Cancha dispareja;
balón cuadrado
Y CUATRO CANDIDATOS
CORRUPTOS
A días del inicio de la veda electoral,
obsérvese que el problema más tratado por los cuatro candidatos a la
presidencia de México fue la corrupción, y no lo hicieron honestamente.
Meade asegura que AMLO y Anaya son
corruptos. Andrés Manuel afirma que Anaya y Meade son corruptos. Anaya asevera
que Meade y AMLO son corruptos. El Bronco manifestó que Meade, AMLO y Anaya,
son corruptos; y estos tres minimizaron al Bronco, ya que, en su
insignificancia, cargó con deshonestidad de origen, calificada por el INE.
Y la promesa más importante de los
cuatro prospectos es que van a acabar con la corrupción, sin decir claramente a
cuál se refieren: la suya o la ajena.
De ser ciertos las acusaciones lanzadas
mutuamente, ¿será posible que un corrupto acabe con la corrupción?, ¿lo haría
con sistema homeopático?, ¿será posible su reconversión? o, incluso, ¿es
posible acabar totalmente con la corrupción y los corruptos?
Partamos de algo esencial: ¿qué es la
corrupción, y desde qué punto referencial la enfocaremos?
Recordemos: no hay nada absoluto; ni la
corrupción ni la honestidad lo son. Ambos conceptos son relativos, concretos, y
son conductas humanas de la vida cotidiana que, en la diaria existencia de
todos, se presentan inicial y constantemente como opciones.
Hay seres humanos con amplios márgenes
de honestidad; y otros con manchas de corrupción inmensas. Y esto está sujeto a
la dialéctica, lo mismo para individuos como para naciones.
Noruega actualmente genera mayor honestidad
que Sudán, sin que esta situación sea para la eternidad, y los motivos que
existen para ello son muy explicables.
Empero, nuestro tema electoral, con todo
y sus corruptelas, palidece una vez que ha aparecido el atractivo asunto
mundial del fut bol, más aún con el satisfactorio triunfo del equipo mexicano
sobre el de Alemania, campeón del mundial próximo anterior.
Este logro futbolístico de México cobra
mayor importancia que todas las promesas de campaña juntas de los cuatro
candidatos a la presidencia.
Guardada toda proporción, y el debido
respeto, de circo a circo, el voto mayoritario se lo lleva, de calle, ese
triunfo deportivo comercializado de nuestro país en Rusia 2018.
Los rusos han encontrado infinidad de
formas eficaces para intervenir en los más altos asuntos políticos sucesorios
del resto de los países.
Donald Trump es testigo y beneficiario
personal de esas travesuras con las que juega ese gobierno excluido del actual
G7, y para quien, en pago de sus malévolos servicios, el actual presidente de
EU propone su reingreso, para que vuelva a ser (ese club de gobiernos ricos) el
G8.
Mientras eso acontece o no, (pues podría
convertirse en el G6 por la grosera tozudez de Trump) los rusos indirectamente
inciden, con ese mundial futbolístico, en las grandotas elecciones mexicanas.
Así, iremos a votar con cancha dispareja
y balón cuadrado, por alguno de los cuatro corruptos.