2013, sin duda matemática, es un año de
nones y, por lo tanto, de dones. Habrá seguramente algún versificador que le
localizará otra consonancia, pero será resultado de un pesimismo poético
altisonante.
Así, en este año de dones quien ejerce
el poder en un país, como el nuestro, debe, entre otras cosas, conocer los
sentimientos y las opiniones de todos los estratos populares, sabiendo, también,
qué portan como impresiones y sentires las clases medias, al igual que las 20
familias más ricas y poderosas que habitan el territorio.
En otras palabras, el estar al tanto
del pensar, del decir y del hacer, de los miembros de toda la población
gobernada, le da la clave, al gobernante, de cómo decidir las cuestiones
correspondientes a su encargo público.
Por eso la astucia de Odiseo o Ulises
al retornar a Ítaca disfrazado de mendigo, en vez de arribar como un Dios, o
como todo un señor y héroe victorioso.
Para retomar el poder, el conquistador
de Troya debía conocer la realidad de los seres humanos, habitantes en su
propia tierra, abandonada por él durante tantos lustros, al igual que a su
esposa Penélope.
Varios cuentos de la Edad Media dan
noticia del rey que se disfraza de gente del pueblo para conocer, y gobernar
mejor a sus súbditos.
Algo parecido hizo el actual Rey de
Jordania, Abdalá II, al acceder al trono el 7 de febrero del 1999, ya que salía
a la calle, sin séquito y con vestimenta islámica común, para visitar oficinas,
mercados, centros de trabajo, y así captar la opinión de la gente; siendo ésta
la forma en que se ganó la confianza de su pueblo, ya que su sucesión fue
problemática.
Obvio, jamás sugeriré que el Presidente de
México, ahora Enrique Peña Nieto, se disfrace de pordiosero, aseador de
calzado, agente de tránsito o de policía. No hay necesidad de esos disimules,
hoy por hoy, para que él sepa cuáles son los sentimientos de la Nación en este
2013, año en que se cumplirá el Bicentenario de los Sentimientos de la Nación
presentados por José María Morelos y Pavón ante el Congreso de Anáhuac.
Algunos de esos veintitrés sentimientos
externados en Chilpancingo por Morelos el 14 de septiembre de 1813 siguen,
tercos pero razonados y con fundamento, formando parte esencial de nuestros
reconcomios nacionales en esta segunda década del siglo XXI.
Es fácil, supongo, para la persona que
debe ser la mejor informada de México, familiarizarse con todo lo que está
sintiendo la sociedad mexicana y los individuos que la formamos.
Resultaría una situación anómala si no
existiera la suficiente sensibilidad del poder público para establecer, o
restablecer, según sea el caso, vasos comunicantes eficaces entre la población
mandante, o sea, el pueblo que manda, con las autoridades mandatarias, o sea,
quienes obedecen.
Esos canales de comunicación entre
mandantes y mandatarios, retroalimentadores, deben siempre estar constante y
debidamente desazolvados.