lunes, 21 de febrero de 2022

LOGOS

Chuecuras del presidente

DECIR vs HACER                                 

        Rodolfo Usigli (1905-1979) es, sin duda alguna, el padre del moderno teatro mexicano, quien desarrolló con maestría uno de sus personajes, César Rubio; éste finge ser un gran general de la Revolución Mexicana.

        El dilema es que llega a creerlo, y sufre un grave problema de identidad.

        César se dice a sí mismo: “Ya no hay mentira… me he vuelto verdadero”; y el pueblo empieza a creer en él, valorándolo como a un héroe.

        Así, ese desajuste de identidad personal conduce a una perturbación social; y el gesticulador ya no es sólo César Rubio, sino gran parte de los mexicanos, de aquellos ayeres.

        México, país de gesticuladores.

        ‘El Gesticulador’ se editó en 1947; e inmediatamente fue censurado por el gobierno.

        Pocos recuerdan ese libro, pero me sirve de referencia en vínculo a las escenificaciones políticas que vivimos hoy en día con la figura presidencial.

        “Mi compromiso es terminar con la corrupción en México; lo lograré llegando al poder”, dijo Andrés Manuel López Obrador.

        Ése fue uno de sus primeros decires como candidato, reiterado en su toma de posesión.

        Como propósito es impecable, y la mayoría de los mexicanos estamos de acuerdo en terminar con la corrupción en nuestro país.

        México en 2017 se encontraba en el lugar 102, de 180 naciones evaluadas por IMCO respecto a lo corrupto.

        En 2021 México, según IMCO, se encuentra en el número 124 de esa lista de países; es decir, ahora hay más corrupción.

        Los propósitos de Andrés Manuel son una cosa, respecto a ese mal, pero su hacer colocó a México en 22 niveles más corrupto.

         López Obrador dijo: “Mi compromiso es terminar con la inseguridad pública del país; lo lograré llegando al poder”; Éste fue otro de los decires del candidato y del presidente.

        Como propósito es correctísimo, y casi todos los mexicanos deseamos acabar con la inseguridad pública.

        En 2017 los homicidios registrados por el INEGI en México fueron 32,079. El propio INEGI contabilizó los homicidios en 2021, en nuestro país, en 36,598.

        El decir de Andrés Manuel es una cosa, respecto a la inseguridad pública, y el hacer de López Obrador es otra. Los homicidios durante la actual administración se elevaron en más de 4,500.

        “Mi compromiso es que, en el primer año de mi gobierno, nuestra economía crezca entre 6% y 8%; que haya trabajo y mejor distribución de la riqueza. Lo lograré llegando al poder”.

        Ése fue otro de los primeros decires del candidato y del presidente Amlo. Como propósito, ¡perfecto!. Todos estuvimos y estamos de acuerdo en ese crecimiento económico, y con mejorar la distribución de lo producido.

        En 2017 el Producto Interno Bruto de nuestro país creció 2.1%, conforme al Banco de México; pero esta misma institución indicó que el PIB mexicano en 2021 decreció el 2.3%.

        El decir de Andrés Manuel vuelve a ser una cosa, respecto a la economía nacional, y el hacer de López Obrador retorna a ser otra cosa totalmente diferente. No sólo no crecimos, sino decrecimos; nos hicimos más pobres.

        El número de pobres en 2017 en México, conforme CONEVAL, fue de 57 millones; mientras que esa misma institución señala el número de pobres en nuestro país, respecto al 2021, en 61 millones de pobres.

        Como se puede observar, en números duros y oficiales, Amlo tiene buenos propósitos, pero pésimos resultados.

        Recién dijo, con gran orgullo: “Estamos anclados, pero sin zigzaguear”. La chuecura de sus palabras corresponde a la chuecura de su boca y, ésta, a la chuecura de su lógica. ¿Cómo podemos zigzaguear, si estamos anclados?

        Este presidente gesticulador acusa a otros de lo que él hace: golpea a cuantos puede, y está a punto de ser golpista.

 


 

lunes, 14 de febrero de 2022

LOGOS

Periodismo de Loret

AMLO QUIERE DESTRUIRLO

        Carlos Loret de Mola ha ejercido el periodismo crítico con excelencia durante el actual sexenio presidencial.

        El presidente Andrés Manuel López Obrador ha resultado un ejecutivo federal inepto, enredoso y camorrista.

        De los tres poderes del gobierno federal, Amlo, con su autoritarismo centralizador, ha acaparado dos poderes y medio; pero con lo mejor del “cuarto poder” (la prensa) no ha podido.

        Si el legislativo y el judicial no le ponen límites al déspota que todo lo retuerce, a los periodistas y a los medios de comunicación les corresponde denunciar y acotar las barbaridades del poderoso.

        La fuerza de López Obrador es excesiva.

        Políticamente es el presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Económicamente nos cuesta Amlo a los contribuyentes más de 150 millones de pesos al año, y ejerce el presupuesto anual de la nación: superior a los 7 billones de pesos. Militarmente tiene a sus órdenes a todas las fuerzas armadas del país; y ha comprado, en grado de corrupción, la ciega voluntad de millones de mexicanos, quienes por necesidad aceptan dadivas para su consumo (becas, pensiones, auxilios), montos sustraídos del erario.

        Andrés Manuel ha comprado a periodistas deshonestos y a medios que se venden al mejor postor.

        Pero no ha podido doblegar ni a periodistas ni a medios honorables que ejercen su derecho de expresión, responsable y analíticamente, frente a la severa realidad que se vive, y se sufre, en México.

        Que pena que en los propios archivos de PEMEX, documentos públicos exhibidos por su director, se observe que esa empresa paraestatal otorgó a Baker Hughes cuatro convenios de ampliación que modifican y multiplican por cinco la cifra máxima establecida originalmente en un contrato firmado en 2018; al mismo tiempo que vivía, en una mansión propiedad de esta misma compañía extranjera, el hijo mayor del presidente mexicano, el junior de la 4T José Ramón López Beltrán.

        Eso lo informó a detalle Carlos Loret de Mola, irritando al presidente, a grado tal, que quedó enervado el mandatario.

        Era de esperarse que Amlo negara, y probara, que su hijo nunca vivió en esa mansión de Huston, o que dicha mansión no era de la empresa extranjera que goza de contratos en Petróleos Mexicanos; pero no lo hizo así.

        El presidente ordenó a PEMEX que mostrara documentos; y, ¡oh!, sorpresa, que en ellos se confirma lo dicho por Loret.

        López Obrador afirmó que al parecer la esposa de su hijo tenía muchos recursos; exhibiendo a su hijo como un mantenido.

        Andrés Manuel aseveró que hay padres que dañan a sus hijos. Lo dijo para contorsionar y confundir, ante una corrupción de su propia familia.

        El presidente se puso a injuriar, amenazar y difamar, a Loret, sin aportar ninguna prueba. El crítico periodista sí exhibió pruebas de sus decires.

        El titular del ejecutivo federal aseguró que Loret gana poco más de 35 millones de pesos anuales, mientras el presidente gana poco más de 2 millones, mintiendo como siempre.

        Aumentó los ingresos de Loret; ocultó los ingresos del presidente.

        Nuestro autócrata juzgó sumarísimamente al periodista, y en tiempos donde los comunicadores son asesinados, le colocó los círculos concéntricos del tiro al blanco.

        Con su odio desbordado, el presidente pausó las relaciones con España, pues agrandó su rabia la incómoda visita de John Kerry, quien vino a subrayar la política de EU en medio ambiente, energéticos y tratado de libre comercio.

        Un López Obrador iracundo no se atrevió a pausar las relaciones con EU, y las pausó con España.

        Sus descabelladas ocurrencias lo llevaron, en sus inicios presidenciales, a proponer la desaparición de las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina.

        Esos mismos caprichos lo condujeron a dar un giro de 180 grados, y militarizó a México.

        Amlo es capaz de militarizar a la Secretaría de Relaciones Exteriores, y pausar, para los años que le quedan de ejercicio, los vínculos diplomáticos con todas las naciones del mundo.

        Para llamar la atención es capaz de vengarse de los periodistas mexicanos que no le obedecen ciegamente; o, ¿no crees, estimado lector, que el presidente López Obrador quisiera militarizar a los medios de comunicación y a todos los periodistas mexicanos?

 


lunes, 7 de febrero de 2022

LOGOS

De buenas intenciones

EMPEDRADO EL CAMINO AL INFIERNO

        El embajador de EU en México, Ken Salazar, parecía preocupado y muy activo en contra de la llamada reforma energética promovida por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

        Pero, recientemente, ese embajador estadunidense visitó la Cámara de Diputados, y lo pasearon por todo el edificio, desde el recinto de la asamblea hasta la oficina del legislador presidente.

        Y este embajador, y político, se permitió ahí mismo afirmar, ante la prensa: “No vine a esta reunión para hablar de la energía eléctrica… las leyes se tienen que revisar y reformar… el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene razón en decir que vamos a hacer cambios para dar lo mejor al pueblo”.

        Agregando, además: “En este proceso legislativo que existe ahora, que el presidente ha planteado, se tienen que entender las razones del presidente de México… y ahora que están los foros aquí en la Cámara de Diputados se va entendiendo más. Luego se va al Senado y ahí también se irá entendiendo más… Pero al final vamos a estar muy juntos”.

        Y, presuroso, el presidente mexicano respondió: “Agradezco mucho las palabras del embajador Ken Salazar. El gobierno del presidente Biden ha sido muy respetuoso y ha buscado que trabajemos en mayor coordinación. Kent fue legislador, él sabe. Cuando se probó esa reforma energética, hace seis años, eran otras condiciones; se apostaba a que desapareciera la función pública, que no hubiera empresas públicas. A muchos empresarios de EU, y de aquí, también, no les va a gustar; pero… ¡muy bien Ken! Es que es un hombre con juicio práctico, con sentido común, que es el más común de los sentidos.”

        El embajador Ken sabe que la Cámara de Senadores es la que exclusivamente tiene como facultad, legislativa, la política exterior.

        Claro que eso no le impide a Ken ir a la Cámara de Diputados; pero… ¿a qué fue?

        Al decir: “No vive a hablar de energía eléctrica”, nos indica que a EU le mortifica esa nueva reforma energética iniciada por Andrés Manuel; y, algo más, que nuestro presidente y Ken andan en un proyecto medio oscuro, en el que pueden enredarse.

        Literalmente el embajador lo confiesa: “el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene razón en decir que vamos a hacer cambios para dar lo mejor al pueblo”. “Vamos”, así, en primera persona de plural.

        ¿Ken está incluido como un legislador mexicano, con voto en nuestro país?

        Y vamos a “hacer cambios para dar lo mejor al pueblo”. ¿Quiénes van a hacer esos cambios? ¿A favor de qué pueblo, el mexicano o el estadunidense?, o… ¿a ambos?

        Pero en lo que no hay duda, dijo Ken, es que “al final vamos a estar muy juntos”. ¿Quiénes vamos a estar muy juntos? ¿México y EU?, ¿Amlo, Ken y las empresas extranjeras?, y… ¿qué tan juntos?

        A todo eso el socio mexicano (el presidente López Obrador) respondió con presurosa y entreguista frase: ¡Muy bien Ken! Gracias, Ken.

        Beatriz Pagés con todo acierto ha denunciado a la familia López Obrador: “Repugna una familia y un gobierno que se han disfrazado de benefactores de los pobres para asaltar las arcas de la nación”.

        Ken Salazar cumple eficazmente sus deberes de embajador, él mismo lo ratificó: “Exigimos piso parejo para los inversionistas de EU en México”.

        En cambio, los embajadores mexicanos designados por nuestro actual presidente dan pena, sólo representan la mediocridad de Amlo.

        A la ministra panameña del exterior, Erika Mouynes, tan diplomáticamente cuidadosa, le debemos disculpas. Qué bueno que el presidente de ese país hermano, Laurentino Cortizo, y diferentes personalidades, le brindaron su apoyo.

        La nota diplomática panameña es precisa: “Exigimos respeto del presidente mexicano”.

        Y el embajador Ken, con toda cortesía, ve la supuesta sana intención de Amlo y, en mi caso, evoco la sentencia popular: De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.