martes, 28 de junio de 2022

LOGOS

Nos ofreció sueños

Y NOS ENTREGA PESADILLAS

        Cuando un presidente regala, hoy, el dinero del erario con propósitos electorales, está sembrando, para la nación, el hambre del mañana.

        La economía mexicana está teniendo uno de sus peores momentos. La inflación se encuentra imparable; sólo la rebasa la trágica inseguridad pública que padecemos.

        Nuestros peligrosos problemas, siendo un asunto interno, se han convertido en noticias internacionales.

        El papa Francisco ha clamado, y reclamado, desde El Vaticano: “Estoy consternado por tantos asesinatos en México, que causan un sufrimiento inútil. Estoy cerca, en afecto y oración, de la comunidad católica que sobrelleva está tragedia”.

        Lo que pasa es que esa tragedia no es exclusiva de los católicos. Esta desventura no es únicamente para los 130 millones de mexicanos, sino que la estamos exportando y compartiendo con la población de muchos países.

        Los abrazos decretados por el presidente Andrés Manuel López Obrador como el eje de la política mexicana de seguridad pública, se convierten en balazos asesinos que matan en territorio nacional, y también allende de nuestras fronteras.

        Y por más que el presidente les eche la culpa a sus antecesores, el recurso de los proclamados abrazos ha provocado más delitos y asesinatos que los viejos balazos.

        Lo balazos y los abrazos, tan opuestos entre sí, han sido tan inútiles como perversos. Tan malo el pinto como el colorado.

        No olvidemos que los padecimientos naturales y sociales se encuentran globalizados, frente a los ojos de provincianos tabasqueños, ante la mirada de rancheros sonorenses, o delante a la vista de pueblerinos del bajío.

        La mundialización, más la masividad poblacional del planeta, están induciendo una excitación migratoria en todos los continentes de la Tierra.

        Emigran de países pobres, inseguros y violentos, por razones obvias. Pero, también, emigran mexicanos dentro de nuestro territorio, por esos mismos motivos de hambre, violencia e inseguridad.

        Inmigran, todos los que lo logran, a sitios más seguros, pacíficos y con mayores posibilidades de desarrollo económico.

        De agrandarse las olas migratorias en todo el mundo, aceleraríamos el mestizaje global, en todos los órdenes, y se aplicaría velocidad a cambios económicos impredecibles, más si se generan guerras y/o se descompusiera el medio ambiente que nos permite la vida en el planeta.

        De cara a todo ello, nuestro actual presidente mexicano no da el ancho ni el largo ni la exacta medida del líder requerido.

        Él sólo sabe de cosas electoreras. El cómico caso del famoso avión presidencial lo pinta de cuerpo entero. No sabemos si lo rifó o no lo rifó. Ignoramos si lo vendió o no lo vendió. Si lo regaló o no lo regaló.

        Ese avión se ha convertido en el símbolo de su ineptitud. Costó mucho en tiempos de sus antecesores, pero ha costado más “en los tiempos de austeridad” de Andrés Manuel López Obrador.

        Y como en los juegos infantiles: “Ahí está un avión presidencial cargado de… tontejez”.  

        Sin embargo, para lo electorero, Amlo nos ofrece sueños, y nos entrega pesadillas.



lunes, 20 de junio de 2022

LOGOS

Cambios profundos

O EXPLOTA LA CLOACA

        Sólo como pretexto, y cobertura, el presidente actual de México usa la palabra “pueblo”.

        Por eso la supremacía del señor presidente está sostenida con alfileres.

        Realmente, los cambios profundos de un país vienen desde abajo. La capacidad del líder, individualmente hablando, debe auxiliar para que esas necesidades insondables broten en forma positiva y útil.

        Todo para el efecto de ir solucionado de raíz cada grave problema que aqueja a la sociedad, constituida por individuos que piensan, se expresan y actúan.

        Las mentiras y falsedades de un supuesto líder ante esos cuestionamientos, los hace superficiales y aparentes; y convierten al presidente, simplemente en un populista.

        Y el populista es popular hasta que la pirámide se cae, hasta que la escalera no soporte más, o hasta que, ante la vista de todos, exploten los duros resultados de sus impertinencias.

        Por ejemplo, la inflación mexicana es peligrosa, tiene causas extranjeras, pero por igual tiene motivaciones de carácter nacional.

        La cuantifican con un dígito, cuando tiene dos dígitos elevados; y, siendo un problema económico, la tratan de solucionar con medidas políticas electoreras.

        Andrés Manuel López Obrador ha experimentado el dar, el dar, el dar, simplemente para consumo, sin organizar el producir, producir, el producir.

        Ni siquiera nos quiere enriquecer, sino sólo sobrevivir con austeridad franciscana, y eso nos ha empobrecido más a todos, con las injustas excepciones de los grupos que rodean al poder.

        Otra de sus medidas es esperar las remesas que vienen de los trabajadores mexicanos en EU: “Al fin de este año tendremos cerca de 60 mil millones de dólares, como un milagro realizado por nuestros paisanos”, cuando esos envíos nada tienen que ver con la política oficial, sino que es un sacrificio de familia a familia, tolerado e impulsado por el gobierno estadunidense.

        En 2018 el litro de la gasolina estaba en $18:55, en 2022 está a $22:95; y Amlo nos sigue diciendo: “Pese a la inflación, ni la gasolina ni la luz subirán de precio”, cuando han subido, pese a que se dice que el precio es de más de $30:00 pesos, y que tiene cerca de $8:00 pesos de subsidio.

        En el renglón de la salud, en el que al decir del presidente estábamos al nivel de Dinamarca, no hay suficientes médicos, ni medicinas ni instrumentos de técnicas avanzadas, los elevadores hospitalarios no sirven, los techos de los sanatorios se vienen abajo, cuando hubo tiempos en que el IMSS y el ISSSTE eran nuestro orgullo.

        Y lo que debe arreglarse con eficacia a través de una seria política de salud pública, se trata de solucionar con medidas electoreras que únicamente manchan de estiércol a la vida nacional.

        En materia de seguridad pública, todo ha sido un desastre desde sexenios anteriores; pero con la política electorera del presidente se ha agravado.

        Ni siquiera se intenta aplicar la coercitividad del derecho, con puntualidad humanista, a los casos de interés controvertido, sino con claro sentido de interés electorero, se proyecta, sin ninguna eficacia, acabar con las causas de ese tipo de delitos.

        Y ni se atacan las causas ni se aplica el derecho.

        No hay cambios profundos, y exclusivamente la realidad está cubierta por una demagogia superficial, hasta que estalle la cloaca.



lunes, 13 de junio de 2022

LOGOS

“Que no haya tapados”

EN LOS DESTAPADOS ESTÁ EL TAPADO

        En la democracia electoral la ley se respeta; y, ésta, dispone los lapsos y procedimientos de tipo electivo, además de establecer las autoridades con atribuciones en esta materia.

        En México se vive actualmente una autocracia electoral. El presidente autócrata no respeta la legislación electiva, pisotea la democracia en esa área, imponiendo lapsos, procedimientos, y supliendo a las autoridades correspondientes.

        Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador consideró conveniente, para sí, echar a andar la carrera electoral de su sucesor, la puso en movimiento.

        Acomodó términos y condiciones, nombró prospectos a la candidatura a la presidencia del país, por su partido político Morena; e, incluso, aceptó que se les llamara “corcholatas”, como una forma de manipularlos, dejándolos sin un decoro inicial necesario.

        La única razón (por demás falsa que ha expresado) es que en su sucesión “no debe haber tapados”.

        En la jerga política nacional, desde hace cerca de un siglo, la gente empezó a llamarles tapados a aquellos prospectos que deseaban llegar a obtener la candidatura del partido hegemónico (PNR, PRM y PRI) a la presidencia de la república.

        Primero, con el presidente Plutarco Elías Calles la regla era que él ponía y quitaba presidentes. Así designó a Pascual Ortiz Rubio, a Emilio Portes Gil, a Abelardo R. Rodríguez, y a Lázaro Cárdenas del Río.

        A su etapa se le llamó “el maximato”.

        Esa regla no estaba en la constitución, pero todos la respetaban; era algo así como supraconstitucional, un término metafísico del derecho mexicano, o del verdadero poder tras este sistema jurídico.

        Uno de los logros de Lázaro Cárdenas del Río, como presidente, fue terminar con el maximato, expulsando del país a Calles.

        Pero algo mejor suplió a ese procedimiento de sucesión de un caudillo tipo Calles.

        El presidente y general Lázaro Cárdenas impuso la regla de que el ejecutivo federal en turno nombraba a su sucesor, y con él a su juez y/o verdugo. Con el paso del tiempo dejó de funcionar.

        Así el PRI dejó el poder para recibir al siglo XXI. En los sexenios posteriores la presidencia la obtuvo el PAN. Pero en el siguiente sexenio el PRI recuperó dicha presidencia.

        López Obrador militó activamente en el PRI. Renunció al PRI para inscribirse en el PRD; y dejó el PRD para fundar Morena, un movimiento que con gran rapidez ha obtenido muchos logros, a través de tácticas muy discutidas y de choque constante.

        Y, ahora, Andrés Manuel está imponiendo algo muy parecido al maximato callista, bajo la regla de que “no haya tapados” para su sucesión presidencial, y con la espada de la revocación de mandato, sobre la cabeza de su sucesor.

        Por eso, “las corcholatas” deben de ser débiles, y sujetas a sus maniobras.

        Según el presidente, “ya no hay tapados”. Y sí, todos los de Morena están destapados; pero dentro de los destapados, hay un tapado, o tapada, y a todos ellos les hormiguea el estómago.

        Sólo Ricardo Monreal no está dentro de ese grupo de destapados; y dice: “Yo no confío en las encuestas de Morena. Son manipulables”.

        Y con esos destapados, en donde hay un tapado, se montó el gran teatro de presentación en la ciudad de Toluca, Estado de México, con toda picardía electoral de que es capaz el presidente.

 


lunes, 6 de junio de 2022

LOGOS

En materia política

TEORÍA DE LA PRUEBA

        Beatriz Pagés preguntó al presidente Andrés Manuel López Obrador en un editorial directo y valiente: “presidente, ¿es usted narco?”, al mismo tiempo que presentaba preocupantes reflexiones al respecto.

        Recientemente, Porfirio Muñoz Ledo recordó que el presidente Andrés Manuel está en el tramo final de su lapso gubernativo, por lo que “puede heredar al siguiente gobierno su asociación con los delincuentes, y eso le otorga mayor poder ya que no sólo cuenta con su autoridad y recursos, también se le suma el poder del narcotráfico. No hay nada que se le pueda oponer, a eso llamamos en México El Maximato”.

        También, hace días, Francisco Labastida Ochoa señaló en el programa de Carmen Aristegui que “López Obrador pactó con Enrique Peña Nieto para llegar a la presidencia… como ha pactado con grupos del crimen organizado”, todo esto, con una serie de comentarios en derredor de este tema delicado.

        El presidente Amlo no hizo esperar su respuesta.

        Al efecto señaló, en una de sus mañaneras, que “es una difamación corriente y vulgar que busca desprestigiarme en vísperas de elecciones… es un juicio sin fundamento y temerario… no he hecho pactos con las personas a que se refieren… parece ser un asunto de nostalgia, con todo respeto para la edad… lo peor que puede pasar en política es que haga uno el ridículo… Labastida, en su tiempo, me quería convencer de que apoyara al Fobaproa, y su campaña presidencial se pagó con el Pemexgate… les pido que presenten pruebas de sus señalamientos”.

        Y en efecto, en el campo del derecho, quien afirma está obligado a probar, y quien niega sólo está obligado a probar si su negación envuelve afirmaciones, si carece de presunción legal, si se desconoce su capacidad, y cuando la negación fuese elemento constitutivo de la acción.

        Pero eso es en la teoría procesal jurídica.

En la política, sobre todo en la actual, parece que ya no hay reglas, más que las que impone a su capricho el poderoso.

Cuántas cosas ha afirmado el presidente en foro de cobertura nacional que no ha probado nunca; en donde sus decires, hasta los contradictorios, ahí quedan sin más.

Y juzga, de la manera más liviana, sin mayor responsabilidad.

No sólo en asuntos nacionales, sino en los foros internacionales.

Ha invocado, como principio normativo válido, la tradicional Doctrina Estrada: la no intervención y la autodeterminación de cada país.

Sin embargo, recién, ha intervenido francamente en la vida electoral de Colombia, haciendo campaña a favor de uno de los candidatos, Gustavo Petro, lo que motivó una dura nota diplomática de aquella nación.

Todo eso sin necesidad alguna para México.

Respecto a los asuntos nacionales, su método de defensa es el ataque. Su simple negativa no corresponde a sus actos públicos, a la vista de todos.

Sus promesas de campaña han sido vanas.

La situación de la seguridad pública resulta un fracaso, según datos firmes existentes en el mismo mundo oficial.

        La retórica política del gobierno carece, en lo fundamental, de pruebas.

        Y todavía puede mejorar el actual presidente su salida del poder, si cambia su hacer y su decir a favor de todos los mexicanos, porque unidos lograríamos máximo desarrollo para todos.