lunes, 11 de enero de 2016

LOGOS
La capital es de todos
REFORMAR A LAS REFORMAS
        Nada es perfecto, todo es perfectible; por ello, los reformofilos no deben sentirse ni agredidos ni simplemente criticados. Mis
comentarios, al respecto de sus reformas, sólo serán un aporte para su propia reflexión, y un ejercicio para la mía.
        Observo, con temor, que los reformofobos tienen más odios que aportaciones, y que cuando las reformas se refieren al Distrito Federal, capital de los Estados Unidos Mexicanos, se conducen como bucaneros en relación a su botín.
        Parto del principio de que si el DF es la capital del país, su reforma compete a todos los mexicanos, por lo que debemos ser escuchados, y tenemos que votar, los 120 millones de compatriotas, y no únicamente los habitantes de esa región central tan equívocamente urbanizada.
        No olvidemos que los artículos 43, 44 y 122 de nuestra Carta Magna siguen disponiendo, entre otras cosas, que las partes integrantes de la Federación son 31 estados, "y el Distrito Federal", y que "La Ciudad de México es el Distrito Federal, sede de los Poderes de la Unión y Capital de los Estados Unidos Mexicanos. Se compondrá del territorio que actualmente tiene y en el caso de que los poderes Federales se trasladen a otro lugar, se erigirá en el Estado del Valle de México con los límites y extensión que le asigne el Congreso General", y además, que "su gobierno está a cargo de los Poderes Federales y de los órganos Ejecutivo, Legislativo y Judicial de carácter local", en los términos establecidos constitucionalmente por los apartados A, B, C, D, F, G y H, con sus fracciones, y sus 5 bases, del artículo 122 constitucional.
        Y para sintetizar y simplificar esta explicación, expresaré que el Congreso Constituyente permanente es quien en exclusiva puede adicionar o reformar nuestra Constitución Federal, según el artículo 135 de la propia norma jurídica fundamental.
        Dicho Congreso Constituyente lo forman el Congreso de la Unión, con el voto de las dos terceras partes de los individuos presentes en la sesión respectiva, y la mayoría de las legislaturas de los 31 Estados.
        No puede haber, por tanto, ni congreso constituyente para el Distrito Federal, ni constitución para la capital de la República, menos integrado por junta de notables, a contentillo del ejecutivo ni del legislativo ni del judicial ni de los partidos políticos, mientras no lo determine nuestra Carta Magna, reformada o adicionada por el constituyente permanente.
        Y las reformas, si son necesarias y tienen fuentes reales de derecho, deben ser explicadas clara y precisamente para todos los mexicanos, ya que la mayoría de ellas navega entre olas de confusión.
        Mínimo, es necesario, como buen deseo de principios del año 2016, reformas a las reformas, para que sean generadoras de magníficos desarrollos, y no nudos nuevos que atrofien más a la enredada madeja nacional.
        Las reformas deben responder a razones, y no a caprichos ni a intereses malsanos.