LOGOS
“Que
no haya tapados”
EN LOS
DESTAPADOS ESTÁ EL TAPADO
En la democracia electoral la ley se
respeta; y, ésta, dispone los lapsos y procedimientos de tipo electivo, además
de establecer las autoridades con atribuciones en esta materia.
En México se vive actualmente una
autocracia electoral. El presidente autócrata no respeta la legislación
electiva, pisotea la democracia en esa área, imponiendo lapsos, procedimientos,
y supliendo a las autoridades correspondientes.
Cuando el presidente Andrés Manuel López
Obrador consideró conveniente, para sí, echar a andar la carrera electoral de
su sucesor, la puso en movimiento.
Acomodó términos y condiciones, nombró
prospectos a la candidatura a la presidencia del país, por su partido político
Morena; e, incluso, aceptó que se les llamara “corcholatas”, como una forma de
manipularlos, dejándolos sin un decoro inicial necesario.
La única razón (por demás falsa que ha
expresado) es que en su sucesión “no debe haber tapados”.
En la jerga política nacional, desde
hace cerca de un siglo, la gente empezó a llamarles tapados a aquellos
prospectos que deseaban llegar a obtener la candidatura del partido hegemónico
(PNR, PRM y PRI) a la presidencia de la república.
Primero, con el presidente Plutarco
Elías Calles la regla era que él ponía y quitaba presidentes. Así designó a
Pascual Ortiz Rubio, a Emilio Portes Gil, a Abelardo R. Rodríguez, y a Lázaro
Cárdenas del Río.
A su etapa se le llamó “el maximato”.
Esa regla no estaba en la constitución,
pero todos la respetaban; era algo así como supraconstitucional, un término
metafísico del derecho mexicano, o del verdadero poder tras este sistema jurídico.
Uno de los logros de Lázaro Cárdenas del
Río, como presidente, fue terminar con el maximato, expulsando del país a
Calles.
Pero algo mejor suplió a ese
procedimiento de sucesión de un caudillo tipo Calles.
El presidente y general Lázaro Cárdenas
impuso la regla de que el ejecutivo federal en turno nombraba a su sucesor, y
con él a su juez y/o verdugo. Con el paso del tiempo dejó de funcionar.
Así el PRI dejó el poder para recibir al
siglo XXI. En los sexenios posteriores la presidencia la obtuvo el PAN. Pero en
el siguiente sexenio el PRI recuperó dicha presidencia.
López Obrador militó activamente en el
PRI. Renunció al PRI para inscribirse en el PRD; y dejó el PRD para fundar
Morena, un movimiento que con gran rapidez ha obtenido muchos logros, a través
de tácticas muy discutidas y de choque constante.
Y, ahora, Andrés Manuel está imponiendo
algo muy parecido al maximato callista, bajo la regla de que “no haya tapados”
para su sucesión presidencial, y con la espada de la revocación de mandato,
sobre la cabeza de su sucesor.
Por eso, “las corcholatas” deben de ser
débiles, y sujetas a sus maniobras.
Según el presidente, “ya no hay
tapados”. Y sí, todos los de Morena están destapados; pero dentro de los
destapados, hay un tapado, o tapada, y a todos ellos les hormiguea el estómago.
Sólo Ricardo Monreal no está dentro de
ese grupo de destapados; y dice: “Yo no confío en las encuestas de Morena. Son
manipulables”.
Y con esos destapados, en donde hay un
tapado, se montó el gran teatro de presentación en la ciudad de Toluca, Estado
de México, con toda picardía electoral de que es capaz el presidente.