Matarnos, entre sí,
no es negocio
CON VIOLENCIA NADA
SE LOGRA
Matarnos unos a los otros no es negocio.
Con la violencia, al final, nada se logra. La fuerza, sin la razón, es la
debilidad más cobarde.
Vale, lo expresado, ante tanto desatino
iracundo que corre por México. Un dramático ejemplo lo tenemos en el caso
Tlatlaya, poblado mexiquense en donde al parecer el 30 de junio de este año se
enfrentaron los criminales al ejército. Y en donde también al parecer, en
virtud de denuncias e investigaciones no gubernativas, ese enfrentamiento no
existió.
Hubo, sí, una supuesta ejecución a
sangre fría cometida por un oficial y siete soldados de las fuerzas armadas en
contra de 22 supuestos criminales.
Empero, al parecer, funcionarios
públicos de muy alto nivel supieron del caso y lo encubrieron por cerca de tres
meses. Y ahora corre por todo el mundo la noticia para, de manera absurda e
injusta, calificar a México y a los mexicanos como salvajes y virulentos. Lo
que ni es cierto, y sí resulta cruel e indebido.
Ese ejemplo no es único. Constantemente,
en ciertas entidades federativas, sufrimos esos casos. Obsérvese que otra vez
los reflectores del mundo se han orientado a la situación de los normalistas de
Ayotzinapa, Guerrero, en donde al parecer la policía acribilló a dos
estudiantes, desatando que hasta el momento vayan 8 muertos más por
enfrentamientos posteriores. Recientemente Purépero vive algo similar.
Preocupa el aumento de esos hechos;
pero, siendo ciertos, es falso que todo México así se encuentre.
No deben deformarse y acrecentarse esos
acontecimientos; más cuando la mayoría de los mexicanos decimos no a la
violencia, exigiendo la aplicación del derecho.
Los integrantes de nuestras fuerzas
armadas son profesionales; sin embargo, las equívocas formas de organización
provocan, en algunos de ellos, miedo, prisa, y el ciego coraje de la
impotencia.
Por igual, nuestro sistema
socioeconómico en su conexión globalizadora ha producido a nuestras
organizaciones criminales, en donde sus miembros se manejan con pánico,
urgencias, ambiciones encontradas y odios profundos.
Lo anterior constituye a nuestras
contradicciones agudizadas, las que si no se manejan con inteligencia, por
parte de los involucrados, se ahondarán, creando peligrosos estallamientos.
No deja de haber en el gobierno, en los
medios masivos de comunicación y entre grupos de poder, quienes no van al
origen del problema, quedándose en la superficialidad vacua y parcial.
"Es lo que nos dejó Calderón y el
PAN", "Es lo que está sembrando la morena de López Obrador",
"Es que regresó lo peor del PRI", dicen con torpe malicia interesada,
cuando ese decir nos desvía del fondo de la cuestión: nuestra estructura
socioeconómica enferma, la que con sus discordancias agravadas nos complica los
problemas, y nos limita en la aplicación de soluciones.
El Presidente Enrique Peña Nieto tiene
la gran oportunidad de lograr la concordia, si se decide a orientar el esfuerzo
de su administración hacia esa meta. A ese empeño, ¡sumémonos todos!