martes, 26 de mayo de 2015

Ensayo inédito
RECUERDOS DE CARLOS FUENTES                                           
        Hace cerca de 30 años tuvimos una plática con mi buen amigo Rafael Corrales Ayala en torno a su compañero de clase en la Facultad de Derecho, llamado Carlos Fuentes Macías.
        En mi caso le expliqué mi admiración por la obra literaria de Fuentes, y cómo en mi juventud, al buscar buena literatura de escritores mexicanos con vida, seleccioné para mi consumo los libros de Fernando Benítez, Octavio Paz, y Carlos Fuentes.
        Rafael, en cambio, me describió a su compañero Carlos como un joven despreocupado, gustador de placeres, y amante de la vida plena. "¡Ah!, qué tiempos aquellos mi querido Marco!", indicó Rafael recordando vivencias personales con añoranza muy propia, y en tono retórico, huella indeleble de un campeón internacional de oratoria.
        Y se me alborotaron esos recuerdos, en virtud de que concluí la lectura de un inédito y magnífico ensayo autobiográfico de Carlos Fuentes, el cual publica la ameritada revista "nexos" en su número 449 del mes de mayo que transcurre.
        Recomiendo que se lea ese trabajo, porque aparte de la gran soltura y precisión elegante del lenguaje, contiene tantas experiencias vitales que, aunque sean sobre cabeza ajena, dan auxilio para comprender a nuestro país y a su capital, pero sobre todo a una generación de mexicanos ya muertos, pero que siguen mostrándonos la utilidad de lo que nos heredaron.
        El escritor, en efecto, reconoce y describe esa etapa de su vida en una Ciudad de México que ya no existe como tal, y en donde él inconscientemente se abandonó para ser objeto de un torbellino entre perezoso, displicente y bohemio, y del cual fue extraído por el impacto que le causaron dos personajes: su padre, y Simonetta Moreno, como él simplemente la llama para encubrir su verdadero nombre, quien le duplicaba la edad, le obsequiaba placer, y quien filosóficamente lo echó de su casa.
        "Ya tuviste lo que debiste tener. No cruces la raya. No abuses de tu suerte... Recoge tus canicas y vete a otra parte."
        Coincidente en el tiempo, su padre lo reprende con palabras severas y asertivas: "Qué lástima. Has terminado en fracaso"; esto, después de una madrugada en que fue arrojado como un bulto desde un taxi a las puertas de su casa, sin recordar, de su parte, dónde o  con quién había pasado la noche.
        Ahí, tocó fondo, para dirigir su propia vida rumbo a una dirección positiva, llegando a ser lo que fue, uno de los grandes escritores del siglo XX.
        Y todo aquel bagaje que le proporcionó esa etapa oscura de su vida, lo supo convertir en luz en todas sus obras, entre las que citaré "La región más transparente", "Aura", "La muerte de Artemio Cruz", "Terra nostra", "El espejo enterrado".
        Honores, premios, y doctorados, recibió muchos. La libertad en él fue una constante: "No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres".