LOGOS
En
materia política
TEORÍA
DE LA PRUEBA
Beatriz Pagés preguntó al presidente
Andrés Manuel López Obrador en un editorial directo y valiente: “presidente,
¿es usted narco?”, al mismo tiempo que presentaba preocupantes reflexiones al
respecto.
Recientemente, Porfirio Muñoz Ledo
recordó que el presidente Andrés Manuel está en el tramo final de su lapso
gubernativo, por lo que “puede heredar al siguiente gobierno su asociación con
los delincuentes, y eso le otorga mayor poder ya que no sólo cuenta con su
autoridad y recursos, también se le suma el poder del narcotráfico. No hay nada
que se le pueda oponer, a eso llamamos en México El Maximato”.
También, hace días, Francisco Labastida
Ochoa señaló en el programa de Carmen Aristegui que “López Obrador pactó con
Enrique Peña Nieto para llegar a la presidencia… como ha pactado con grupos del
crimen organizado”, todo esto, con una serie de comentarios en derredor de este
tema delicado.
El presidente Amlo no hizo esperar su
respuesta.
Al efecto señaló, en una de sus
mañaneras, que “es una difamación corriente y vulgar que busca desprestigiarme
en vísperas de elecciones… es un juicio sin fundamento y temerario… no he hecho
pactos con las personas a que se refieren… parece ser un asunto de nostalgia,
con todo respeto para la edad… lo peor que puede pasar en política es que haga
uno el ridículo… Labastida, en su tiempo, me quería convencer de que apoyara al
Fobaproa, y su campaña presidencial se pagó con el Pemexgate… les pido que
presenten pruebas de sus señalamientos”.
Y en efecto, en el campo del derecho,
quien afirma está obligado a probar, y quien niega sólo está obligado a probar
si su negación envuelve afirmaciones, si carece de presunción legal, si se
desconoce su capacidad, y cuando la negación fuese elemento constitutivo de la
acción.
Pero eso es en la teoría procesal jurídica.
En
la política, sobre todo en la actual, parece que ya no hay reglas, más que las
que impone a su capricho el poderoso.
Cuántas
cosas ha afirmado el presidente en foro de cobertura nacional que no ha probado
nunca; en donde sus decires, hasta los contradictorios, ahí quedan sin más.
Y
juzga, de la manera más liviana, sin mayor responsabilidad.
No
sólo en asuntos nacionales, sino en los foros internacionales.
Ha
invocado, como principio normativo válido, la tradicional Doctrina Estrada: la
no intervención y la autodeterminación de cada país.
Sin
embargo, recién, ha intervenido francamente en la vida electoral de Colombia,
haciendo campaña a favor de uno de los candidatos, Gustavo Petro, lo que motivó
una dura nota diplomática de aquella nación.
Todo
eso sin necesidad alguna para México.
Respecto
a los asuntos nacionales, su método de defensa es el ataque. Su simple negativa
no corresponde a sus actos públicos, a la vista de todos.
Sus
promesas de campaña han sido vanas.
La
situación de la seguridad pública resulta un fracaso, según datos firmes existentes
en el mismo mundo oficial.
La retórica política del
gobierno carece, en lo fundamental, de pruebas.
Y todavía puede mejorar el
actual presidente su salida del poder, si cambia su hacer y su decir a favor de
todos los mexicanos, porque unidos lograríamos máximo desarrollo para todos.