LOGOS
De ogros a ogros
DERRIBADA ESTATUA DE AMLO 2022
Una falsa ilusión
esperanzadora nos hace desear que cada año que adviene (conforme al calendario
gregoriano que nos rige) nos aporte cosas buenas y nuevas.
Pero la realidad no
corresponde siempre al deseo.
Lo cierto es que lo plantado
y sembrado en el 2021, y en los lapsos anuales anteriores, es lo que
cosecharemos en este año de pares que, según pesimistas versificadores: nos
traerá pesares, y según los optimistas: hará bien en los hogares.
Rimadores al margen,
nuestro Premio Nobel de Literatura 1990, Octavio Paz, en su obra ‘El ogro
filantrópico’, nos describió a ese ogro como concentrador de poder: “En México
la realidad de realidades se llama Itzcóatl, o poder central, y contra esa realidad
nos estrellamos todos”.
Ese ogro es filantrópico
con quien le convine, y entonces actúa humanista y tolerante; empero, también
es sátrapa y tiránico en contra de quienes se le oponen. Ésta es, por decir lo
menos, su falla congénita.
Hay ogros que se organizan
para compartir el poder, incluso para generarse pesos y contrapesos, con
visiones distintas que se complementan, a base de confrontas creativas,
enriquecidas por el análisis preciso, y por críticas y autocríticas
constructivas.
En cambio, existen ogros personalistas
y soberbios que concentran todo el poder en sus manos, y sus decisiones se
convierten en actos de fe, que deben ser aceptados por todos.
A sus dogmas, nadie pude
quitarles ni un acento ni una coma. En derredor, de ese ogro, exclusivamente
están los que aceptan y obedecen, a ciegas, a pie juntillas.
Y no hay ogro que no sea
conservador; el filantrópico es conservador a su estilo, y el egocentrista es
conservador a su modo. Ambos tienen como fin prioritario conservar sus
conquistas, para poder conservar su poder.
Para no perder el poder,
cambian las normas jurídicas a su interés y beneficio, so pretexto de que legislan
a favor del pueblo; usan de la política perversamente; utilizan la economía con
propósitos malévolos; y si todo eso no funciona, aplican la fuerza policiaca y
judicial, primero, para al final ejercer la fuerza militar.
Al saludar, con un simple:
¡hola!, al año 2022, observo cómo nuestro actual ogro, concentrador del poder,
se enorgulleció de recibir en desayuno privado y en Palacio Nacional
(convertido en la casita de Andrés Manuel López Obrador) a uno de los hombres más ricos del mundo, Carlos
Slim, quien al decir del presidente “es un buen empresario que contribuye al
desarrollo del país, pues ha pagado 28 mil millones de pesos en impuestos
ocasionados por la venta de una filial de América Móvil en los Estados Unidos”,
y quien ha gozado y goza de los más cuantiosos contratos del gobierno mexicano,
por adjudicación directa, a veces, y en ocasiones con incidencias embarazosas.
En ese caso el ogro cumple
con sus funciones filantrópicas en cadena nacional, y frente a la nación, junto
al multimillonario poderoso.
Pero millones de mexicanos
que pagan sus impuestos con el casi 37% de sus escuálidos ingresos, ni son
invitados a desayunar “a la casita” del presidente ni recibirán su agradecimiento
personalizado.
Otro asunto sensible, que
es digno de análisis, es el de la estatua de Amlo, inaugurada con bombo y
platillo el 29 de diciembre del 2021 en Atlacomulco, Estado de México, por el
Ayuntamiento morenista que recién terminó su ejercicio.
Esa escultura fue derribada
y destruida tres días después.
Las causas de la
instalación de esa efigie son tan oscuras y absurdas, como los motivos de su
demolición.
El sembrador de la división
y el odio entre los mexicanos, nuestro actual ogro autoritario, ante ese hecho,
debe guardar silencio frente a estas dos conductas encontradas e incoherentes,
y cambiar su proceder, pues bien puede convertirse en ogro filantrópico para
todos.