lunes, 22 de noviembre de 2021

 LOGOS

¡Eureka!

INVENTOR DEL CAMBIO

        Antes, se escarbaba en nuestro territorio en busca de tesoros y piezas antiguas de valor.

        Hoy, se remueve la tierra en busca de cadáveres generados por la abundante y creciente delincuencia, abonada por la ineptitud y los abrazos gubernativos.

        Así, el suelo nacional lo han convertido en un enorme cementerio los que un día declararon la guerra, pero lo han acrecentado los que, ahora, apapachan con abrazos al crimen organizado.

        La salud como derecho humano, garantido por nuestra Carta Magna y por el gobierno, ha decaído.

        La productividad mexicana está a la baja. El desempleo al alza. Desataron a la inflación, y la pobreza sigue en aumento.

        Mientras, la 4T con nuestros impuestos se fortalece, para exclusivamente ganar elecciones. El presidente Andrés Manuel López Obrador se olvidó de que no sólo de elecciones vive el mexicano.

        Partamos de la certidumbre heracliteana de que todo está en constante cambio.

        Y nuestro país está urgido de evoluciones, pero de cambios que le resuelvan los graves problemas que lo aquejan, y no de transformaciones que empeoren su vida.

        Porque hay de cambios a cambios, y debemos saber distinguirlos: los naturales y los producidos por los humanos, los de fondo y los de forma, los reales y los construidos sólo con palabras engañosas, entre muchos otros tipos de renovaciones.

        Pero también existen los cambios que se forjan para no cambiar; de éstos, nos habla la única novela del noble italiano Giuseppe Tomasi de Lampedusa (1896-1957), ‘El gatopardo’, publicada un año después de su muerte.

        El jesuita Pirroni le dice al príncipe Fabrizio de Salina: “Qué hermoso país sería éste, excelencia… (y pensó el príncipe, ‘si no hubiese tantos jesuitas’) nos han prometido tiempos nuevos, pero luego todo seguirá lo mismo, y todo estará cambiado” Así recordaba las ambiguas palabras de Tancredi, y las comprendía a fondo; “… era el tranquilizador secreto, sucederían muchas cosas, pero todo habría sido una comedia. Este es el país de las componendas, y cambia, para que todo quede tal cual.”

        De esa forma Lampedusa describía a la región siciliana de Italia, para relatarnos como veía a su mundo y a su tiempo.

        Pero no hay duda, al menos en mí, que el gatopardismo sigue haciendo de las suyas en el México actual.

        “Acabaré con la corrupción” fue promesa de un candidato, ratificada reiteradamente en la retórica del presidente López Obrador.

        Y lo que está acabando es su sexenio, porque la corrupción va en franco crecimiento.

        Cambió el corruptor. Antes era Enrique, Felipe o Vicente, hoy es Andrés Manuel.

        Los corrompidos aumentaron en número; algunos cambiaron, y otros siguen siendo los mismos. Se les corrompe para que ciegamente cumplan y expresen el vergonzoso versito: “Es un honor estar con Obrador”.

        Y, curiosamente, todo lo que López Obrador toca, en el fondo, lo empobrece.

        Si inventó una 4T, es porque supone que hubo una 3T, 2T y 1T, y de esta manera, Amlo rebajó a la Revolución Mexicana a ser una simple 3T, a la Reforma la degradó a 2T, y a la Independencia le puso el mote de la 1T.

        A la antigua, urgente y honrosa, labor de sembrar árboles en gran cantidad, y cuidarlos en su desarrollo, que a mediados del siglo XX se le llamó “sembrando vida”, Andrés Manuel la presenta como idea suya, y en un descuido ya la patentó.

        ¡Eureka! López Obrador es el inventor del cambio, y el primer humano al que se le ocurrió sembrar árboles.

        Su proyecto en México ha fracasado, y quiere exportarlo; pero, todo lo que toca lo empobrece.