LOGOS
Arcoíris, engaños, ilusiones…
DETRÁS DE LAS
CONSULTAS POPULARES
Lo mismo que hay sobre el arcoíris, hay sobre
las consultas populares. Esa hermosa balada ganadora del Oscar 1939 y el Mago
de Oz, siguen haciendo de las suyas.
Dorothy, el hombre de hojalata, el de
paja y el león, versión siglo XXI van ante un nuevo mago para resolver su
problema y, otra vez, descubrirán que la solución no está en el mago, sino en
los propios necesitados.
El que Andrés Manuel López Obrador haya
sido declarado presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos no significa
que sea autoridad, es y seguirá siendo hasta el último segundo del 30 de
noviembre del 2018 un particular más, al menos jurídicamente hablando.
Políticamente, pero en violación a
nuestra Carta Magna, está ejerciendo más el poder presidencial que el propio
Enrique Peña Nieto.
Como simple individuo o presidente electo
puede hacer las encuestas que quiera, si no hay norma jurídica que se lo
prohíba. Como autoridad, una vez que
proteste el cargo para el que ha sido elegido, requerirá motivar y fundar legal
y debidamente sus actos de ejercicio soberano.
Su propósito manifiesto, según sus
palabras, es que "la consulta popular" llegó para quedarse al menos
durante su ejercicio presidencial; incluso anunció ya (sin consulta cual
ninguna de por medio): "A mis adversarios les digo que se vayan
acostumbrando porque cada vez que sea necesario, cuando se amerite, va la
consulta".
Y añadió: "Es más, vamos a reformar
la Constitución para que no haya límites y los ciudadanos puedan solicitarla
cuando haya un tema de interés público".
En principio, que el presidente consulte
a uno o a 120 millones de mexicanos, si esto le es necesario y posible,
personalmente y a su riesgo, no lo veo mal, si el resultado de su consulta es
para bien orientar el ejercicio de sus atribuciones ejecutivas, y no para
imponerlas al legislativo y al judicial.
Deseo que escuche a las personas reales y
capaces; pero lo que me da desconfianza es que consulte "al pueblo",
cuando AMLO como todos los mexicanos sabemos que el pueblo, como tal, es una
ficción, puesto que no existe con vida real y concreta.
El pueblo no tiene un ontidad física,
anatómica, psíquica. El simbolismo lingüístico de "pueblo" cubre a
todos, y a nadie, e históricamente se ha utilizado más para mal, que para bien.
Todos observamos que el llamado pueblo de México resulta ser la suma, y en el
mejor de los casos la multiplicación, de más de una centena de millones de
seres humanos que tenemos un orgullo: ser mexicanos.
A algunos mexicanos recién se les
consultó sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México y el de Santa Lucía,
con engaños o no, con errores o sin ellos, como biombo que cubre decisiones previamente
tomadas o como inicial ejercicio experimental que tiende a un tipo de
democracia.
Lo que sea de buena fe está bien. Malo
que en las consultas haya embustes, pero también existen sueños, como sobre el
mágico arcoíris.