lunes, 10 de mayo de 2021

 LOGOS

Agitan al hormiguero

EMBRUTECIDOS POR EL ODIO

        Carece de madurez el presidente de México y, por desgracia, no es sensato.

        Esas deficiencias afectan a sus mejores propósitos, y apremian a que todo se le derrumbe, en su derredor y en su contra.

        El arquitecto Salvador García Espinosa recordó a detalle, en su columna Urbanópolis, el trágico desplome del colegio ubicado en Tlalpan, en donde en 2017 la delegada Claudia Sheinbaum, hoy jefa del gobierno de la Ciudad de México, fue protagonista.

        En ese entonces no se localizaba a la directora del plantel en derrumbe, y Sheinbaum ofreció cinco millones de pesos a quien diera información del paradero de esa directora responsable.

        Semanas después se le detuvo. No era ella la única culpable de la mala construcción del edificio. En gran parte, había responsabilidad del gobierno de la CDMX, por incumplir su deber de aplicar, en construcciones privadas, la reglamentación legal correspondiente.

        Hoy el caso del metro, en la línea 12, es obra pública edificada por el gobierno y bajo su encargo el mantenimiento, la culpa es totalmente de los funcionarios a cargo de lo construido, y de los funcionarios con atribuciones para su mantenimiento.

        Los supuestos irresponsables, a la vista, son Marcelo Ebrard, Mario Delgado, Florencia Serranía y Claudia Sheinbaum, y los cuatro, demasiado cercanos al presidente.

        Para buscar a los culpables de esa dolorosa tragedia en el metro, ya ninguna autoridad ofrece cinco millones de pesos a quién dé informes de su localización.

        La ciudadanía los tiene bien ubicados, por más que el presidente instrumente un pronto olvido.

        26 homicidios, 80 lesionados y 1 desaparecido; los mismos funcionarios hitos al presidente; y, las mismas compañías constructoras del tren maya y refinería de Dos Bocas.

        El embudo presidencial es burdo y palurdo.

        Toda la culpa para los enemigos del presidente; y el perdón y la disculpa para sus parientes, cuates y colaboradores.

        Ni para eso es discreto y mesurado. El escándalo y lo grotesco es lo suyo.

        Mortifica a los mexicanos observar que el ejecutivo federal,  desde su atril presidencial (de cada mañana), juzgue y condene sumarísimamente al empresario Claudio X. González como “traidor a la patria”, sin darle derecho a audiencia, y careciendo de facultades judiciales para condenarlo.

        Invito al presidente, y a todos, a leer el artículo 123 del Código Penal Federal, su primer párrafo y sus XV fracciones, en donde se tipifica la “Traición a la patria”, para que nos demos cuenta del ridículo que hace Andrés Manuel López Obrador al aplicar este precepto, con independencia de que estemos o no de acuerdo con ese señor X, tan absurdamente enjuiciado.

        El odio embrutece; y aunque el presidente asegure que él no odia, todo en su rostro, en sus manos, en sus ojos, en sus palabras y acciones, trasuda rencor, y agita al hormiguero.

        ¿Que por qué no fue el presidente de México al lugar del desastre de la línea 12 del metro?

        A eso contestó: “Al carajo el estilo demagógico”.

        ¡Por fin!, qué bueno que el presidente se cansó de traer esa careta de demagogo.