¿Callejón sin
salida?
NO HALLAR A LOS 43
NI A LOS CRIMINALES
Es un problema jurídico, pero también es
una cuestión cultural; es un problema de seguridad pública y procuración y
administración de justicia, pero a su vez es asunto educativo; es un problema
económico, pero nadie puede negar que es un conflicto ético.
Y jamás se le podrá minimizar como un
simple problema criminal, aunque tiene un procedimiento y una faceta penal
indiscutibles; pero, al igual, forma parte constitutiva de un fenómeno político.
El problema de que se trata brotó hace
más de un mes. Detenidos por la policía de Iguala 43 alumnos, de la Normal
Rural de Ayotzinapa, quedaron en desaparición forzada.
Ese acto delictivo de nivel provinciano destapó
un fenómeno nacional que, al exhibirse, alcanzó una repercusión planetaria.
¡Mala suerte para el país!; peor para la administración del Presidente Enrique
Peña Nieto.
A más de 32 días de haber ocurrido ese
hecho, tan señalado como ilícito, no se han encontrado a los sujetos pasivos
del supuesto delito, ni tampoco el poder público ha aprehendido a los sujetos
activos del mismo.
Y por la naturaleza de los conjeturados
actos incriminatorios todavía no se puede saber de qué delitos se trata; por
todo ello, estamos ante un caso extraño.
Nacional e internacionalmente hay una
reprobación total para la supuesta conducta ilícita, pero aún no sabemos con
precisión de qué acto u omisión estamos hablando, ni los alcances del efecto
dañoso producido ni los actos u omisiones que ocasionaron estas resultas
perjudiciales.
Y para el caso sólo se ha prefigurado a
los sujetos, tanto a los pasivos como a los activos; incluso, por ser de
relevante urgencia, personalmente por el procurador General de la República
Jesús Murillo Karam, buen abogado, corre riesgo por esa prefiguración, topándose
con una realidad enmarañada de contradicciones agudizadas.
En otro aspecto del problema: el
educativo, por los peligros que se observan respecto a él, es apremiante
reflexionar sobre el pasado, el presente, pero sobre todo el futuro de nuestra educación.
Se trabaja, y se anuncia, un paro
nacional de carácter educativo escolar en todo México. En inicio, para apoyar a
los normalistas desaparecidos, pero encaminado a la reprobación de la actual
reforma educativa nacional, tan presuntuosa y oficialmente ponderada.
Si desde ahora el poder público no sabe
enfrentar con responsabilidad e inteligencia esa avalancha, corremos el riesgo
de encharcarnos en infecundos y superficiales choques que a poco o a nada
conducirían.
Ante la oposición a esas reformas
constitucionales, de carácter laboral y evaluatorias, es indispensable que el
gobierno federal encabezado por Peña Nieto se encuentre preparado para utilizar
la fuerza del movimiento en bien de una verdadera y profunda transformación
educativa, que no sólo sea para la escuela, sino para la vida.
Tengamos presente que, culturalmente, la
educación de la vida es superior a la de la escuela, y esto nos impone cuidar a
ambas.
Con razón, y decididos, no hay
callejones sin salida.