lunes, 16 de noviembre de 2020

 LOGOS

Traición a la patria

 “SOMOS DEL PARTIDO DE MÉXICO”

        Como criollo ladino, el presidente Andrés Manuel López Obrador, conforme a su “triunfo electoral absoluto”, ejerce un poder autoritario.

        El Congreso de la Unión (que debería actuar responsable y armónicamente como un poder de equilibrio) sólo ha servido para aprobar, a ciegas, las iniciativas caprichosas y desatinadas de Andrés Manuel, claro, además de cantarle las mañanitas en sesión y recinto parlamentario por su cumpleaños, lo que ni en la peor dictadura mexicana se había visto.

        López Obrador, aunque no ha cumplido sus grandes promesas electorales (acabar en llegando al poder, con la corrupción, el desempleo, la inseguridad, los problemas educativos y la pobreza), sí cumple… 67 años, y sí cumple promesas irrelevantes, pero con truco: no usar el avión presidencial, sino rifarlo sin entregarlo; no vivir en el lujo de Los Pinos, sino en el ultra lujo de Palacio Nacional; licenciar a todo el Estado Mayor Presidencial, pero usando a sus integrantes para el servicio personal y familiar.

        Con ese poder absoluto, AMLO en una de sus mañaneras recientes aseguró, con relación a la actual política electoral de los EU: “No tengo nada contra el partido demócrata, tampoco contra el partido republicano. Nosotros somos del partido de México”, sin darse cuenta de que rebajó, a México, a nivel de simple partido político.

        Y agregó Andrés Manuel: “Nosotros no podemos hacer un reconocimiento de ningún tipo, a un gobierno que todavía no está legal y debidamente constituido… tenemos que aplicar la Doctrina Estrada”; cuando nadie le está pidiendo que reconozca al gobierno de Biden, quien solamente es un candidato presidencial, a quien, hasta este momento, la contabilidad de los votos le favorecen.

        AMLO, así, es quien ha, y está, atropellando la Doctrina Estrada, al aplicarla a su antojo y de manera inexacta en los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, más cuando el presidente mexicano permitió al presidente Trump usar su imagen y voz en su campaña de reelección; y no la aplicó ni en Bolivia ni en Venezuela.

        Además, López Obrador, la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Embajada de México en EU hicieron el señalamiento de que Joe Biden es “un presunto presidente”, usando el término penal de presunción en tono peyorativo.

        Biden ha recibido mensajes diplomáticos amistosos de la mayor parte de los gobiernos y naciones del mundo, menos de cuatro países que han guardado prudente silencio.

        Sólo el presidente AMLO, como excepción, ha sido omiso en establecer comunicación con Biden, e incluso se negó públicamente a recibir la sensata y afable llamada telefónica del candidato triunfante a la presidencia de los EU.

        Siendo Andrés Manuel el único presidente locuaz, que razona mal al pensar que al recibir una llamada telefónica de Biden (candidato ganador a la presidencia de EU, por haber logrado oficialmente 39 votos electorales más, de los que se requieren para ser presidente), afecta la Doctrina Estrada.

        Recordemos que los principios de esa doctrina establecen que ningún país tiene derecho a decidir y/o calificar la legitimidad o ilegitimidad del gobierno de otro país, ya que sólo pueden disponer, si establecen o no relaciones diplomáticas con él. Y éste no es el caso de Biden y México.

        La fracción X del artículo 89 de nuestra Carta Magna establece que “Las facultades y obligaciones del presidente, son las siguientes: … X. Dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales… sometiéndolos a la aprobación del Senado. En la conducción de tal política… observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención…” Este artículo lo ha violado AMLO al intervenir en las elecciones para presidente de los EU, y no lo transgrede si simplemente recibe y contesta una educada llamada telefónica del candidato Biden, a quien el voto de los estadunidenses le ha sido favorable.

        Ignaros y aventureros, Trump y López Obrador son almas gemelas. Cuidémonos mucho de estos dos autoritarios que aspiran a ser eternos.