lunes, 17 de enero de 2022

LOGOS

Vicios persistentes

CORRUPTOS EN LA VACUNACIÓN

        José Joaquín Vicente de Iturrigaray y Aróstegui de Gainza y Larrea (1742-1820), de oficio militar, fue uno de los más corruptos virreyes que tuvo la Nueva España.

        Su virreinato (el quincuagésimo sexto en esa colonia) casi duró un sexenio, de principios de enero del 1803 a mediados de septiembre del 1808.

        Dos graves problemas con que se encontró a su llegada a la Villa Rica de la Veracruz, y durante su traslado a la Ciudad de México, fue el de la viruela, y el de la corrupción.

        La administración virreinal robaba a lo descarado; y, tres de cada cinco indios morían de esa terrible epidemia.

        Niños, mujeres y hombres, eran devorados por abundantes granos en sus cuerpos, con sangrados purulentos.

        Los moribundos y los cadáveres se encontraban tirados por doquier, rodeados de inmundicia y suciedad. Esa muerte pestilente y degradante era desoladora.

        Ante ese infernal desastre, los indígenas sentían ser víctimas de la ira de sus antiguos dioses; y los españoles, mal orientados por los misioneros católicos, juzgaban que si dios, así lo quería, sus razones divinas debían ser respetadas.

        Mientras, la Inglaterra de principios del siglo XIX liberada del dogmatismo religioso, y en desarrollo de un esfuerzo científico, apoyó al doctor Edward Jenner (1749-1823) inventor de la vacuna, al tomar de las vacas de la Europa del norte dosis débiles del fluido de sus viruelas, para insertarlas en los organismos humanos y salvarles la vida.

        Con esa vacuna los doctores españoles Francisco Xavier Balmis (1753-1819), José Salvany Lleopart (1778-1810), junto con la extraordinaria mujer, Isabel Zendal, cuidadora de los niños que portaron la vacuna a América, y con algunos otros auxiliares, llevaron a cabo la ‘Real Expedición Filantrópica de la Vacuna’, para erradicar la viruela de las colonias españolas, por órdenes y con el apoyo del Rey Carlos IV.

        Al llegar a la Ciudad de México en 1804 se encontraron con el virrey Iturrigaray, quien por corrupto puso trabas para la vacunación, pues él no había venido a gobernar, sino a robar.

        Cuando en España le instaron juicio de residencia, el fiscal lo acorraló en su confesional, en varias ocasiones: “¿Admitís haber aceptado regalos por empleos de gracia, y el manejo de servicios de salud?” A lo que contestó: “No señoría, no lo admito”. El fiscal replicó: “Su esposa confesó haber recibido alhajas, dinero, oro, bienes”. Y a esto respondió Iturrigaray: “Yo no recibí nada. Mi mujer era la encargada de recibir todas esas cosas”.

        Justo es reconocerlo, otras autoridades en las colonias españolas si auxiliaron a la vacunación en contra de la viruela, y no la usaron para hacerse más ricos. En aquellos tiempos, también, hubo gente honrada.

        De todo esto da cuenta el escritor español Javier Moro, en su extraordinario libro ‘A flor de piel’. Y un sinnúmero de libros y documentos dan razón de los corruptos, y de los malos gobernantes con relación a la vacuna y a la viruela, como, a su vez, se da noticia de los buenos funcionarios que salvaron vidas ante ese padecimiento.

        Ahora, en este 2022, México y el mundo siguen sufriendo el embate de una epidemia: el coronavirus en sus diferentes variantes.

        Los registros históricos, actualmente, se han venido anotando y valorando sobre la conducta de los gobernantes frente a este mal.

        Ha habido jefes de estado muy responsables; empero, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sigue pensando que el covid le llegó “como anillo al dedo”, negando la vacunación a los menores, teniendo las compras de vacunas y su aplicación en la mayor de las opacidades, como secretos de estado, y falseando el verdadero número de muertos por esta epidemia.

        Andrés Manuel no es culpable de que haya llegado el covid.

        Es culpable de su política de salud pública, errónea y delictiva, frente a este terrible mal.

        Toda proporción guardada, Amlo me recuerda respecto a la corrupción, y a esos azotes pandémicos, al virrey José Iturrigaray.

        Recordemos las propias palabras del presidente López Obrador: “El remedio contra el covid es no robar, no traicionar y no mentir”; y a Andrés Manuel ya le ha dado covid dos veces.

        A confesión de parte, relevo de prueba.