lunes, 8 de octubre de 2012

José María Luis Mora LA GUERRA Y LA PAZ

             José María Luis Mora ha sido uno de los intelectuales mexicanos más preclaros de todos los tiempos, gente de paz, y de una honestidad heroica. Su liberalismo avanzado lo condujo a ser el iniciador de las leyes de reforma.
                El nombre con el que se le bautizó en Chamacuero, hoy Comonfort, Guanajuato, el 12 de octubre del 1794, fue el de José María Servín de la Mora Díaz Madrid, pero su voluntad fue ser conocido como José María Luis, agregándose el "Luis", quitándose el "de la", para sólo llevar el apellido Mora.
                Fue sacerdote, político, escritor, historiador, e ideólogo del liberalismo mexicano. Luchó con ahínco, seriedad y firmeza, en contra de todos los males mexicanos del siglo XIX, sobre todo del militarismo y del clericalismo, de tan profundas raíces, y tan infectos frutos.
                Su honorable tarea lo condujo al destierro, y a la miseria, muriendo en París, Francia, el 14 de julio de 1850, un día festivo que recordaba la Revolución Francesa, pero un año en que ya el fantasma del comunismo recorría Europa, según el decir de Karl Marx y Federico Engels, redactores del Manifiesto del Partido Comunista publicado en 1848.
                Su liberalismo nunca fue abandonado por el talentoso mexicano. Jamás coqueteó con ideas socialistas, pero éstas le sirvieron para fortalecer y desarrollar sus tesis, las que explicaba ante quien quisiera oírle.
                Melchor Ocampo lo visitó en París, pero la distancia entre los dos siempre fue grande, no sólo por la diferencia de edades, sino porque uno era un rico viajero y el otro era transterrado en desventura, uno en ese entonces tenía autoridad y experiencia, mientras que el otro únicamente contaba con inquietudes juveniles.
                Ocampo juzgó a Mora como "autoritario, arrogante, con mucha suficiencia, de gran cultura y soltura, y con elegancia en la expresión de sus ideas".
                En realidad, Mora fue de pocos amigos y de infinidad de enemigos; sin embargo, ambos le reconocieron siempre su talento, su patriotismo y su honradez.
                Así, con gran valor y singular agudeza hizo señalamientos lapidarios a las dos clases privilegiadas que dominaban y explotaban al pueblo de México por aquel entonces.
                "La República Mexicana gasta catorce millones de pesos en sostener soldados que la tiranicen sin defenderla".
                "Cada mexicano debe preguntarse diariamente a sí mismo si el pueblo existe para el clero o si el clero ha sido creado para satisfacer las necesidades del pueblo".
                "La guerra provoca la ruina, y la ruina general es provocada por la guerra permanente, lucha interminable que se viene dando por una discordia intestina, por una guerra fratricida. El despotismo mismo, con todos sus horrores, es preferible a eso".
                Ese gran mexicano, con capacidades superiores, nos recuerda con sus conceptos el valor de la paz sobre la guerra. Las ideas de nuestros grandes muertos son herramientas útiles para que las actuales generaciones resuelvan graves problemas del hoy.