lunes, 21 de enero de 2019


LOGOS
AMLO provoca turbas
ESTÁ JUGANDO CON FUEGO
       Desde hace tiempo, Andrés Manuel López Obrador tiene una percepción fija de los problemas de México, y de sus soluciones; tan inquebrantable y precisa, como veraz en parte, y errónea al aplicar soluciones.
       En la porción equívoca, no ha podido comprender, para el complicado fenómeno político que vivimos, la movilidad contradictoria expuesta por Heráclito, ni los principios de Marx y Engels que, a su decir, pusieron de pié a la dialéctica de Hegel, ni los comportamientos de la realidad cuántica observados por Born, Schrödinger y Haroche, menos los ha aplicado a hechos políticos recientes y concretos, dolorosos, impredecibles y aleatorios.
       El concepto utópico de “pueblo sabio y bueno” es genérico y abstracto, y no corresponde a la realidad humana que ha tenido de todo, y de todo seguirá teniendo, según su espacio, tiempo y circunstancias.
       Claro que duele ver el comportamiento de parte del pueblo de Tlahuelilpan, Estado de Hidalgo, el que, en número de 800, según palabras de los informantes oficiales encabezados por López Obrador en sus tempraneras manipulaciones informativas, duró más de 2 horas acarreando gasolina del ducto saboteado, ante las impasibles fuerzas armadas, debido a políticas presidenciales de no tocar, ni con el pétalo de una rosa, a ese pueblo "honesto y sabio", pero también necesitado. Política presidencial dogmáticamente inquebrantable.
       Porque en el ascesis de AMLO, las necesidades del "pueblo" son excluyentes de responsabilidad penal; visión cartuja que va en contra de nuestro sistema jurídico vigente, el que sólo en ciertos casos extremísimos toma a cierta necesidad como atenuante, o  como exculpante.       
       Si las fuerzas armadas en esas más dos horas hubieran sabido intervenir (no para ejercer represión, sino para aplicar eficientes medidas preventivas y, en su caso, la coercitividad del derecho) se hubieran salvado cerca de 100 vidas, como una de las posibles opciones cuánticas, en la especie.
       Y de ese resultado real y lamentable de Tlahuelilpan, tiene más culpa por omisión y negligencia el Presidente López Obrador que sus tres inmediatos antecesores, los malvados de moda (Fox, Calderón y Peña) en la lenta y repetitiva retórica de este sexenio.
       La actual acción gubernativa produce turbas, de diversas tipos, pero turbas al fin. Aglomeraciones que, en busca del combustible desabastecido, terminan calcinadas por ese fenómeno complejo de la masa con radicales activos.
       O las muchedumbres organizadas política y económicamente desde el actual poder gubernativo federal, a efecto de humillar a los gobernadores frente al presidente, y darle oportunidad, a éste, para que, bondadoso, salga en defensa de los maltratados por la masa, luciéndose como eficaz conciliador que perdona, pero no olvida.
       Y así va AMLO generando turbas, consciente o inconscientemente, construyendo el umbral de lo que nos espera, si sigue sobredimensionándose como el único.