jueves, 28 de enero de 2016

LOGOS
México
TIERRA DE LOS BUENOS
        Desde hace muchos años gozo de la prosa periodística de un destacado reportero y cronista mexicano, Miguel Reyes Razo, quien desde Davos, Suiza, nos narra: "¿Ardid? ¿Trampa? ¿Zancadilla? A todo esto olió la agresiva pregunta: ¿Cómo hablar de un México democrático, progresista y moderno cuando hay muertos y crímenes del narcotráfico?"
        Con el tufillo que percibió el olfato de Reyes Razo, el cuestionamiento fue dirigido al Presidente Enrique Peña Nieto en el World Forum Economic, emitiéndolo el columnista venezolano Moisés Naim, radicado en Europa y frecuente colaborador de El País.
        Según la nota publicitada, el Presidente Peña Nieto contestó: "Pues fíjate que no, Moisés. México es un país bueno. México es la tierra de los buenos... pero también tiene problemas... como los tienen todos los países del mundo..."
        Y con esa respuesta formuló interesantes reflexiones sobre el Chapo y su extradición, nuestros problemas de corrupción, la reforma energética, la baja en el precio del petróleo, las demás reformas estructurales, los reacomodos en cambios monetarios, pero lo más destacado, y destacable, fue cómo nos ven desde el extranjero al México 2016, y a los mexicanos de este siglo XXI.
        De manera muy variada los extranjeros, de diversos tiempos, distintos lugares, diferentes niveles sociales, nos han observado, descrito y juzgado. A este respecto los textos históricos, antropológicos y literarios, son vastos.
        Empero, todo cambia, y en esta época todo resulta más rápido, hasta el cambio, y como nunca antes.
        Dentro de esa dialéctica, los seres humanos no nacen buenos ni nacen malos, los hace el medio ambiente en su más amplio sentido: físico, químico, biológico, familiar, económico, político, religioso, cultural, social, educativo, vecindario, calle, televisión, internet, radio, periódicos, revistas, redes sociales, fuerzas modeladoras de los sistemas nerviosos de esos cuerpos individuo sociales que se autodenominan humanos.
        Y los países están constituidos por seres humanos que, en su colectivo cultural histórico, tienen conciencia de lo bueno y de lo malo; conceptos, ambos, también sujetos al cambio, ya que no existen absolutos.
        Así que conforme a los valores imperantes, del ahora y el aquí, ningún país del planeta es "tierra de los buenos" y, por ende, ni tierra de los malos. Todos los pueblos tienen buenos y malos, como todos los humanos suelen oscilar, en las innumerables conductas de toda su vida, entre lo que en ese lapso se entiende como bueno y como malo.
        La correcta labor de todos, individual y colectivamente, es reducir al máximo los márgenes de lo que consideramos culturalmente malo, y ampliar lo más posible los efectos benéficos, en cantidad y calidad, de todo lo juzgado en conciencia como bueno.
        Logremos que ningún país tenga sistemas de organización ni autoridades malignas y perversas; y, así, humanos y pueblos generarán habitualmente virtudes.