diferencia que existe entre la vida de allá y la
de acá. Resulta obvio que la calidad de la vida gringa es superior, en muchos
aspectos, a la calidad de vida nuestra. Desde luego que allá también tienen sus
miedos, los que son miedos provocados por el desarrollo imperial; mientras
nuestro miedos son provocados, aquí, por un subdesarrollo hasta grotesco.
Caminar
por las calles de la Habana, o de Estocolmo, a todas horas, dista mucho de
caminar por las calles del Distrito Federal de nuestro país; empero, nosotros,
los mexicanos, con una superior forma de organización, somos capaces de crear
un mundo mejor que el de ellos, sin miedo, con libertad, con independencia, no
tengo ninguna duda en ello.