Abraham, sabio rabino de una
sinagoga, se dirige a un laboratorio clínico a efecto de que le dictaminen,
previo el análisis de la orina, si tiene cáncer en la próstata.
Entrega para tal efecto un frasco,
ante la química farmacobióloga, de dos litros lleno de las excreciones
líquidas.
"Don Abraham", de dice la
profesionista que atiende el laboratorio, "no es necesaria esta cantidad
de orina, basta con unos cuanto milímetros para tenerle resultados".
A lo que responde el rabino:
"Yo le dejo todo el recipiente, y le exijo que así me lo reciba y lo
analice. Si no lo hace, iré a otro laboratorio".
Ante esa exigencia, la profesionista
acepta la demanda del servicio, citándolo para que reciba los resultados a las
48 horas.
Llegado el día, el rabino se
presenta, obteniendo en un sobre cerrado el logro de ese trabajo de
laboratorio: "No se encuentra ningún elemento que indique la existencia de
cáncer prostático".
Abraham cita de inmediato a todos
los feligreses varones de la sinagoga para anunciarles: "Queridos arbanos,
les tengo buenas noticias, revisados todos los orines de nosotros, ninguno
tenemos cáncer".
Esto que, en la narrativa anterior,
revela la supuesta actitud ahorrativa de los hebreos, en la presente
administración federal de nuestro país irradia un craso equívoco, ya que con el
erróneo propósito de resolver todos los problemas de México aplicó solamente
una medicina: el mal uso de la fuerza pública a todo lo que da, y con todo lo
que se tiene, agravando las consecuencias que actualmente padecemos.
Le apostó todo al empleo de las
fuerzas armadas, instituciones respetables que, conforme a lo ordenado por la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, no deben utilizarse para
actividades no señaladas en la misma literalidad de nuestra Carta Magna.
Los problemas del empleo, de la
falta de productividad, de la mala distribución de la riqueza, de la
corrupción, de las fallas en la educación, de la inseguridad, y demás anexas,
ligados dialécticamente unos con los otros, no pueden ser resueltos con la
aplicación de la fuerza pública en forma ilegal.
Una exclusiva solución dudosa para
problemas reales, tan resbaladizos como graves, ha derivado a todo un fiasco,
más ahora que, como que nunca, se observa la maliciosa política del gobierno de
los Estado Unidos de América, tan ventajosa en su programa contradictorio.
Dos estados de la Unión Americana han
legalizado la marihuana para fines de pasatiempos y de fiestas, a contra pelo
de la política federal de aquel país.
Esto vuelve a ser no confiable al
gobierno gringo, haciendo confuso el entorno internacional al respecto, y
provocando un descalabro de consecuencias aún no medidas a la ya agónica
presidencia de Felipe Calderón Hinojosa, quien se despide con frases infundadas:
"A mí me gusta dejar las cosas en orden, y arregladas".
Usted, estimado lector, ¿lo cree?