miércoles, 29 de octubre de 2014

Sun Tzu y El arte de la guerra
EVOCANDO A MI HERMANO HUMBERTO    
        Hace muchos años llegó, al despacho de abogados encabezado por Humberto Aguilar Cortés, nuestro amigo y también abogado Roberto Mendoza. Llevaba, a parte de su buen humor con gotas de acidez crítica, dos ejemplares de la obra de Sun Tzu, El arte de la guerra.
        Un ejemplar para Humberto, y otro para mí. Ese libro me era conocido, y lo llegué a poner, entre otros, como una lectura obligada en algunos cursos de Ciencia Política en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, materia de la que obtuve la titularidad por concurso de oposición, desde que se incluyó en el programa de estudios.
        Ese obsequio sirvió para comentar con Humberto sobre el contenido de la obra, aplicándolo a los problemas político sociales que vivíamos y padecimos en esa etapa de nuestra vida.
        Algunos de los asiduos asistentes a la peña de tertulias, que en el despacho jurídico se formó, recordarán nuestras fraternales confrontas, tan reconfortantes, como ahora añoradas.
        Esas escaramuzas dialécticas las he echado de menos. Va a ser un año que se fue, y no he encontrado un interlocutor de esos niveles en el campo del derecho.
        "Tzu" en mandarín significa "maestro"; por ello, al autor del libro al que he hecho referencia se le conocía en su tiempo, el siglo V antes de nuestra Era, como el "Maestro Sun", quien con su obra influenció al mundo occidental en todo tipo de guerras: económicas, militares, políticas, deportivas, amorosas, y en otras áreas de menor peligro.
        Eficaces estrategas en la historia del hombre leyeron El arte de la guerra. Mao-tze-Dong y Hó Chi-Minh, el primero en la Revolución China, y el segundo en la lucha vietnamita en contra de los invasores gringos; ambos utilizaron magistralmente ese libro, escrito originalmente en tablillas de bambú, con una interpretación actualizada y aplicable a las necesidades de sus respectivas guerras.
        "Poder vencer al enemigo sin llegar a la batalla... porque el supremo arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin lucha cara a cara". Éste es uno de sus mensajes centrales, y esta conceptualización, con sus variables, sigue vigente.
        "Todo arte de la guerra está basado en el engaño... Si las fuerzas del enemigo son superiores, evítalo; simula ser débil para que crezca su arrogancia... No hay ningún país que se haya beneficiado de guerras prolongadas... Usar al adversario para aumentar la propia fuerza de uno... Ganará el que sepa manejar las fuerzas superiores de sus enemigos, y las propias cuando son inferiores."
        La desigualdad entre el poderoso y el débil genera asimetrías. Y el frágil puede aprovecharse del fuerte si lo atrampa en las redes de su propia fortaleza, en donde su capacidad de destrucción lo autodestruye.
        Hoy, recuerdo a mi admirado hermano. ¡Humberto Aguilar Cortés fue gran un maestro!, en la amplia extensión de este concepto.