LOGOS
La capital es de
todos
REFORMAR A LAS
REFORMAS
Nada es perfecto, todo es perfectible;
por ello, los reformofilos no deben sentirse ni agredidos ni simplemente
criticados. Mis
comentarios, al respecto
de sus reformas, sólo serán un aporte para su propia reflexión, y un ejercicio
para la mía.
Observo, con temor, que los reformofobos
tienen más odios que aportaciones, y que cuando las reformas se refieren al
Distrito Federal, capital de los Estados Unidos Mexicanos, se conducen como
bucaneros en relación a su botín.
Parto del principio de que si el DF es
la capital del país, su reforma compete a todos los mexicanos, por lo que
debemos ser escuchados, y tenemos que votar, los 120 millones de compatriotas,
y no únicamente los habitantes de esa región central tan equívocamente
urbanizada.
No olvidemos que los artículos 43, 44 y
122 de nuestra Carta Magna siguen disponiendo, entre otras cosas, que las
partes integrantes de la Federación son 31 estados, "y el Distrito
Federal", y que "La Ciudad de México es el Distrito Federal, sede de
los Poderes de la Unión y Capital de los Estados Unidos Mexicanos. Se compondrá
del territorio que actualmente tiene y en el caso de que los poderes Federales
se trasladen a otro lugar, se erigirá en el Estado del Valle de México con los
límites y extensión que le asigne el Congreso General", y además, que
"su gobierno está a cargo de los Poderes Federales y de los órganos
Ejecutivo, Legislativo y Judicial de carácter local", en los términos establecidos
constitucionalmente por los apartados A, B, C, D, F, G y H, con sus fracciones,
y sus 5 bases, del artículo 122 constitucional.
Y para sintetizar y simplificar esta
explicación, expresaré que el Congreso Constituyente permanente es quien en
exclusiva puede adicionar o reformar nuestra Constitución Federal, según el
artículo 135 de la propia norma jurídica fundamental.
Dicho Congreso Constituyente lo forman
el Congreso de la Unión, con el voto de las dos terceras partes de los
individuos presentes en la sesión respectiva, y la mayoría de las legislaturas
de los 31 Estados.
No puede haber, por tanto, ni congreso
constituyente para el Distrito Federal, ni constitución para la capital de la
República, menos integrado por junta de notables, a contentillo del ejecutivo
ni del legislativo ni del judicial ni de los partidos políticos, mientras no lo
determine nuestra Carta Magna, reformada o adicionada por el constituyente
permanente.
Y las reformas, si son necesarias y
tienen fuentes reales de derecho, deben ser explicadas clara y precisamente
para todos los mexicanos, ya que la mayoría de ellas navega entre olas de
confusión.
Mínimo, es necesario, como buen deseo de
principios del año 2016, reformas a las reformas, para que sean generadoras de
magníficos desarrollos, y no nudos nuevos que atrofien más a la enredada madeja
nacional.
Las reformas deben responder a razones,
y no a caprichos ni a intereses malsanos.