Ahí se presentó el libro LA EMBAJADA
INDOBLEGABLE, Asilo Mexicano en Montevideo durante la Dictadura, con autoría de
Silvia Dutrénit Bielous, editado en el año 2011 por Fin de Siglo e Instituto de
Ciencia Política.
El tiraje fue de sólo 800 ejemplares,
cuando su objetivo y valioso contenido demanda ser leído, entre otros, por
académicos, alumnos de instituciones de enseñanza superior, y por el cuerpo
diplomático de todos los gobiernos del mundo.
Uruguaya la autora, reside en México
desde el año de 1976, con formación de historiadora, y grado académico el
doctorado; empero, su principal bagaje, para el libro, son las vivencias
tenidas en su país durante años de la década de los setentas del siglo XX.
Es decir, vivió la dictadura uruguaya,
cuando el cono sur de nuestra América estaba gobernado por militares golpistas
que echaron fuera, o asesinaron, a los gobernantes elegidos por una democracia
de tipo occidental, bajo las propias reglas de naciones capitalistas.
Fueron tiempos de guerra fría, en donde
el temor al comunismo representado por naciones con dictaduras del proletariado
ocasionó un descastado anticomunismo, brutalmente terrorista, sin respeto a la
vida, propiedad, integridad, libertad de los seres humanos.
No importaba que fueran ejecutados
niños, mujeres, ancianos, intelectuales, campesinos, obreros, maestros,
artistas. No respetaban la dignidad de los restos humanos. Las torturas más
crueles, con técnicas modernas, eran usadas constantemente y sin recato alguno.
La persecución, para disuadir cualquier
rebeldía, se ejecutaba los 60 minutos de cada hora. El terror de la dictadura
siempre rebasa al terror del anarquismo; éste, preámbulo de aquél en no pocos
casos.
Ante ese escalofriante escenario
uruguayo, la diplomacia mexicana de ese tiempo bebía de sus mejores raíces; y,
de manera específica, el embajador mexicano a partir de 1974 fue el economista
Vicente Muñiz Arroyo, originario de Churintzio, Michoacán, hoy fallecido.
El libro comentado es un aporte de
documentos, fotografías, testimonios, confesiones, obtenidos de diversos
archivos, o desahogados por supervivientes de esos duros tiempos.
Dentro de esa objetividad, el cuidadoso
trabajo de la historiadora es articular profesionalmente cada elemento
probatorio, formulando reflexión puntual en cada caso.
Y la obra no deja de ser, también, un
reconocimiento a la diplomacia mexicana por el humanista asilo concedido, sobre
todo en el caso, y con los perfiles asertivos del excelentísimo señor Embajador
Vicente Muñiz Arroyo, de quien nos sentimos orgullosos.
¡Buen trabajo el de la doctora Dutrénit
Bielous!
Queda, a la labor jurídica, dilucidar si
la figura del asilo es un derecho humano que debe ser garantido por toda
Constitución, o si sólo es un privilegio del Estado que lo concede, según su
sistema jurídico.