Además añadió el senador Barbosa,
"¿quién tiene que cuidar al pacto?"; respondiéndose: "¡Todos!".
Un "pacto" es un convenio
firme entre dos o más partes, obligándose, ellas, a su cumplimiento.
Partiendo de ese concepto general, el
Pacto "por" México indica que tal acuerdo tiene como fin, propósito,
o motivo, a nuestro país; y no olvidemos que "México" es todo nuestro
territorio, incluido el suelo continental de cerca de dos millones de
kilómetros cuadrados, sus islas, archipiélagos y cayos adyacentes, el mar territorial
y el patrimonial, el subsuelo de todo este complejo territorial en forma cónica
hasta el centro del planeta, y el espacio aéreo que se encuentra por encima de
toda esta área territorial hasta terminar la capa de gases atmosféricos, la que
al zangolotearse, por la velocidad astral, alcanza grosores de 60 a 600
kilómetros.
Son parte del territorio patrio, además,
los barcos y los aviones con bandera mexicana, las embajadas, consulados, legaciones,
conforme a los principios de reciprocidad establecidos en los tratados
legalmente suscritos por nuestro Presidente de la República y aprobados por la
Cámara de Senadores, con apego a nuestra Carta Magna.
Pero el elemento fundamental y de mayor
valía de México es su población, integrada aproximadamente por cerca de 120
millones de mexicanos, quienes a través de un ejercicio soberano nos hemos
impuesto un sistema jurídico, y hemos elegido al gobierno de la Nación en sus
tres niveles: federal, estatales y municipales.
Así, México no es una cosa, no puede ser
el objeto de un pacto; a México lo constituimos decenas de millones de
mexicanos, que estamos lejos de ser súbditos, siervos o esclavos.
Absurdo resulta que un pacto por México,
según el senador perredista, tenga como motivo, o razón suficiente, el cuidar
"el prestigio y el valor fundamental de la administración del Presidente
Enrique Peña Nieto", pues según el legislador citado, ese prestigio y ese
valor fundamental dependen del pacto.
Eso conduce al parlamentario Barbosa a
imponernos, a "todos", el cuidar al pacto, cuando no hemos sido
invitados, todos, a suscribirlo.
En mi caso personal, y pienso que
millones de mexicanos, vemos en principio con simpatía la existencia de ese
Pacto por México, ante el desorden, desempleo, violencia, pobreza, ignorancia,
inseguridad y confusión en que nos debatimos.
Pero ese convenio no puede ser un simple
documento de pactolandia, un pacto de notables, que acaso no sean ni tan
notables, pero que sí, hay que reconocerlo, han tenido el valor de dar el
primer paso.
Los pasos siguientes deben de tener un
procedimiento integrador, para que en ese pacto estemos todos, o al menos la
mayoría, convencidos del rumbo, el propósito y la eficacia.