Mientras,
la Ley Federal del Trabajo es la norma jurídica que reglamenta a ese apartado
del artículo constitucional en cita, y no puede contener preceptos que vayan en
contra o no estén acordes con lo ordenado por nuestra Carta Magna, ya que sería
inconstitucional.
Ese
sistema normativo laboral es de obligaciones y derechos mutuos; es decir, las
tres partes que constituyen el vínculo del trabajo tienen a la vez deberes y
facultades correlativas. Si el trabajador tiene derecho a un salario, frente a
él existe un patrón que tiene la obligación de entregar con puntualidad y a
cabalidad dicho salario; y, ante ello, las autoridades competentes en lo
laboral tienen el derecho y el deber de vigilar que este pago se cumpla con
exactitud.
El
sistema capitalista logró acabar con una injusta relación productiva que
vinculaba a un señor feudal con los siervos, y no permitió que hubiera
sobrevivencia, o que se retornara, a una relación productiva anterior de
esclavitud, entre esclavistas y esclavos.
Y
aunque los trabajadores del hoy son el equivalente del siervo de ayer, y del
esclavo del anteayer, históricamente hablando, en este siglo XXI son compañeros
ciudadanos al igual que los patrones. Y si a éstos se les escucha y hasta se
les obedece en el Congreso de la Unión, a los trabajadores, mínimo, se les debe
igualdad en el trato, o mejor trato, ya que nuestra constitución federal
establece suplencia y prioridad al obrero frente a su patrón, a efecto de
lograr el equilibrio entre dos clases sociales de desigual poderío económico,
social y educativo.
Por
lo anterior, y por muchas cosas más, la Cámara de Diputados del Congreso de la
Unión debió escuchar, buscando el consenso, a ambas clases, para que
participaran y conciliaran intereses, en aporte a un buen producto de tipo
legislativo.
Pero
no fue así en esa cámara de origen, por lo que, ahora, en la cámara de
senadores se debe, sin mengua de la agilización, dar derecho de audiencia a
ambas clases, primero a la patronal que es la promotora de la iniciativa
firmada por el Presidente Felipe Calderón Hinojosa, y después a la obrera, tan
falta de auténticos dirigentes sindicales, puesto que éstos, salvo raras
excepciones, han salido peores que los patrones.
Si
esas audiencias, o comparecencias, o diálogos nacionales, son bien manejados
por el estado, el gobierno y las autoridades correspondientes, se obtendrán
soluciones inimaginadas, sorpresivas, y valiosas.
Los
obreros de México no son cosas, no son objetos del derecho; son sujetos,
ciudadanos mexicanos, ¡escúcheseles!, no nacieron para callar y obedecer.