LOGOS
Vicios
persistentes
CORRUPTOS
EN LA VACUNACIÓN
José Joaquín Vicente de Iturrigaray y
Aróstegui de Gainza y Larrea (1742-1820), de oficio militar, fue uno de los más
corruptos virreyes que tuvo la Nueva España.
Su virreinato (el quincuagésimo sexto en
esa colonia) casi duró un sexenio, de principios de enero del 1803 a mediados
de septiembre del 1808.
Dos graves problemas con que se encontró
a su llegada a la Villa Rica de la Veracruz, y durante su traslado a la Ciudad
de México, fue el de la viruela, y el de la corrupción.
La administración virreinal robaba a lo
descarado; y, tres de cada cinco indios morían de esa terrible epidemia.
Niños, mujeres y hombres, eran devorados
por abundantes granos en sus cuerpos, con sangrados purulentos.
Los moribundos y los cadáveres se
encontraban tirados por doquier, rodeados de inmundicia y suciedad. Esa muerte pestilente
y degradante era desoladora.
Ante ese infernal desastre, los
indígenas sentían ser víctimas de la ira de sus antiguos dioses; y los
españoles, mal orientados por los misioneros católicos, juzgaban que si dios,
así lo quería, sus razones divinas debían ser respetadas.
Mientras, la Inglaterra de principios
del siglo XIX liberada del dogmatismo religioso, y en desarrollo de un esfuerzo
científico, apoyó al doctor Edward Jenner (1749-1823) inventor de la vacuna, al
tomar de las vacas de la Europa del norte dosis débiles del fluido de sus
viruelas, para insertarlas en los organismos humanos y salvarles la vida.
Con esa vacuna los doctores españoles
Francisco Xavier Balmis (1753-1819), José Salvany Lleopart (1778-1810), junto
con la extraordinaria mujer, Isabel Zendal, cuidadora de los niños que portaron
la vacuna a América, y con algunos otros auxiliares, llevaron a cabo la ‘Real
Expedición Filantrópica de la Vacuna’, para erradicar la viruela de las
colonias españolas, por órdenes y con el apoyo del Rey Carlos IV.
Al llegar a la Ciudad de México en 1804
se encontraron con el virrey Iturrigaray, quien por corrupto puso trabas para
la vacunación, pues él no había venido a gobernar, sino a robar.
Cuando en España le instaron juicio de
residencia, el fiscal lo acorraló en su confesional, en varias ocasiones:
“¿Admitís haber aceptado regalos por empleos de gracia, y el manejo de
servicios de salud?” A lo que contestó: “No señoría, no lo admito”. El fiscal
replicó: “Su esposa confesó haber recibido alhajas, dinero, oro, bienes”. Y a
esto respondió Iturrigaray: “Yo no recibí nada. Mi mujer era la encargada de
recibir todas esas cosas”.
Justo es reconocerlo, otras autoridades
en las colonias españolas si auxiliaron a la vacunación en contra de la
viruela, y no la usaron para hacerse más ricos. En aquellos tiempos, también,
hubo gente honrada.
De todo esto da cuenta el escritor
español Javier Moro, en su extraordinario libro ‘A flor de piel’. Y un
sinnúmero de libros y documentos dan razón de los corruptos, y de los malos
gobernantes con relación a la vacuna y a la viruela, como, a su vez, se da
noticia de los buenos funcionarios que salvaron vidas ante ese padecimiento.
Ahora, en este 2022, México y el mundo
siguen sufriendo el embate de una epidemia: el coronavirus en sus diferentes
variantes.
Los registros históricos, actualmente,
se han venido anotando y valorando sobre la conducta de los gobernantes frente
a este mal.
Ha habido jefes de estado muy
responsables; empero, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sigue
pensando que el covid le llegó “como anillo al dedo”, negando la vacunación a
los menores, teniendo las compras de vacunas y su aplicación en la mayor de las
opacidades, como secretos de estado, y falseando el verdadero número de muertos
por esta epidemia.
Andrés Manuel no es culpable de que haya
llegado el covid.
Es culpable de su política de salud
pública, errónea y delictiva, frente a este terrible mal.
Toda proporción guardada, Amlo me
recuerda respecto a la corrupción, y a esos azotes pandémicos, al virrey José
Iturrigaray.
Recordemos las propias palabras del
presidente López Obrador: “El remedio contra el covid es no robar, no traicionar
y no mentir”; y a Andrés Manuel ya le ha dado covid dos veces.
A confesión de parte, relevo de prueba.