sábado, 22 de mayo de 2010

TRANSNACIONALES SIN MADRE


Desastre Petrolero
TRANSNACIONALES SIN MADRE
                                                                      
            No sólo los humanos tenemos o hemos tenido progenitora, también la tienen, o la han tenido, el pelícano marrón, el menhaden, el atún aleta azul, la ostra de louisiana, el chorlito de Wilson, la caguama golfina, y todas las demás especies que habitan en el norte del Golfo de México y las que han quedado, gracias a la compañía British Petroleum y Transocean, ahogadas en petróleo.
            Las que parecen no tener madre son las compañías transnacionales; para ellas lo único que importa es el dinero, los negocios lucrativos, el engordar el capital a como dé lugar, las ganancias. Lo demás no interesa.
            A esas compañías, y al gobierno de los Estados Unidos de América, se debe la catástrofe petrolera que vive en este momento el Golfo de México, tiñendo, con el petróleo descontrolado, de color rojizo negruzco el agua de mar que tenía un colorido azuloso con espumas blanquecinas.
            La fauna de la parte norte del golfo se encuentra afectada. Muchos animales marinos de varias especies están muertos. El Presidente Barack Obama se encuentra preocupado, pero sin saber qué hacer, y la transnacional que ocasionó la catástrofe es un ente ficcioso que, con domicilio en Londres, resulta impersonal, irresponsable, absurdamente anónimo, pero hinchado en dólares para repartir ganancias a personas físicas que ni nos imaginamos quiénes son.
            Para eso sirven, en muchos casos, las personas morales en el mundo jurídico, para encubrir a las personas físicas, como tapaderas para lo sucio, para ganar dinero sin mayor responsabilidad, para que el odio del trabajador, y/o del consumidor, se descargue en contra de una persona creada artificialmente, como asociación civil, como sociedad civil, como sociedad mercantil, o como fideicomiso.
            Y cuando estas personas morales se vuelven multimillonarias, y se domicilian en varios países del planeta, los gobiernos poco pueden en contra de ellas, más cuando se han convertido en cómplices.
            Observen que esta empresa contaminadora anunció, con bombo y platillo a fines del pasado abril, que en el primer trimestre de este año 2010 había obtenido una ganancia neta de más de seis mil millones de dólares; y en relación a su trabajo en el Golfo de México el gobierno estadunidense proclamó que, sin la participación de nuestro país, empezarían a explotar los recursos de los mantos petroleros, sin importar los tratados que han celebrado las dos naciones al respecto.
            Y la chapuza acusa, más cuando todo, los descubre (tanto a la compañía inglesa como al gobierno estadunidense) como verdaderos pillos de los recursos energéticos que corresponden a los mexicanos.
            A los recientes tsunamis, terremotos, inundaciones, volcanes, calores y fríos extremos que preludian un cambio climático brutal, hay que sumar este desastre petrolero en el Golfo de México, el que no ve su fin. Los incendios parciales y controlados, y la campana de acero y cemento colocada en el orificio de salida, nada han podido resolver. Se han vertido ya, “más de 16 millones de litros de crudo”, y la tubería de perforación se ha dicho que tiene “siete kilómetros de profundidad”, y que el problema fue “una burbuja de gas metano que obturó la tubería de perforación” provocando el pasado 20 de abril la explosión “en la plataforma petrolífera Deepwater horizon”, y en donde murieron 15 trabajadores.
            A México lo dañan porque roban su petróleo; además, porque afectan el patrimonio de su golfo, el que compartido con los EU en una mínima parte para ellos, le dañan la riqueza de su flora y su fauna, con innumerables consecuencias de tipo global.